ANNABETH

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Debía llegar al orfanato lo antes posible mientras la señorita Hannigan estuviera dormida, o inconsciente por la borrachera que cogía todas las noches.

No se que pasó por mi mente pero decidí que ese día pasaría por los barrios de la gente rica que quedaba más cerca de mi trayectoria. Otra vez corrí por las calles sintiéndome una fugitiva de la ley. Solo quería saber si Thalia se encontraba bien. Puede que intentara esconderme que sus padres tenían mucho dinero pero yo siempre conseguía la información. Esta vez fue gracias a Rachel que me habló de un chico llamado Jason Grace y poco a poco descubrí la verdadera historia. Bueno, más bien me contó lo bueno que estaba su amigo Peter Johnson, o era Prissy. Ah, ninguna de esas, su nombre era Percy Jackson y tengo que decir que en ese momento no me interesaba ni su existencia ni sus ojos a saber de que color eran porqué sinceramente no estaba escuchándola. 

Desde entonces yo evitaba a Thalia y a Luke siempre que podía pero esa noche mi instinto de hermana decidió tomar el control de mis acciones. Mi instinto de hermana parecía estropeado esa noche a decir verdad.

Aún así no encontré nada que me pudiera decir que estuviera bien.

Continué con mi camino acelerando el ritmo cada vez más pero progresivamente. Esa técnica me había convertido en una gran corredora aumentando mi fondo físico y mi velocidad tras diez años.

Pasé por delante de la tienda de Dédalo, un hombre que parecía que su cuerpo no era suyo, más bien un autómata. Me ofreció "trabajo" cuando tenía quince años. Trabajo va entre comillas porque en realidad no me pagaba pero me daba dinero si lo necesitaba y en mi cumpleaños número dieciséis me regaló una de sus creaciones. Un portátil.

Para cualquier otro adolescente sería como: ¿Qué tiene de especial un portátil? Cuando eres un huérfano en Harlem, todo. Era una forma de sentirte más normal.

Cogí sin pedir permiso un cubo naranja fluorescente que contenía unas flores algo marchitas de la tienda de Dédalo dispuesta a usarlo en mi genial plan de "Entrar sin que Adriane Hannigan se ponga a contar su vida por Annabeth Chase."

-Oye chica.- me dijo Dédalo- ¿Cómo te fue?

-No.- respondí sin mucho entusiasmo mientras sujetaba el cubo con mis dos manos- ¿Puedo?- pregunté señalando el cubo con mi barbilla

-Claro,- me contestó él- siempre que las hagas llegar a mi dama.- dijo señalando a las flores de dentro del cubo

-Gracias.- dije sonriendo y volví a correr hacia el orfanato

Me paré en la puerta volteando el cubo hacia abajo y subiéndome encima de él para poder alcanzar la escalera de incendios por la que subí intentando hacer el menor sonido posible. Entré por la ventana que daba al salón que siempre estaba abierta. 

El orfanato era simplemente un segundo piso de un demacrado edificio en Harlem, Nueva York. El bloque consistía en dos habitaciones para poder dormir, un salón con una televisión de esas que parecía un cubo, un baño minúsculo y una cocina que se caía a pedazos. Todo eso conectado con un pasillo lleno de fotos de la señorita Hannigan en su época de cantante. 

Pasé sigilosamente por el salón y la mayor parte del pasillo pero cuando estaba a punto de alcanzar mi habitación, en la que dormíamos todas las niñas, una voz me hizo detenerme.

-Congélate.- dijo la señorita Hannigan caminando hacia mi chocando con obstáculos invisibles- Dije congélate pequeña rata. Se que me oíste.

Solté un suspiro de derrota mientras me daba la vuelta mientras afrontaba mentalmente mi destino.

-Ven acá.- insistió apoyándose en una pared y poniendo su brazo izquierdo en su cadera a modo de jarra

Caminé intentando formar un plan para escaparme pero en ese momento no tenía los materiales necesarios para llevar a cabo mi plan. ¿Asesinato? Descartado.

Annie [Una historia de Percabeth]Where stories live. Discover now