Capítulo 1: 'Close the door, and throw the key away'

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Hace 2 años que la joven vivía en Londres, el gris se teñía en cada rincón, y podía verse una tormenta a la vuelta de la esquina. Estaba en su habitación, tranquila. No tenía nada para hacer, nunca tenía planes. Supongo que era por la falta de amigos, o incluso de más personas, en su vida. Escuchaba la radio; pasaron su canción favorita y esbozó una sonrisa. Se paró y comenzó a mover las caderas mientras terminaba de guardar la ropa que anteriormente había planchado. Escuchó a su madre gritar su nombre muy fuerte y bajó el volumen del estéreo.

Su madre, una señora de unos treinta y tantos, de cabello marrón claro y grandes ojos café; llena de pecas y con una hermosa y blanca sonrisa, la llamaba desde el comedor. Le había pedido los víveres justos y necesarios para la semana, para ello, tendría que salir a comprar. A decir verdad, a Shanie le gustaba bastante salir, despejarse, y no pensar en cada día que Estefanía [una de sus compañeras de clase] le hacía la vida imposible.

Era increíble la habilidad que tenía esa muchacha de largas extensiones y faldas cortas para hacerla enojar. Era una de esas clásicas 'chicas fáciles' que tenían detrás suyo a dos, tres como mucho, "amigas". Porqué no eran muy amigas que digamos. Se dedicaban a chismosear entre ellas de las vidas de las demás personas, pero cuando estaban solas, se destrozaban entre ellas. Era patético, siempre cagándose entre ellas. Siempre traicionándose.  "Con amigas como ellas ¿Quien necesita enemigos?" -Pensó mientras terminaba de bajar el último escalón de la escalera de un salto. Adoraba hacer eso, por más que su madre la regañara, incluso después de torcerse el tobillo haciéndolo.

Ató su largo y ondulado cabello castaño, y despejándose algún que otro mechón del rostro agarró sus llaves y se dirigió al mercado. No estaba muy lejos de allí ni tampoco del centro, unas cinco cuadras como mucho; le hubiera gustado llevar consigo un paraguas en el momento en el que empezó a correr para protegerse de la tormenta que caía sobre ella. No conocía a nadie de por allí, tampoco tenía amigo alguno al cual llamar. Lo único que podía esperar era que pase la tormenta y buscar algún sitio en el cual refugiarse. Con los ojos tapados por la lluvia, trató de entrecerrarlos un poco. A lo lejos de un pasaje divisó una casa.

Una pequeña casa, abandonada y con un techo amplio. Sentía miedo, pero era mejor que esperar a mojarse por completo, o que algún ladrón aprovechara la circunstancia para robarle algo de lo poco que traía consigo. La casa tenía un aspecto viejo y gastado, parecía abandonada, y sin valor alguno. Detrás de ella, dos compañeros de colegio, a los cuales ella llamaba "Imbéciles", aparecieron. Shanie parecía no darle mucho significado, aunque esta reaccionó cuando uno de estos comenzó a fastidiarla tomándola del brazo.

-Imbécil nº1 no te metas conmigo. No estoy de buenas hoy. -Exclamó Shanie mientras movía el brazo que anteriormente Jason había sujetado {Jason & Marcos Brown, los gemelos a los cuales el personaje llama "Imbéciles"} para fastidiarla.

-No hasta que no pagues todo lo que nos debes. -Musitó de forma arrogante Marcos, su hermano. -Sabes, una buena forma de pagarnos sería un trio. -Esto era realmente el colmo para ella.

-Buena esa. Con ese cuerpito, ¿Quién se negaría ante tí gatita? -Acompaño esta vez Jason, que volvió a sujetar del brazo a Shanie, comenzó a reír.   -¿Te crees que alguien en su sano juicio estaría contigo Imbécil? -Exclamó con aires de grandeza la castaña. Comenzaba a enojarse, y sentía que si Jason no la soltaba pronto, explotaría.   -¿Te crees lo máximo? Pues déjame decirte que no lo eres. Ni siquiera tienes un mísero amigo ¿Nos puedes explicar como carajo haces para sentirte tan superior? Eres una mierda, una cucaracha. -Vociferó Marcos mientras tomaba a Shanie de los hombros y la empujaba al interior de la demacrada casa. Comenzó a gritar, pero ellos ya estaban lejos en algún lado, riéndose y sintiendose gran cosa.   Ella comenzó a gritar, sin saber desde donde saltar, Shanie comenzó a desesperarse. El interior de la casa no parecía abandonado, pero algunas de las sabanas que cubrían ciertos muebles le parecían aterradoras. Todo estaba oscuro, y tenebroso. Con el cielo gris, y la mala suerte de que estuviera anocheciendo en Londres, a Shanie se le dificultó mucho la visión. Jason y Marcos se habían asegurado de cerrar con traba la puerta. Hacía frío, mucho frío y la castaña no encontraba nada con lo que refugiarse. Shanie maldijo cada segundo desde que estuvo sentada allí, en el húmedo piso de ceramica. Solo habían pasado unos 30 minutos desde que Jason y Marcos la habían dejado encerrada allí, pero la pobre sentía como si cada segundo estuviera siendo multiplicado por diez. Su celular había muerto y no tenía otro medio de comunicación. “Definitivamente pagarían esos dos imbéciles, ya se las verán conmigo”-Pensó. Aunque sus pensamientos no fueron más que ello, puesto que la cerradura comenzó a abrirse. La jovencita no sabía dónde ocultarse, y simplemente se quedó parada ahí, sin mucho que decir. Sea quien sea la persona que vivía aquí tendría que comprender lo que le había ocurrido... ¿No es así?

Llorando no se solucionan los problemasWhere stories live. Discover now