17.

53 10 13
                                    



―¿Sigues con lo mismo, chamo? ―escuchó preguntar a Darsien, quien aparentemente no estaba tan perdido en el juego proyectado en la pantalla, como creía―. Oscar ya lo dijo, nadie conoce mejor a Dianna que la María. Por algo es su mujel, ¿no?

―Nunca he entendido eso.

―Y mejor que no lo hagas, ese par es así. No hay que buscar entendimiento.

―Ve a hablar con Mari ―intervino Luis, sentado frente al monitor de la computadora―. Lo más que puede hacer, es lanzarte las 20 preguntas sobre para que te interesa saber de ella y que quieres ―comentó con humor, que no ayudó en nada.

―¿Y ustedes que pueden decirme nada? Tienen más tiempo trabajando con ella, deben poder darme algunos datos. ―No, definitivamente era pronto para ir con María. Primero debía tener un acercamiento con Dianna, antes de pasar al siguiente paso o hacerlo público, aunque era difícil, porque parecía que ninguno estaba interesado, pero inexplicablemente todos se enteraban.

―Yo no sé, chamo. Lo que si te puedo decir, es que tengas cuidado, ella quiere entrar al ejército, así que no podrás ponerles los cachos, porque si te cacha, te iría muy mal.

Augusto solo sacudió la cabeza. ¿Por qué sentía que todos iban más avanzados que él? Aunque no tenía ningún problema con lo que ella quisiera hacer, porque no pensaba cambiarla por alguien más.

****

Dianna torció el gesto, por segunda vez en la semana, tuvo la impresión de que alguna gente no parecía leer o entender. Claramente decía que el servicio de portadas demoraba 5 días, a partir de que recibieran el correo notificando que su pedido había sido tomado. ¡Solo 5! No era ni una semana, pero algunas personas parecían tener un problema con la comprensión o en su defecto con la paciencia.

―Quizás debería tomar los consejos de Mica ―murmuró pensando lo que había opinado una de sus pequeña hadas.

Al ser un servicio gratuito, debía esperar su turno, pero si no le parecía, bien podría pagar el costo y tener prioridad. Descartó el pensamiento, no, no todos los clientes eran igual de intransigentes. Ni modo en el mundo del servicio siempre se tendía a encontrar uno que otro pesadito. Si bien era verdad que les llamaban hadas, su trabajo no funcionaba por arte de magia.

Un pequeño golpe en la puerta de su oficina, le hizo levantar el rostro y salir de sus cavilaciones. Su corazón se saltó un latido al ver el rostro que le miraba con una ligera, pero muy sensual sonrisa. Si, Andra tenía un rostro muy apuesto. ¿Por qué nunca se había percatado de ello?

―¿Se puede?

Volviendo a su modo profesional, se aclaró la garganta y asintió.

―Claro. ¿En qué puedo ayudar? ―La mayoría de los que se pasaban por su estudio, era para solicitar alguna imagen promocional o portada, siempre había trabajo y quizás esa fuera la razón por la que casi nunca podía estar en el chat con el resto de los chicos.

Ciertamente le gustaría conocerlos y cuando podía se asomaba aunque fuera algunos segundos, especialmente cuando Zona Quazar. Se había vuelto su nuevo especial favorito a últimas fechas.

La sonrisa ladina de Augusto se acentuó, haciéndole parecer travieso y más joven.

―¿Tienes mucho trabajo? ―Su pregunta no era fuera de lugar. Era una de las tácticas que usaban los que en ocasiones requerían más de una imagen.

―Lo de costumbre. ¿Necesitas muchas imagines?

―No, lo que necesito, es saber si tienes planes para hoy.

¡Wow!

No había esperado que fuera tan directo, que le tomó unos segundos recuperarse.

―No realmente...

―Entonces, ¿puedo invitarte a salir? ―Parpadeó sin ser capaz de articular palabras―. Podemos ir al cine, tomar un café o solo pasear. Tú decides.

¡Y doble wow!

Los hombres regularmente no decían eso y aunque tenía en mente varias razones por las que no era buena idea aceptar su oferta, no podía evitar considerarlo. Mari había soltado sus preguntas cuando reconoció su gorra. Las reglas de la editorial y los intentos fallidos que había tenido con colegas. No era bueno, pero...

―De acuerdo ―se encontró diciendo―. Todo es en plan de amigos, si no me gusta...

―Descuida ―sonrió―, se cómo complacer a una chica.

«Eso sería interesante comprobar», pensó desviando su mirada de su rostro. Mari tendría que perdonarla, pero quien no apuesta no gana y Augusto, sí que era una buena apuesta. 

Radio ArrowyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora