27: Una noche para recordar, parte I

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Capítulo 27 | Una noche para recordar, parte I

Solamente cuando estaba en el elevador del edificio de Nathaniel junto a Tom y mi padre, Clint, me di cuenta que quizás, solo quizás, la tarde podría tornarse incómoda. Aunque sabía que Nate era un hombre prudente cuando deseaba serlo. De todos nosotros, él era el más político, el que sabía qué decir y cuándo decirlo. Aunque también sabía cuándo joderte con palabras políticamente correctas.

—Mis dudas se han disipado —habló mi padre con una risilla—. No sabía si al lugar donde íbamos habría cable para ver el partido de hoy, pero en este edificio tan elegante, ese no debería ser un problema.

—El problema no es el apartamento, sino el dueño —murmuró Tom.

Él y Nate no se llevaban mal, pero tampoco eran realmente amigos. Además Tom pareció alejarse casi completamente de él cuando sucedió el incidente de Ian, pues según Tom, Nate no era una persona de fiar.

Sin embargo Brianna tampoco lo era y a él no le molestaba introducir a su pequeño amigo en la anatomía de la rubia del mal. Así que las opiniones y decisiones de Tom me parecían contradictorias.

Nathaniel abrió las puertas y nos sonrió casi de manera forzada.

—Pijamas. ¿De verdad estás en pijamas, Nathaniel Jones? —pregunté un poco incrédula.

Él siempre andaba bien vestido, con una colonia que inundaba todas las calles a la redonda. Y ahora nos recibía con un pantalón de algodón gris, una franela azul marina, y un par de crocs que cubrían sus calcetines.

¿Quién usaba crocs con calcetines?

—No quería celebrar Acción de Gracias en primer lugar —con un gesto nos invitó a pasar, y eso hicimos.

Nate cogió las bolsas que yo cargaba en la mano sin siquiera pedírmelas, para dejarlas en la cocina. Nemo corrió hacia nosotros y no pude resistirme a cargarlo y hacerle mimos.

—Bueno, ya que Wright no nos ha presentado, lo haré yo —habló Nate acercándose a mi padre—. Yo soy Nathaniel Jones. ¿Usted es?

Mi padre sonrió y estrechó su mano con la de él.

—Clint Wright, el padre de Maggie.

Nathaniel se ahogó con su propia saliva y palideció. Luego me miró con cierta confusión y al mismo tiempo reclamo.

—Había olvidado comentarte que mi papá iba a estar en Nueva York un par de días —sonreí con inocencia. Mi padre nos miró sin comprender nuestro juego de miradas y ante la expresión burlona de Tom, decidí salvarnos el trasero—. Papá, acompáñame a la sala allí podrás ver el partido.

—De acuerdo, cariño —asintió como soldado recibiendo una orden.

Cuando dejé a mi padre en la sala con Tom y regresé a la cocina, me encontré con un Nathaniel de brazos cruzados y ceño fruncido.

—Menuda cosilla olvidaste comentarme, Wright —sus labios formaban una fina y recta línea—. Al menos me hubieses mandado una señal de humo para darme una ducha. Acabo de conocer a tu padre y huelo a perro callejero.

Me acerqué a su cuello de una manera casi tentadora para comprobar sus palabras. Pero no, todavía desprendía un suave olor a colonia que era tan provocador como siempre.

—No hueles a perro callejero, hombre dramático —susurré. Él miró por detrás de mi hombro cerciorándose que no hubiese moros en la costa y luego posó sus manos en mi cintura con una sonrisa pícara—. Aunque me causa gracia verte nervioso por conocer a mi padre. Te advierto que es un veterano, así que no hagas comentarios imprudentes si no quieres que él te patee el trasero.

Vendiendo el amor © ✓ [Vendedores #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora