34: Año nuevo, vida nueva, parte II

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Él intentó bajar las tiras de mi vestido, y casi sufro un infarto. Pero lo disimulé con una sonrisa hipócrita y le hice una seña para que entendiera que todavía no. Lo que en idioma Maggie significaba: «ni en tu sueños».

Cuando intentaba oponerse a quitarse el resto de la ropa, mis hábiles dedos acariciaban sutilmente sus hombros y su pecho para insinuarle con falsedad que nos estábamos dirigiendo a algo, que mantuviera la esperanza. Hasta que finalmente se quedó en ropa interior.

Paso número cuatro: muéstrale un poco y lo tendrás donde quieres.

Di unos pasos hacia atrás y mordí mi labio inferior bajando solo una tira de mi vestido, indicándole que era mi turno. Pero no lo haría allí. Le pedí que cogiera sus cosas y me siguiera hasta la terraza, donde la brisa fría nos hizo titiritar al instante.

—Espero que hagas que todo esto valga la pena, Maggie Wright.

Cuando llegamos al borde de la terraza me acerqué a él y llevé mis manos a su nuca para luego recortar la distancia entre nosotros.

—Lo que tú no sabes, y desde luego no descubrirás jamás, es que conmigo todo vale la pena.

Paseé mi dedo índice por sus labios y le sonreí con superioridad. Sabía que él se sentiría contrariado entre lo que acababa de escuchar y lo que físicamente le estaba insinuando. Y fue en ese momento de consternación cuando cogí la ropa que él tenía en las manos y ágilmente la lancé al aire, despidiéndose definitivamente de su dueño.

—Por cabrón —fue todo lo que pude decir.

Antes de que su pequeño cerebro se despertara del trance y del shock, me dirigí rápidamente a la puerta de la terraza, la cual en ese momento alguien justamente estaba abriendo. Escuché a Ian gritarme cosas mientras se aproximaba a mí, pero logré cruzar la puerta y la cerré con pestillo.

Cerré los ojos y llevé una mano a mi corazón agitado mientras calmaba mi respiración. Detrás de mí, Ian golpeaba la puerta con fuerza, gritando toda clase de amenazas e insultos. Cuando finalmente estuve más calmada, abrí los ojos y me encontré con la persona que había abierto la puerta mientras yo corría por mi vida.

— ¿Qué ha sido todo eso? —preguntó.

—Una pequeña lección —respondí sin aliento. Tom me miró con el ceño fruncido, probablemente juzgando la manera en que manejé la situación—. ¿Cómo sabías que estaba aquí?

—Te vi salir con Ian de la fiesta, y asumí que algo no estaba bien. Solo por si acaso te seguí, y déjame decirte que presencié algo bastante perturbador.

Me reí y le puse los ojos en blanco.

— ¿Volvemos al salón? —le cogí del brazo.

— ¿Vas a dejarlo allí afuera? Hace como seis grados.

—Jack y Rose pasaron horas sobre una tabla en el mar a temperaturas inferiores. Creo que Ian podrá manejar esto, además la rabia seguro le mantendrá el cuerpo caliente un buen rato.

—No sé si viste la misma película que yo, pero Jack murió —mencionó, pero cuando lo fulminé con la mirada, alzó los brazos rindiéndose—. De acuerdo, tú ganas. Pero después de las doce hay que avisarle a alguien de seguridad.

Asentí con resignación y, dejando a Ian detrás todavía golpeando la puerta, nos dirigimos al elevador. Vale, tampoco era tan desalmada y muy en el fondo me dio un poco de lástima dejarlo semidesnudo y expuesto al frío invernal de esa manera, pero lo merecía.

Cuando regresamos al salón donde se llevaba a cabo la fiesta de Año Nuevo, parte del personal de protocolo nos entregó lo que sería el kit de celebración: lentes de plástico con un gran 2018 encima, sombreros coloridos, pitos y demás.

Vendiendo el amor © ✓ [Vendedores #1]Where stories live. Discover now