Capitulo 5.- Olvidar, perdonar, padre.

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En el invierno, decidí ir al cementerio y llevar algunas flores a la tumba de mamá, el chico del piano y Belén me acompañaron, al llegar a la entrada se podía escuchar la voz de una persona cantando algo que no podíamos distinguir, de repente la pequeña Belén grito:

- Es la canción de la isla, es en japonés, ¡Vamos a ver! -Se mostraba muy entusiasmada.

Al llegar cerca de la tumba de mi madre se encontraba un señor muy alto, robusto y con una gran gabardina color café oscuro, cantaba con mucha fuerza, llevaba un ramo de flores en la mano, el cual coloco muy cuidadosamente en la tumba de mi madre. Al percatarse que estábamos ahí, se limpio el rostro y abandono el lugar lo mas rápido posible.

-¿Quién era? ¿Lo conoces Marco?, pregunto Belén girándose hacia mí.

-No tengo idea- fue mi respuesta.

Al regresar a casa, había mucho alboroto, el tipo de la gabardina estaba hincado frente a mi abuelo, lo observaba de una manera que no entendía, mi abuela por otro lado estaba detrás de mi abuelo con una escoba en la mano.

-¡Vete de aquí!- replicaba mi abuela.

-Lo siento, solo quiero ver a mi hijo, por favor.

-No lo entiendes, ¿Verdad?, no permitiré que le hagas mas daño a esta familia- mi abuelo estaba furioso, lo tomo del cuello y lo trato de empujar sin mucho resultado.

-¿Qué está pasando abuelo?- pregunte casi de inmediato.

-Marco, hijo ¡no!- fue su expresión antes de dirigir su mirada hacia a mí, al verme, fue como si se desvaneciera de repente, se le vino un colapso y cayo frente a los brazos del hombre.

Me acerque apresuradamente hacia él, el tipo de la gabardina fue más rápido, tomo a mí abuelo en sus brazos y lo levanto con mucha facilidad, mi abuela rompió la escoba en la espalda del tipo enorme. El solo se dio la vuelta, corrió hacia su auto al otro lado de la calle, le seguimos en la camioneta de Ramiro. Al llegar el auto ya estaba aparcado frente al hospital. Mi abuelo estuvo en estado de coma por 3 días, el señor de la gabardina esperaba afuera de su habitación, no nos dirigía la palabra y mi abuela se mostraba muy disgustada con él.

A la mañana del cuarto día, mi abuelo despertó y fuimos a verlo.

- ¿Me permiten verlo y hablar con él?- pregunto el señor de la gabardina.

Mi abuelo hizo una señal que le dejaran pasar.

-¿Qué deseas?- preguntó mi abuelo a manera de suspiro mientras se acomodaba para incorporarse.

-Deseo pedir perdón, aunque sé que no sirve de mucho. Deseo poder ayudarlo con la crianza de mi hijo.

Mi abuelo permaneció en silencio un tiempo, después repuso:

-No soy yo quien debe de tomar esa decisión, Marco acércate por favor.

Di un paso hacia adelante, estaba temblando sin darme cuenta. Mi abuelo extendió su mano, yo la sostuve suavemente pero con firmeza.

-Hijo, no soy yo quien debe de decidir si darle otra oportunidad, él es tu padre. No te pido tomes una decisión ahora, vamos a hacer algo- decía mi abuelo mirándome directamente a los ojos, con su mirada llena de ternura y determinación.

-Le daremos un mes, que te ayude en el negocio ya que yo no podre hacer mucho desde aquí, Marco enséñale el oficio y si después de ese mes decides seguir viéndolo así será, ¿Estás de acuerdo?- comento mi abuelo al dirigirse a mi padre.

El asintió y se hinco.

-Yo prometo...- mi abuelo lo interrumpió con la mano.

-No prometas nada, solo hazlo y si Marco decide que te vayas, así será.

EL chico del pianoWhere stories live. Discover now