Sólo es un niño como yo, pero su presencia emana una madurez tan lejana a la mía. No respondo nada y me doy la vuelta antes de meterme en problemas, no obstante su mano que sostiene a la mía impide que dé un paso adelante.

—Espera, no huyas. Solo soy un invitado, es decir, mis padres lo son. Así que venimos en son de paz —el tono de su voz es profundo y con una pizca de amabilidad— perdón si mi presencia te asustó, sé que están pasando por una situación difícil por lo que no es raro que se pongan en guardia cuando de extraños o extranjeros se trata —continua al notar mis pocas intenciones de hablar— me sentía mal así que vine a descansar a este lugar, que para ser sincero no sé como llegué a él.

— ¿Ya se ha atendido con un doctor? Si se siente mal no puede dejarlo como si nada.

—Solo es una fiebre insignificante. Debe ser al cambio de clima, pero nada por qué preocuparse —suelta mi mano—. Y bien, ¿puedes mostrarme tu rostro? Necesito que me muestres la salida.

—Lo siento, tengo que irme, no puedo estar fuera mucho tiempo —no debería de estar rompiendo la promesa que hice con mis padres. Empiezo a regresar por donde había llegado.

— ¡Espera! —Grita acompañado con un sonido de queja. Debido a ello volteo a verlo, pero él se encuentra totalmente en suelo.

—Se ha desmayado.

Puesto a que solo soy un niño de siete años ¿qué puedo hacer? ¿Cargarlo? Para mi fuerza sería imposible. Lo acerco como puedo al lugar donde lo encontré para que al menos el árbol le dé un poco de cobijo.

—Bien, si lo dejo aquí alguien tendrá que venir por él ¿no? —Sin embargo no puedo evitar sentirme ansioso y preocuparme por él.

En cuestión de minutos voy por algunos trapos, agua y un poco de jarabe para su fiebre. Cuando regreso a ese cerezo el aún se encuentra dormido. Al tomar su rostro me doy cuenta que arde en fiebre así que coloco un trapo mojado sobre su frente y con ayuda de una jeringa le doy un poco de jarabe para bajar su fiebre. Estudiar un poco con libros de medicina tendría que servirme de algo ¿no?

Para evitar que estuviera incómodo tuve que ponerlo en mi regazo, al menos tendría que esperar a que despertara para que se fuera por su propia cuenta. La tarde que empieza a matizarse con colores rojizos y la persona que sigue durmiendo sobre mí sigue sin despertar, pero al menos su fiebre ha bajado.

Toco su rostro con el dorso de mi mano recorriendo cada parte de él y efectivamente tiene características muy finas y muy delicadas. Sus ojos, su piel y su cabello son tan inusuales a lo que he visto anteriormente, me causan conflicto y curiosidad sobre saber de él. No puedo sospechar de él aunque quiera, pues se ve tan indefenso que sería imposible que fuera alguien de peligro. Sin duda es una persona bella y sin razón alguna me hace sentir tranquilo, pues mis ataques de ansiedad que se hicieron presentes después del rescate por primera vez no los he sufrido, al menos por hoy.

— ¿Has despertado? —Aparto mi mano en cuanto veo que sus ojos poco a poco se abren —Será mejor que te marches de este lugar. No está permitido que cualquier persona esté en él —se levanta de mi regazo y observa hacia los alrededores.

—Es gracias a ti que me siento mejor ¿no es así? —Sonríe. Al parecer ha ignorado lo que le he dicho—. Mi nombre es Viktor Nikiforov —extiende su mano después de presentarse.

Él espera con su mano extendida, mientras mi mente es un mar de dudas sobre si es buena idea o no que una persona desconocida sepa de mí. Sin embargo es solo un niño y no puedo sentir malas intenciones viniendo de él.

—Yo soy Yuri —sólo mi nombre basta. No tiene que saber que soy el príncipe, al menos es una manera de protegerme. De protegerlo a él. Estrecho su mano y puedo sentir una energía cálida recorrer por mi cuerpo, su mano es suave y a pesar de que su piel pareciera ser de hielo, su temperatura no se asimila a nada a él.

Hielo ❄️Where stories live. Discover now