Capítulo 11 "Reconocimiento"

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_______ gimió del susto cuando aterrizamos en la cama y de nuevo su aliento me supo a dulzura aturdiéndome hasta el punto de quedarme colgado de la nube más alta.
La chica sobre mí era delgada, podía sentir su cálido cuerpo presionando el mío contra el colchón. No pesaba mucho por lo que no era incómodo de ninguna manera, al contrario, se me antojaba placentero tene...rla tan cerca. Una parte minúscula de mi cabeza pedía a gritos que se congelara el tiempo, otra más grande y racional le decía a la otra que se callara.
Estaba cubierta por un sweater de lana bastante grueso para amainar el frío. Por alguna razón siempre me la imaginaba con la bata blanca y aburrida de una enfermera, sin embargo, el uniforme no parecía ser obligatorio fuera del hospital. Me contuve las ganas de acariciar su piel bajo aquella prenda.
Su nariz rozó la mía una fracción de segundo llevándome al cielo, a una nube todavía más alta, sus cabellos cayeron sobre mi cara haciendo que el aroma de su champú llegara a mi olfato de forma intensa y devastadora, olía a naranjas… mezclados con el aroma a jazmín y fresas de su perfume. La cabeza comenzaba a darme vueltas.
Las manos de ____ descansaban entre mi pecho y el suyo, no nos separaba la suficiente distancia como para no percatarme de los latidos acelerados de su corazón. No tanto como los míos, por descontado.
Volví a sentir aquella corriente eléctrica parecida a la estática entre ella y yo, y desde mi interior atrayéndome a ella.
—Lo siento —musitó mientras se levantaba y bajándome de nuevo a la tierra —. Creo que perdí el equilibrio.
—No te preocupes, no creo haberme roto nada más —respondí con un amago de risa que ____ secundó.
Sacudí la cabeza para aclararme, ¿por qué demonios me pasaba esto?
—Eso es bueno, no me gustaría que te llenaran de yeso. Parecerías una momia —comentó.
—Oh, pensé que ya lo era. Esa es una buena noticia —ambos reímos de nuevo.
La risa sonaba tan extraña de mi boca, como si no fuera mía. Y es que había pasado tanto tiempo antes de que volviera a reír que escucharme ahora era casi como si fuera la primera vez.
—Buenas noches, ____ —dije animado mientras me acomodaba en mi cama.
—Buenas noches, Niall —susurró al tiempo que me arropaba.
Mi nombre sonaba como música de sus labios.
Pero ¿Quién era yo y qué rayos había hecho con el antiguo Niall, pensante y cuidadoso?
Los párpados me pesaban por lo que no me costó conciliar el sueño. Me zambullí en aquella espiral de paz que cada noche me rodeaba cariñosamente. Me sentía como un bebé en brazos de su madre.
Agradecí no haber tenido pesadillas, al menos no esa noche. En su lugar, mi mente sólo me rodeaba de negro –como siempre- pero a la par del negro iba el delicioso aroma a naranjas y flores…
—¿Niall? 'Horan', despierta. Son las nueve —escuché con esa voz después de una inconsciencia nocturna que adoré por lo tranquila.
Lentamente abrí los ojos mientras me retorcía entre mis sábanas.
—Buen día —saludó ________ con una sonrisa en su voz que pude detectar de inmediato.
—Buen día, ____ —respondí incapaz de no caer en el encanto de aquel sonido, e incapaz de encontrar una manera de no sentirlo así.
Me estaba acostumbrando a que ese canto fuera lo primero que escuchara por las mañanas…
¿Qué haría cuando ella terminara su trabajo conmigo? Seguiría ayudando a alguien más, de eso no había duda. Pero ese alguien ya no sería yo.
No. Eso lo pensaría más adelante.
—¿Está listo para empezar con las clases? —quiso saber mi compañera de desayuno.
—Pensé que ya nos tuteábamos —avisé tomando el último sorbo de mi café.
_______ rió por lo bajo con ese adorable repique de campanillas que me dejaba tildado.
—Tienes razón, Niall.
—Y sí, estoy preparado para empezar con las clases —agregué respondiendo a su pregunta.
