Capítulo 19 "Dosis necesaria de tu presencia"

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 Luego de aquel sueño, hermoso y torturador como imposible, me costó una vida volver a dormir. Estaba ansioso, la adrenalina corría por mis venas y no lograba desembarazarme de la sensación de hormigas acampando en mi estómago de sólo imaginar que podría –con suerte— volver a escucharla.
De sólo recordar aquel perfume floral con el que me había deleit...ado por dos maravillosos meses, mi corazón latía casi tan rápido como si supiera que ella estaba frente a mí.
Esa mañana desperté diez minutos antes de que mi despertador sonara y los nervios seguían allí, como toda la noche, hasta el punto de que lograran que me quemara con el café cuando me lo estaba sirviendo, de la misma forma que no me pasaba desde hacía semanas, desde que había perfeccionado mi manejo de la cocina.
Rebusqué en el botiquín que siempre tenía a mano y me formé una torpe venda alrededor de mi palma izquierda antes de continuar con mi desayuno, que dicho sea y de paso no logré terminar pues simplemente se me había cerrado el estómago después de darle un par de mordiscos a mi tostada.
Mamá me había regalado un reloj parlante unos días atrás por lo que sabía que eran las nueve de la mañana cuando busqué mi bastón blanco antes de partir, era el mismo que _______ me había regalado y que me había negado a reemplazar.
Andar por las calles de Stratford me era muy sencillo ahora, lo único que representaba un poco más de dificultad era el hecho de cruzar las calles cuyas esquinas no tuvieran semáforos sonoros y donde no había alguien que me ayudara a cruzar.
Ni modo, no podía depender de nadie.
Aunque debía aceptar que me decepcionaba saber que las personas seguían tan encerradas en sí mismas que no podían ver la necesidad de algunos. Y no lo decía sólo por mí… me había dado cuenta desde antes de quedar ciego. La gente raras veces se prestaba a ayudar a cruzar la calle a un anciano o a ceder el asiento en los buses.
Era triste, pero real.
Caminé por las calles que había estudiado días antes sólo para saber dónde quedaba el hospital en caso de que lo necesitara, por las dudas, prestando la máxima atención con mis oídos.
Tomé una gran bocanada de aire cuando las sirenas de ambulancia comenzaban a abundar y se detenían a un costado. Tanteé el suelo con el extremo de mi bastón y supe que delante era cristal, la puerta supuse.
Recordaba que era automática por lo que se abrió cuando di un paso hacia delante con un sonido que lo avisaba.
Me dirigí hacia la recepción con pasos titubeantes —más por la ansiedad que por el mismo temor a tropezar o a caer sobre alguien—, de donde provenía el sonido grave de un teléfono y el de una mujer respondiendo las llamadas. A mis lados, los murmullos de varias personas.
Esperé a que la mujer recepcionista cortara la llamada con la que se entretenía y me paré frente a ella con el mueble en medio de ambos.
—¿En qué puedo ayudarlo? —me preguntó amablemente con una voz ronca que la delataba de su cansancio.
—Buenos días. Busco a la señorita _______ Hadgen, sé que cubre turnos aquí a estas horas —dije intentando ignorar el cosquilleo en mi pecho al nombrarla.
—Oh, claro. Déjeme ver si se encuentra en Urgencias.
—Muy bien —concedí y esperé escuchando cómo la mujer volvía a marcar el teléfono.
—Hola, ____. Sí, todo bien. Oye, tienes visitas —un corto silencio—. Déjame preguntarle. Disculpe ¿cuál es su nombre? —se dirigió a mí.
—Dígale que soy el señor Horan —pronuncié con una sonrisa.
—Es el señor Horan, ____ —otro silencio—, ok. ¿Vienes o quieres que te lo envíe? Ok.
Y cortó.
—Dice que vendrá en un momento —me avisó.
—Muchas gracias —musité al tiempo que apretaba el bastón entre mis dedos sintiendo cómo reaparecían el montón de hormigas en mi estómago así como la quemazón de esa mañana bajo las vendas.
Me moví de allí en caso de que hubiera más gente detrás de mí esperando su turno.
Encontré unos asientos libres en unas líneas a mi izquierda y tomé uno de ellos para esperar mientras jugaba nerviosamente con la correa de mi bastón.
No tenía la más pálida idea de qué decirle, de qué hablar con ____, no había pensado en ello y estuve a punto de volver a casa, como un cobarde.
¿Al menos me recordará? ¿Y si no? Podría pasar por un paciente o…
—¿Niall? —preguntó una voz dulce a unos metros de mí.
Mi corazón respondió de inmediato, aún antes de que mi cabeza diera la orden de ponerme de pie, dando un vuelco extraño que me hizo estremecer y la sonrisa apareció en mi rostro como por arte de magia.
—¡Eres tú! —exclamó y enseguida la sentí abrazándome por la cintura y con la mejilla pegada a mi pecho.
