Introducción

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Hace mucho tiempo, nació en el vasto universo una tierra muy lejana al plano terrestre bautizada con el nombre de Raanan. Fue creada por la mano de Lugh, quien era conocido como el dios de las artes. Lugh pintó los cielos combinando los matices del sol con el fulgor del océano, la variedad del pigmento de las violetas y las celestinas; porque tanto admiraba a la naturaleza, que la reproducía en cada una de sus creaciones. Adornó la noche con luceros brillantes sobre un manto negro, escogiendo un día de cada semana para ofrecer una lluvia de estrellas. También creó un bosque de árboles frondosos, repleto de matas de formas diversas y colores vibrantes, al cual dio el nombre de Lesra. No muy lejos de allí dibujó con su pincel mágico un lago extenso de aguas cristalinas de nombre Morag, y bordeó la isla con una cordillera llamada Kier donde con un simple soplo de su boca hizo bajar la brisa sobre los suelos de pastos tiernos y tierras fértiles.
Lugh estaba satisfecho con su trabajo, pero se encontró con el silencio de la soledad y supo que algo faltaba. Entonces cerró los ojos, extendió las manos e imaginó cómo serían las criaturas que habitarían Raanan, qué destino tendrían y dónde deberían vivir. Con un chasquido de sus dedos habitó su mundo mágico con criaturas fantásticas que deberían custodiarlo. En el fondo del lago Morag surgió una raza llamada Nhaide, con bránqueas en el cuello para que pudieran respirar bajo el agua. Tenían torso humano, tanto masculino como femenino. El cabello hecho de algas marinas, la piel azulada, y de la cintura hacia abajo les nacían unos largos tentáculos violetas. Al extenso bosque de Lesra lo habitaron los Nho, unos duendecillos del tamaño de un ratón que hacían su ropa con pétalos de flores. Y en lo alto de la cordillera Kier nacieron los Joia, cuya apariencia natural era de lobo. Estos últimos fueron dotados de gran bondad y una magia muy poderosa, con la cual podían imitar la forma física de cualquier otra criatura que sus ojos vieran. 
Finalmente, Lugh decidió tomarse un descanso e inició un viaje por el universo a fin de conocer otros sitios que pudieran servir de inspiración.
El tiempo pasó y las emociones comenzaron a formar parte de Raanan. Nació con cada raza el amor, la lealtad y la amistad, pero también el egoísmo, la envidia, el resentimiento y el odio, los cuales cegaron los corazones de algunas criaturas. 
Un mal día, movidos por el deseo de gobernar Ranaan, un grupo de Joia atacó al líder más poderoso de la raza y se enfrentó a sus fieles, que tras largas horas de lucha lograron ganar. Tal fue el daño que provocaron aquellos Joia, que fueron desterrados y maldecidos por el líder, para que aquel acto de maldad jamás se borrara de sus memorias, ni de sus historias.

—Su pelaje será tan negro como su corazón. Y sus hijos, y los hijos de sus hijos, cargarán con esta maldición hasta que estén realmente arrepentidos —dijo el líder y el pelaje dorado de aquellos rebeldes se volvió negro como el ébano.
Lejos de darles un escarmiento, solo hizo crecer el odio presente en sus corazones. Huyeron al pie de la cordillera y habitaron las cuevas que se formaron  entre las rocas, cambiando su nombre a Kiar, en honor a aquel sitio. 
Durante muchas décadas, Raanan estuvo en paz, pero la semilla del odio continuó creciendo en los corazones de los desterrados, que planeaban regresar algún día para obtener venganza. 
 

Raanan: la tierra ocultaKde žijí příběhy. Začni objevovat