Capítulo 37

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« Te conozco. Quizá no de esta vida. Pero mi alma te ha reconocido. De no ser así, mi corazón no latiría así de rápido al verte y no sentiría esta desolación al saber que en algún momento yo te perdí. Sobre todo, no sentiría esta alegría por volverte a encontrar con la promesa que me hiciste de ser feliz cuando nos reencontráramos»
...
La música cambia y todos comienzan a sentarse en las mesas. Andrómeda avanza al ver que él no dirá nada. Tampoco esperaba demasiado de él.  
Jadea al sentir como la toma de la cintura y la desvía del camino hacia la mesa que le corresponde.

—¿Qué haces? —  no obtiene respuesta. Elliot la sostiene con fuerza y acelera el paso, llevándola fuera del salón bajo la mirada curiosa de todos. Cuando los pierden de vista, se sacude, molesta —¡Cielos! ¡¿Pero qué crees que haces?! Eres el anfitrión de esta fiesta no te puedes escabullir de esa manera ¡Elliot! ¿Me estás escuchando?

Entraron por un pequeño pasillo, al final del mismo había una puerta con un cartel que tiene escrito "Cuarto de servicio". Elliot no lo piensa dos veces, la abre e ingresa con ella.

Andrómeda ve todo a su alrededor, anonadada y sin comprender la razón por la que se encuentra en un cuarto de mantenimiento y no en la fiesta

¡¿Acaso va a encerrarla a allí?!

—¡¿Acaso estás loco?! ¡¿Por qué razón estamos en este lugar?! ¡¿Piensas dejarme encerrada aquí simplemente porque no quiero seguir con esto?! Porque déjame deci...mmm...— los labios de Elliot ahogaron sus palabras.
 
Elliot rodea su cintura y la atrae hacia su cuerpo, gimiendo contra ella, extasiado porque por fin pudo besarla después de largos y tortuosos días. Ella también suspira, enrollando sus brazos alrededor de su cuello y lo atrae, no queriendo separarse de él.

—Andrómeda...Extrañé tanto besarte...

Ni siquiera sabe porque lo está haciendo o porque la besa y acaricia como si fuese su último día de vida. Lo cierto es, que escucharla pedirle que se alejara, pensar en el solo hecho de no estar junto a ella, lo enloquece.

Es egoísta. Un maldito egoísta.

Pero no puede detenerse.

Esa sensación inexplicable y abrumadora vuelve a inundarlo.  Ese sentimiento que siempre aparece cada vez que está con ella hace presencia con más fuerza que antes, logrando que no quiera dejarlo ir nunca.

Sus gemidos, sus susurros, su piel oscura y suave. Lo vuelven loco.
Todo el cuerpo de Andrómeda se sacude ante las sensaciones abrumadoras que le provocan sus besos.

 No puede detenerlo, ni siquiera su oarte más racional quiere hacerlo. Es como si todo su cuerpo lo recibiera como una parte vital suya.

—Elliot…

—¿Quieres que me aleje?— la mira, devastado.
 
No quiero— cofiesa rendida.
Su oración es como un efecto dominó de emociones que desembocan súbitamente.

Elliot sube su vestido un poco más arriba de sus muslos. Andrómeda jadea al sentir la reacción de Elliot ante su cercanía contra su parte más sensible. La sensación la ambarga de placer y lujuria.

Los besos de Andrómeda se tornan más lentos. Acaricia el cabello de su esposo con calma y besa cada rincón de su rostro con dedicación. Elliot baja la intensidad de sus caricias, disfrutando de aquella intimidad que pone sus latidos a tope. Lo que más amaba de estar con Andrómeda no era el placer que le provocaba, sino el sentimiento de familiaridad y pertenencia que lo llenaba. Como si ella fuera su único lugar.

Esas emociones contenidas terminan  por explotar dentro de él al ver la forma en que ella lo miraba.

Esos ojos…

DULCE ATADURA (EL AMOR DE MIS VIDAS#1)Where stories live. Discover now