Tenía once años, cuando Mike llegó por mí, diciendo que ahora viviríamos en un mejor lugar, una casa de verdad.
No entendía como diablos lo haríamos, como pagaríamos la renta de una casa, si ni trabajo teníamos, pero lo seguí, ciegamente lo hice.
Porque si había alguien en quien confiara mi vida, ese era Mike.
Llegamos a una especie de cabaña, bastante vieja y maltratada, pero mejor que vivir en la calle, era.
Entramos, y nos encontramos con un lugar lleno de polvo y tierra. Algunas ventanas rotas, un viejo sofa agujerado en medio de la sala, con algunos resortes hacia afuera, y una chimenea llena de cenizas esparcidas.
Y por primera vez, sentí que finalmente tenía un hogar. Mike me miró, y sonrió, dándome un golpe en el hombro, con el suyo.
A pesar que él tenía deicisiete ya, sólo me llamaba una cabeza de diferencia. Y no sabía si es que yo era muy alto para mi edad, o él muy bajo.
Le pregunté como haríamos para pagar aquello, y él me dijo que no debía preocuparme por nada, sólo por estudiar.
Aquello me había descolocado completamente. Con once años, jamás había ido a una escuela, y lo poco que sabía contar y leer, lo había aprendido de Mike.
Mi hermano me habla dicho que me había inscripto en un colegio a muy pocos kilometros de mi casa, que no era bueno que un niño de mi edad, continuara sin educación, y tanto tiempo vagando por calles.
Creo que a veces se olvidaba que él también había pasado por lo mismo a mi edad.
Mientras yo iba a clases, Mike se encargaba de hacer las tareas del hogar, dejar la comida hecha para mi, y descansar, hasta que yo volviera a las siete de la tarde.
Es entonces cuando se iba, jamás me decía a dónde, sólo desaparecía durante horas.
Yo por mi parte, debía quedarme en la cabaña. Tenía prohibido salir, y la verdad, es que le obedecía por el terror que tenía, al volver a pasar por lo mismo.
Sabía que era más grande, y esta vez podría defenderme de cualquier depravado que quisiera tocarme.
Pero la realidad, es que me asustaba la noche, y todo lo que en ella existía.
Era un mundo distinto cuando el sol se ocultaba. Era como si Dios se cubriera los ojos, y se tapara los oídos.
Las cosas que vimos, y vivimos con Mike, nadie las creería. O no quisieran hacerlo.
Durante las noches en la calle, él solía abrazarme a su pecho, tapar mis oídos, y cantarme hasta que me durmiera, para que no escuchara los sonidos que me aterraban.
Sé que mi hermano dormía muy poco por mí, y aún recuerdo cuando manchó sus manos por primera vez.
Sólo me había defendido, evitando que una vez más... Alguien se aprovechara de mi.
Y Mike no lo había dudado, con el mismo cuchillo que preparaba nuestras comidas, lo había apuñalado, una y otra vez, hasta que el tipo no volvió a moverse jamás.
Luego de eso, tuvimos que huir, dejar lo poco que teníamos en nuestro refugio, por temor a que alguien quisiera vengarse, o simplemente, nos denunciara.
Y no lo entendía, o no quería aceptarlo, porque sólo a mi me pasaba ese tipo de cosas.
Hasta que un día, un viejo borracho me dio una pista.
"—Con ese cabello largo, y tus ojos claros, pareces una niña. ¿Seguro no quieres ganarte unos billetes?" —Me había preguntado arrastrando sus asquerosas palabras, sonriéndome de una forma vulgar.
Desde ese día, jamás volví a dejar que mi cabello creciera, y aborrecí el color de mis ojos, deseando que fueran oscuros, negros, como los de mi hermano.
Me odiaba a mi mismo por lo que era, y odiaba a mi madre, porque Mike decía que me parecía a ella.
¿Por que diablos no podía parecerme a mi padre? ¿Por qué no podía ser como Mike?
Odiaba mi rostro, y mi cuerpo delgado. Odiaba todo en mi, y por eso siempre vivía ocultándome, para que nadie me viera... Para que nadie volviera a intentarlo.
...
Última partecita antes de dormir 💕😪 mañana prometo responder todos sus comentarios, pero juro que los leí 😘💕❤ las amo bellezas
