Capítulo 1

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  • Dedicated to Las Hijas del Sol
                                    

Iba de camino al instituto. Llevaba la mochila colgada al hombro y la carpeta en la mano pero la cabeza en otro lado, con él. Ahora él se había ido y no podía hacer nada.

Llegó a clase y se sentó en su sitio. No hablaba. No quería hablar con nadie. Solo quería pensar. Pensar en él.

¿Por qué? ¿Por qué se tenia que haber ido a Estados Unidos? Ni siquiera le dio tiempo a decirle lo que sentía por el. No se atrevió. Se lo pensó demasiado y perdió su oportunidad.

¿Cuándo lo volvería a ver? Dijo que se pasaría todo el verano y el siguiente curso allí.

Era su culpa, todo eso le pasaba por haberse enamorado de él.

En todo eso pensaba Aurora mientras el profesor de matemáticas explicaba en la pizarra.

-Aurora, sal a la pizarra a hacer el problema que acabo de explicar.-le dijo el profesor sacándola de sus pensamientos.

-¿Qué…?

-Aurora,-la interrumpió él.-es la quinta vez en esta semana que te he pillado en mi clase pensando en otra cosa.

-Lo siento, no volverá a ocurrir.

-Eso espero, porque como te vuelva a ver en la luna en mi clase, llamo a tus padres.

En ese momento sonó la campana que anunciaba la hora del recreo.

Pasaron las horas del día lentas y cansadas hasta que llegó la hora de volver a casa. Recogió sus cosas y se fue tranquilamente. No tenía prisa.

Iba camino de su casa cuando se tropezó con algo (o mejor dicho, alguien) y la carpeta que llevaba en la mano se le calló y todos los papeles se esparcieron por el suelo.

-Perdón, es culpa mía.-logró formular ella recogiendo los papeles del suelo.

-No te preocupes, no pasa nada. Te ayudo.-dijo el extraño agachándose para ayudarla.

-No, no hace falta que me ayudes.-dijo Aurora terminando de recoger el último papel e incorporándose. Él también se levantó y, por un momento, sus miradas se cruzaron. Él tenía unos ojos verdes que harían que cualquier chica se derritiese con solo mirarlos. Aurora se ruborizó y apartó la mirada rápidamente.

-Me llamo Santi, ¿y tú?-dijo él.

-Yo me llamo Aurora.

-Pues encantado de conocerte, Aurora. ¿Quieres que te acompañe a casa?-él sonrió. Tenía una sonrisa preciosa.

-No, gracias. No te conozco.-dijo Aurora secamente. Intentaba parecer segura pero lo cierto es que le daba mucha vergüenza. Siempre había sido muy tímida.

Aurora se dio media vuelta y se fue.

-¡Espera!-dijo Santi siguiéndola.-Podríamos conocernos mejor.

Aurora se paró en seco y le miró. ‘’La verdad es que era muy guapo’’, pensó, pero pronto apartó esos pensamientos de su cabeza. ¡No le conocía!

-No.-fue lo único que le respondió. Y se fue corriendo a su casa para que no la pudiera seguir.

 Al día siguiente, al salir del instituto, Aurora vio a Santi en la puerta de su instituto.

-¿Qué haces aquí?-le preguntó ella cuando llegó hasta donde estaba él.

-Esperarte, ¿no lo ves?-le contestó como si fuera obvio.

-¿Y por qué me esperas?

-¿Tú por qué crees? Cuando te miré a los ojos ayer tuve una sensación que nunca había tenido con ninguna otra chica.

-Ya…-dijo Aurora que no se creía nada de lo que le estaba diciendo.

-Te lo digo de verdad.-dijo él cogiéndola del brazo antes de que se marchara.

Aurora miró hacia atrás y vio que todo el mundo los miraba y murmuraba.

-Mira, no te conozco de nada asíque déjame en paz.

Aurora se soltó y se marchó calle abajo dirección a su casa. Santi la siguió.

-¿De qué tienes tanto miedo?

Aurora le ignoró y continuó andando.

Los dos días siguientes Santi no apareció, cosa que hizo que Aurora pensara que ella tenía razón y que lo único que él quería era ligar con ella. Pero, al cuarto día, cuando Aurora salió al acabar las clases lo volvió a ver en la puerta.

-Pensé que no volvería a verte.-le dijo ella al llegar hasta donde él estaba.

-No te librarás de mi tan fácilmente.-dijo él riéndose.

Aurora no contestó. Él se acercó a ella.

-No me contestaste el otro día, Aurora, ¿de que tienes tanto miedo?

Ella permaneció muda.

-Tienes miedo de enamorarte de mí, ¿no es cierto?

Aurora siguió sin contestar.

-¿Por qué no me contestas, Aurora?

No obtuvo respuesta alguna.

-Mira Aurora, te propongo un trato, si aceptas a tener una cita conmigo y no logro enamorarte te dejaré en paz.

Aurora tardó unos segundos en responder. Cuando lo hizo soltó un suspiro de resignación y dijo:

- Entonces, ¿si tengo una cita contigo me dejarás en paz?

-Eso si no te conquisto en la cita.

Aurora se rió pero no dijo nada.

-¿Qué tal mañana?-le preguntó él.

-Mañana es viernes, ¿no? Si. Creo que podré.

-Vale, mañana a las seis aquí.

Y dicho esto sonrió satisfecho y se marchó.

Cruce de caminosWhere stories live. Discover now