Capítulo 3: Not just a Machine

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Connor se quedó fuera, esperando a  que saliera con el coche.

Hank, con las manos en el volante, mirando al frente, se quedó unos segundos paralizado. Sintiendo como sus constantes vitales estaban totalmente alteradas. Su corazón palpitaba a más velocidad de lo normal, sentía taquicardias y las mejillas las tenía calientes. Miró fijamente cómo la puerta del garaje se abría del todo y cómo, poco a poco, dejaba a su vista la silueta de Connor, que seguía apostado allí fuera, como si estuviera esperándolo. Tragó fuertemente saliva y metió la primera, arrancando el coche para salir lentamente del aparcamiento.

El chico le sonrió al verlo pasar suavemente a su lado y le hizo un gesto de "adiós" con la mano. No parecía molesto por la manera despótica que lo había tratado. No pudo evitar sentirse una mierda por haberle contestado de aquella manera.

Miró por el espejo retrovisor cuando ya hubo entrado en la carretera y mientras se alejaba, vio como el joven seguía observándolo desde la lejanía.

El teniente Anderson sintió su estómago encogerse mientras unas gotas de sudor nervioso le caían por la frente.

El joven seguía sonriendo inmaculadamente hasta que el coche desapareció de su campo de visión.

Fue entonces cuando su rostro sonriente se convirtió en un rostro frío que transmitía frustración.

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– Teniente Anderson, aquí tiene el reporte de anoche.

– Muchas gracias, Chris, como siempre: muy buen trabajo.

Cogió la carpeta con las manos y se despidió del joven con una mirada de aprobación. Se concentró en la pantalla del ordenador que tenía en su escritorio.

El departamento de policía de Detroit era un edificio robusto y con historia. Se encontraba en la esquina más transitada de la ciudad y dentro, a pesar de todos los cambios y avances tecnológicos, todavía seguía pareciendo aquella comisaria a la que su padre le había llevado tantas veces de niño, para que amara el trabajo que había pasado de generación en generación.

Hank Anderson era teniente de homicidios, y había llegado hasta allí por su brillante trayectoria como policía, patrullando desde la juventud las calles llenas de delincuencia de Detroit. Había sido conmemorado varias veces, por su fuerte lucha contra la droga. La peor de todas había sido el polvo rojo, que había desolado a muchísimas familias y destruido vidas prometedoras. Con el avance de la tecnología, también avanzaban los vicios y los desgastes propios de la humanidad.

Chasqueó la lengua, molesto. Se encontraba sumergido en un caso de asesinato. Hacía muy poco, una pareja joven había desaparecido de la noche a la mañana. Todo parecía encajar con la típica fuga romántica de adolescentes. Los familiares de ambos querían creer aquella historia con toda su alma. Pero se habían derrumbado cuando habían encontrado los cuerpos de ambos jóvenes.

Pistas. Necesitaban pistas. Lo único que tenían era una huella parcial en el cuerpo de la chica y la huella de un calzado talla 42. Aquello les hacía pensar que podía haber sido un hombre, pero no tenían más información. Realmente el caso parecía carne de "sin resolver" pero su equipo estaba trabajando duro para dar con el asesino.

En ese instante, se encontraba distraído. Su cabeza corría de un lado a otro, intentando encontrar un motivo razonable para asesinar a los jóvenes. Pero ni había testigos ni tampoco los círculos cercanos de ambos daban demasiadas esperanzas de encontrar algún rastro interesante.

De pronto, en aquellos pensamientos lúgubres, apareció el rostro de su vecino. Era como si su mente buscara la manera de escapar de aquella cueva oscura y la única luz que encontraba era aquel maldito joven de mirada avellana.

Forbidden [HANK x CONNOR]Where stories live. Discover now