capítulo treinta y ocho: i walk the line

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Mitch volteó a verla, jadeando.

—Gracias —susurró.

Leo asintió, observando todo a su alrededor, los malos estaban muertos en el piso excepto uno: el líder había escapado por la ventana, tirándose sin importarle la altura como un maldito ninja. Debía de ser un profesional, tenía que serlo. Alguien entrenado. Alguien que conocía a Hurley. Leo no quería que fuera verdad, pero todo indicaba que ese hombre había sido entrenado por Hurley.

Miró a Mitch. De alguna manera, supo que él estaba pensando lo mismo que ella y había llegado a la misma conclusión.

Se puso de pie con la ayuda de Mitch. Mitch pasó un brazo por los hombros de Leo, dándole un rápido beso en la cabeza. Leo suspiró audiblemente, recargándose en Mitch.

Se permitió cerrar los ojos un instante. La cabeza le daba vueltas y le dolía horrores, pero al menos estaba con Mitch y ambos estaban bien.

Cuando Hurley entró a la habitación, lo hizo con el científico, manteniendo el cañón de su pistola pegada a su sien. Si hacía un movimiento en falso, Hurley no dudaría en disparar.

Hurley vio a Leo y a Mitch, y no dijo nada. Simplemente hizo un mal gesto y gruñó:

—Vengan.

Annika fue la primera en seguirlo, pero segundos después Mitch y Leo lo hicieron también. Ahora que Hurley sabía sobre ellos, Mitch se tomó la libertad de tomar la mano de Leo y caminar con sus manos entrelazadas.

Leo podía entender el sentimiento. Ahora mismo, lo último que quería hacer era alejarse de Mitch.

💥💥💥

El camino en el auto de Hurley era incómodo. Extrañamente no era porque llevaran a un hombre atado en la cajuela o porque Hurley se había enterado sobre Eleonor y Mitch. Era porque Mitch estaba molesto. Jodidamente molesto.

—Hurley, ¿qué pasó? —Exclamó Mitch—. Pensé que nos vigilaba. ¿Cómo no los vio?

—Ya estaban en el maldito hotel —respondió Hurley secamente—. La mafia local trabaja con ellos.

Finalmente, llegaron a lo que se suponía era una locación segura.

—Le diré a Irene que tenemos al físico —dijo Annika, mirando de reojo a Leo—. ¿Quieres una pastilla para el dolor de cabeza?

Leo asintió, aunque no creía que una simple pastilla bastaría para la migraña que tenía. 

 💥💥💥

Mitch observó a Leo seguir a Annika, sus ojos siguiendo su figura hasta asegurarse de que estuviera bien. Una vez que estuvo lejos, Mitch no dudó en descargar su enojo contra Hurley. Estuvieron cerca de morir, todo porque Hurley no había hecho su parte del trabajo. Leo había estado en peligro, y Mitch no podía evitar que eso nublara su juicio. Probablemente si hubiese sido él solamente, no hubiera hecho un gran alboroto, pero si algo le hubiese pasado a Leo...

—Hurley, ¿qué demonios pasó ahí? —Exigió saber Mitch, mientras Hurley con toda tranquilidad abría la cajuela del auto, donde el físico estaba atado y amordazado—. Es la segunda vez que ese tipo lo arruina todo.

—¿Cuál es el objetivo? ¿Cuál es? —preguntó Hurley al físico, ignorando por completo a Mitch. Hurley le arrancó la cinta de la boca al hombre para que pudiera responderle.

—No lo sé, señor —balbuceó, con lágrimas en los ojos. Hurley ni parpadeó, sin afectarle en lo más mínimo.

—Sí, sí lo sabes —dicho esto, Hurley comenzó a vaciar gasolina sobre el cuerpo del físico.

—¿Crees que soy estúpido? —Siseó Mitch—. Es estadounidense. Te nombró a ti. ¿Entrenaste a ese chico?

Hurley siguió ignorándolo, sacando un cigarrillo del bolsillo de su pantalón y encendiéndolo.

—¿Quiere fumar? —le dijo al físico, claramente amenazándolo con prenderlo en llamas.

—¡Dios! —gruñó Mitch, comenzando a desesperarse más y más conforme pasaban los segundos.

—¿Usted fuma? —preguntó Hurley al científico.

—Yo no... —balbuceó el hombre. Hurley acercó el cigarro a los labios del físico—. ¡Espere!

—Mal habito.

—¡Espere! ¡Deténgase! ¡Sé algo! —chilló.

—¿Qué sabe?

—Sé una cosa. Hay un hombre, al que llaman Ghost. Ghost —dijo el físico. Mitch observó atento la reacción de Hurley—. Creo que un iraní lo dijo.

—Ajá. ¿Dónde están armando la bomba? ¿Dónde? —gritó Hurley.

—Sólo tomé el dinero...

—¿Dónde la arman? —volvió a gritar. El hombre comenzó a llorar. Hurley suspiró—. Bien, tómese un tiempo para pensarlo.

Hurley colocó el cigarrillo en la boca del científico, ignorando sus suplicas, y cerró el maletero del auto.

—Ghost, ¿así se llama? —Preguntó Mitch, acercándose peligrosamente a Hurley—. ¿Por qué ese tipo va tras de usted? ¿Es algo personal, señor? —Mitch recalcó el señor casi burlón.

—Están armando una bomba nuclear —dijo Hurley, tranquilamente, aunque podías sentir el veneno en su voz—. Eso es lo importante. Ahora, te lo diré a ti porque dudo que Eleonor escuche. Aléjate de ella. Solamente van a complicar la misión. Al estar con ella solamente vas a conseguir que te maten o que la maten a ella.

—Leo me salvó la vida dos veces esta noche —Mitch entrecerró los ojos—. Ella y yo hemos llevado bien la misión. Y como dijo, están armando una bomba nuclear. Hay cosas más importantes de las cuales preocuparse, en lugar de mi relación con Leo.

Hurley no dijo nada, y la expresión en su rostro era incapaz de ser leída.

—Hotel Navona —fue lo que dijo en su lugar, pasándole unas llaves a Mitch—. Báñate.  

are you with me, leo? // american assassinWhere stories live. Discover now