—Ok, déjame ir por mis cosas a casa y vuelvo. ¿Me necesitas en los próximos quince minutos? —preguntó titubeante, quizás tenía miedo a que reaccionara como lo había hecho las anteriores veces donde ella dejaba entrever que yo la necesitaba para respirar, prácticamente. O al menos eso era lo que yo lograba entender. No quería pensar el porqué de mi cambio de actitud.
—Creo que puedo apañármelas —contesté seguro.
Debería ser capaz de estar quince minutos sin romper o romperme nada, ¿verdad?
—Eso es todo —musitó y escuché que se ponía de pie con un sonoro movimiento de silla —. Vuelvo enseguida.
____ me preguntó un par de veces más si quería quedarme en alguna otra parte de la casa pero preferí que me dejara allí, en el comedor.
Ella me despidió con apretón en el hombro y me quedé solo por primera vez desde que había sufrido el accidente, dentro de esas cuatro paredes que parecían asfixiarme sin la presencia de ____.
Todo parecía demasiado silencioso, incluso comenzaba a sentir frío. Supe que era sólo mi imaginación, ya que no podía ser posible que sintiera frío ahora y no hacía medio minuto.
Sabía que si aún tuviera la capacidad, estaría viendo el reloj cada cinco minutos, pero en su lugar y como claro signo de impaciencia, me dediqué a prestarle atención al ruido que la puerta de entrada hacía al abrirse, o quizás el tintineo de las llaves en el porche… no había nada más que silencio y eso me volvía loco.
Decidí no ignorar los latidos de mi corazón que sonaban estruendosos contra mis costillas, los oía casi sincronizados con el ‘tic tac’ del reloj colgado en alguna parte de la pared frente a mí. Me estaba poniendo tan nervioso que incluso podía contarlos.
Diez mil novecientos dos latidos. Suspiré ansioso.
“Y eso, ¿a santo de qué? Es sólo _______.” Me dije a mí mismo en mi fuero interno y al instante me corregí.
“¿Cómo ‘sólo ________’? Ella no era ‘sólo ella’… Entonces, ¿qué podía ser? ¿Por qué significaba tanto para mí?”
—¡Volví! —avisó la chica con voz cantarina.
Casi me estrello contra el suelo del susto, debería dejar de sumirme en esas cavilaciones sin sentido.
—Espero no te hayas aburrido tanto —pronunció cuando entró al comedor.
—No te preocupes. El silencio es salud, dicen.
—Prefiero la música, la verdad —comentó y estuve de acuerdo con ella —. ¿Y bien? ¿Estás listo?
—No sé —dudé medio en broma y medio en serio. El miedo a fracasar seguía allí.
_______ soltó una risita.
—Ok, comenzaremos cuando estés listo —musitó y escuché un ruido sordo aterrizando sobre la mesa.
—¿Qué fue eso?
—Ah, son unos libros en Braille de mi tío, el que te conté. Es prosa romántica, espero te guste el género. Sino vería la forma de encontrar otros…
—Me gusta —la interrumpí.
—Que bueno.
—Oye, no me hagas caso, estoy listo para empezar —dije con algo muy parecido al entusiasmo. Me sorprendí de mí mismo de sólo escucharme.
—¿De verdad?
Asentí con la cabeza una vez, esperé que me estuviera viendo.
—Ok.
—Pero vayamos al cuarto, estoy empezando a tener frío —expliqué, además allí estaría más cómodo, supuse.
—Si lo prefieres… tú lleva los libros y yo empujo —decidió y sentí que me ponía algo de peso sobre las piernas.
Por lo que pude palpar mientras _______ empujaba, eran dos libros de gruesas hojas y bastante pesados.
Me ayudó a sentarme en la cama, me cubrió prestamente las piernas con el edredón y corrió la silla de ruedas a un costado.
—¿Me haces un lugar? —preguntó. Fruncí el ceño confundido.
—¿Cómo?
—Si puedes moverte un poquito a tu izquierda, así puedo sentarme a tu lado… si quieres —agregó.
Mi corazón aceleró su marcha de imaginarme en esa situación y sólo pude atinar a deslizarme para darle espacio.

Luz de medianoche. {Niall y tu} TERMINADAWhere stories live. Discover now