Rogué porque no oyera lo estridente de mi ritmo cardíaco, que a ese volumen temía que incluso la recepcionista pudiera escucharlo.
—________ —susurré y coloqué mis manos en su espalda.
—¿Qué haces aquí? —quiso saber y su aliento me rozó los labios, dulce y tentador, aturdiéndome.
—Vine… —titubeé—, tenía turno de control —mentí. Sabía que no podía decirle tal cosa como que había ido especialmente a buscarla.
—¿De verdad? ¿Con el doctor Mayer? —sólo asentí para no tener que soltar una mentira que bien no se me daba—, ¿a qué hora? ¿Podemos hablar un rato?
—Claro —respondí a su última pregunta, si respondía al resto me descubriría.
—Vamos —me invitó y me tomó de la muñeca para colocar mi mano en su hombro y guiarme.
El silencio en los pasillos era interrumpido de vez en cuando por algún murmullo, no sabía hasta dónde íbamos pero lo cierto era que no me importaba demasiado. Tenía a ____ bajo la palma de la mano y ella no había quitado la suya de sobre la mía. Era feliz.
—Llegamos —musitó mientras escuchaba el sonido de una puerta abriéndose.
—¡¿Se puede saber dónde estabas, corazón?! —preguntó ofendido un hombre dentro de aquella habitación llena de olor a alcohol y medicamentos.
Me tensé al escucharle decir ‘corazón’ a ________.
—Se supone que debes mantenerte en tu lugar de trabajo —insistió él.
—Ya basta, Drew. Como si no conociera a alguien que se escabulle hasta rayos X cada vez que tiene oportunidad —replicó _______ amablemente tomando mi mano.
—Es muy diferente, amorcito —dijo el tal Drew y sentí la sangre hirviendo. Quería hacer algo que involucrara su cabeza y mi bastón.
—Di lo que quieras, Andrew —deletreó ____ y me sentí mejor al saber que a ella no le simpatizaba él de la manera que había pensado.
Mi frágil autoestima me había hecho creer por un momento que este tipo podría ser algo así como… el novio de ____, y por ese momento me sentí desmayar.
Claro que agradecí que Drew no fuera nada de ____… como si así ella pudiera fijarse en mí, como si estando soltera yo tuviera alguna mínima oportunidad. Casi me reí por ser tan insulso.
—Oh, no los presenté —pronunció con un tono más agudo—. Niall —adoraba que dijera mi nombre—, él es Drew, mi compañero de turno —me explicó colgándose de mi brazo izquierdo—. Drew, él es Niall, un amigo que estuve cuidando por un tiempo.
—Un gusto—mentí, tendiendo una mano que el tal Drew no tomó.
—No veo que se esté desangrando, _______, ¿Por qué lo traes a Urgencias? —espetó aquel como saludo.
—Era traerlo o ausentarme del puesto de trabajo —le recordó, el otro se quedó callado y yo sofoqué una risita con un intento de tos —. Aquí tienes un asiento, Niall —me señaló con mi propia mano para que lograra ubicarme.
—Gracias —por alguna razón supe que la sonrisa de ******* no me la sacaba nadie, ni siquiera la actitud de Andrew y su aparente sentido de la autoridad.
—Andrew… ¿podrías traernos unos cafés, por favor? —pidió ____ con un tono tan dulce que hubiera bastado para que fuera yo por los cafés. Eso si era capaz de alejarme de ella.
—Ok —gruñó Drew después de un minuto de silencio.
—Es más que nada para que nos dejara solos —pronunció _______ cuando la puerta volvió a cerrarse —. La máquina de café funciona mal así que va a tardar un buen rato en volver —rió entre dientes y me le uní enseguida.
¡Cuánto extrañaba su risa en mi solitaria y vacía casa!
—Dime… ¿cómo estás? Te ves bien —dijo pasando sus dedos por mi flequillo.
No quise pensar tanto en el movimiento frenético en mi estómago producto de aquel contacto.
—Estoy bien —afirmé con seguridad. Lo estaba si ella estaba cerca.
—Mm… creo que hay un mentiroso por aquí —susurró y la sentí ponerse a mi altura —, ¿qué es esto? —preguntó tomando mi mano vendada entre las suyas. Vacilé.
—El café me odia y lo sabes —ella rió y me quedé embobado de nuevo.
Hubiera dado cualquier cosa por poder tomar su rostro entre mis manos, por acercarme tanto que pudiera sentir su respiración acariciándome la nariz.
Hubiera dado cualquier cosa por poder verla a los ojos y tener la fortaleza suficiente para decirle las cosas que lograba en mí.
‘____, me vuelves loco’, le diría.
Sin embargo, ahí estaba ella, otra vez cuidando de mí y cambiando mis vendas por unas mejores.
Como siempre.
Y, como siempre, siendo yo el que la contemplara con la inverosímil imagen suya de mi mente.

Luz de medianoche. {Niall y tu} TERMINADAWhere stories live. Discover now