8.

122 15 39
                                    




Imposible encontrar una mejor manera de despertar, que ser presionada desde atrás, por... Un segundo. Mari se movió ligeramente, comprobando que había alguien a su espalda, demasiado cerca y enredado con ella, lo comprobaba la pierna que sobresalía entre sus muslos. Aunque el clima era cálido, estar de aquel modo, le hacía sentir calientita, cómoda, pero la comodidad se convirtió en pánico cuando fue consciente de que no era un sueño, como sintió en un primer instante. ¿Quién rayos la abrazaba? ¿Qué había pasado?

No, aun llevaba ropa o eso creía.

Entreabrió los ojos, observando la sencilla estancia, juegos, poster con algunas imágenes de... ¿comida? ¿Qué? Efectivamente, en una de las paredes había algunas fotos de comida, donas, helados, todos postres que tenían una pinta muy apetecibles, si no estuviera debatiéndose entre gritar y bajar de la cama o dar media vuelta y golpear al atrevido.

Sacudió la cabeza, cuando una punzada le recordó un poco de lo ocurrido la noche anterior. Había salido con las chicas, habían encontrado a Miguel y bebido un poco o un mucho. Sinceramente no tenía certeza de la cantidad de alcohol que paso por su mesa. Cerró los ojos, esforzándose en aclarar las cosas, acción que le sirvió para darse cuenta de que algo duro presionaba directamente contra su trasero. Oh, oh.

La imagen de una tanga morada y luego una rosa bailando delante de sus ojos, le hizo abrir de golpe los ojos. ¿Qué había hecho con ese stripper? ¿Era él?

Comenzó a moverse, esperando escapar, pero un brazo se apretó en su cintura, tirando de ella.

―Déjame dormir otro poco ―gimió una voz un poco ronca, pero que bastó para reconocer a su compañero de cama.

Luis. Little Luis. Luis Grey.

El alivio que percibió duro solo unos segundos, cuando recordó su malestar. ¡Ese marginal! ¿Cómo rayos había acabado en su cama?

En ese momento era simplemente, el marginal.

Se revolvió entre sus brazos, dispuesta a echarle bronca, ignorando el dolor de cabeza por la resaca, pero él tiró de nuevo de ella, encajando su rostro en el hueco de su cuello.

―Oye...

―Shh. Es temprano ―balbuceó dando un suspiro, como si le complaciera tanto la postura en que se encontraban.

No estaba mal, pero... Golpeo su hombro, haciendo recobrar un poco de consciencia. Su aspecto desalineado y confuso le hacía verse realmente adorable y quiso estampar sus labios sobre los suyos. Se contuvo, teniendo en mente la fila de chicas que esperaban unirse a su harem y también algunos chicos. Tendría que hablar con Miguel sobre dejarle hashtag en su perfil de Wattpad. ¿Qué no iba detrás de Darsien?

¡Darsien! Joder, casi había gritado sin recordar que posiblemente estaría en alguna parte de aquella casa. Era fin de semana, seguro estaría aun durmiendo. Demonios. Debía darse prisa y salir de ahí. Miró furiosa a Luis, dándole una patada que le hizo gemir, liberándola. ¿Cómo se le había ocurrido llevarla a su casa? ¿Es que ese marginal no pensaba? Si Darsien la veía, todo se sabría, aunque... en realidad ya no habría nada. El Luria tenía que morir, porque ella no sería una más de sus mujeres, ni aguantaría sus coqueteos.

―Hey... ―protestó Luis, pero en cuanto vio su cara, cerró la boca y se froto la espinilla.

―¿Estás loco? ¿Por qué me trajiste? ―cuestionó sacudiéndose la ropa y buscando sus zapatos y bolsa.

―Porque teníamos que hablar. ¿No se supone que saldríamos anoche?

―¿Para qué? Si tenías a todo tu harem. Te hubieras llevado a alguna de ellas.

―¿Qué?

―No te hagas el inocente. Si ya vi que a las chicas nuevas luego, luego les hablaste bonito.

―¿Qué? Si solo cante...

―Aja y pusiste tu voz de ardilla.

―No creo que eso enamore a nadie ―masculló frotándose la nuca, luciendo verdaderamente desconcertado.

―Y no lo niegas ―exclamó indignada―. Ya me lo decían, pero no quise hacer caso.

―¿Eh? ¿Quién te dijo que?

―Nada, que eres un infiel y mejor me voy.

―Mari, mi Ave Maria ―dijo sujetándola.

―No...

―No hay nadie. Las chicas arman sus propios acuerdos y dicen cosas en el chat, pero la mayoría de las veces ni me entero ―aseguró hablando en su oído―. Eres la única, te lo dije.

―No te creo y no te quiero en este momento. Así que suéltame...

―No ―negó haciéndola girar, hasta que la miró a los ojos―. No soy responsable de lo que hacen o dicen, ¿me has visto pidiéndoles su número? ¿Quedando con ellas? No, la única a la que quiero en mi lista de contactos, eres tú. Si cada que una chica diga que se une al harem tendremos problemas, prefiero pedirle a Fres que hable con ellas...

―¡No! No puedes hacer eso.

―¿Por qué no? De ese modo estarás tranquila y dejaras de dejarme plantado. Hasta le pedí a Darsien que te buscara, inventando que tenías unos audios que pasarme.

Su declaración la sorprendió, no podía asegurar si decía la verdad, pero su rostro mostraba seriedad, un poco habitual. Se mordió los labios, debatiéndose, aunque era demasiado débil.

―No puedes hacer eso, Fres sospecharía. Y a las chicas les gusta ir para verte, lo sé, es solo que... ―calló sus palabras con un tierno beso, que la hizo sentir mariposas y recordar algo un poco perturbador―. No, bebí anoche y creo que...

―No, no vomitas, falsa alarma.

―¿En serio? ―Su rostro ardió ante la idea de pensar que casi había devuelto su estómago en plena editorial.

―Aja. Y respondiendo a tu pregunta, también te traje, porque supuse que no te gustaría que tus padres te vieran así.

―Demonios...

―Tranquila. Les mande un mensaje, de tu celular ―aclaró al notar su expresión de pánico―. No tienes que preocuparte.

―Claro que sí. ¿Darsien está?

―Sí, pero hoy se levanta tarde.

―De todos modos, es mejor que me vaya.

―No sin que digas si estamos bien. Y que recuerdes nuestra cita pendiente.

―Sí, sí.

Con premura se dirigió a la puerta, zapatos y bolsa en mano, abrió con cautela, ignorando la expresión de Luis. Echó un vistazo afuera y miró de nuevo al causante de sus problemas.

―¿Quieres que te acompañe?

―No, nos vemos más tarde. ―Ambos tendrían que ir a la editorial y era mejor dejar las riñas y reclamos, al menos por el momento.

Salió, volviendo a cerrar la puerta, la sensación de alivio que sintió se convirtió en horror, cuando la puerta continua se abrió y un muy despeinado Darsien la miró unos segundos, antes de maldecir en voz baja y regresar a su cuarto. Claro, había olvidado que no llevaba mucha ropa encima.

¡Maldición!

No quiso esperar que regresara, corrió hasta la puerta y huyo, sintiendo un poco cenicienta, solo que por fortuna, aún tenía en su poder ambos zapatos y también, el peso de una verdad revelada a nada menos, que un compañero de trabajo. Estaba en problemas. 

****

#QuieroBoda #TeamLuria

Radio ArrowyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora