1.- Sin Nada

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— Irina

— ¿Dijiste algo? —Volví a mí misma y cerré los ojos.

— Nada —Los abrí y puse una sonrisa antes de voltearme— Espero verle por aquí más seguido.

— Claro, eso tenlo seguro —Dijo mientras se acomodaba la corbata.

No era feo, era la clase de hombre maduro que me llamaba la atención cuando era selectiva por el bar. Era alto, moreno, con barba pulcra y sí que tenía experiencia en el trabajo. Mis sentidos en ese aspecto nunca me decepcionaban.

— Que tenga un buena noche —Dije cuando salió. Recargué ambas manos en la orilla de la cama y totalmente desnuda me quedé inmóvil un rato. Había algo raro luego de trabajar, una especie de paz turbulenta, pero desgraciadamente la única clase de paz que podía experimentar en mi vida.

Me puse la ropa que debía usar, aunque era tan poco lo que cubría que no sabía cuál era la finalidad de ponérmela. Salí de los cuartos que rentaba Mery al lado del bar y entré a este para continuar con mi empleo. 

Habían bastantes personas esa noche, hombres la mayoría. El lugar era oscuro, húmedo y siempre tenía un extraño olor a cuero viejo con aromatizante barato. La música estaba a todo volumen a lo que para hablar tuvimos casi que gritar.

— ¿Qué tal con el nuevo? —Me preguntó Liliana desde la barra.

— Fue... extravagante —Le sonreí cómplice y me acerqué a tomar disimuladamente el papel que me extendía por sobre la mesa.

— Requiero ayuda... —Sonrió tímida como pidiendo disculpas.

— Claro... —Dije y me retiré.

La noche apenas comenzaba. Mi empleo no era difícil, pero en veces si un poco gastante. Bailar para hombres y acostarse con ellos no era tan malo como el mundo pretendía que era. Y sinceramente aunque fuera tan malo como decían, no podía importarme menos. Contoneaba mi cuerpo de un lado a otro, decente o indecente no importaba. Mientras lo hacía ganaba dinero y analizaba los pedidos de cada persona. De vez en cuando bajaba del podio y hacía un par de cálculos o me iba con algún cliente. Era tranquila mi rutina, algo que llevaba haciendo día tras día durante casi cuatro años y no me cansaba. 

Hubiera deseado poder advertir lo que pasaría esa noche.

Llegadas aproximadamente las diez, un hombre cruzó la puerta del bar. El miedo que sentí sólo lo había sentido antes una vez en mi vida. Los que me estaban viendo hicieron sonidos de desaprobación ante mi repentina quietud pero los ignoré por completo. Durante años había imaginado ese momento, había fantaseado todas las noches con lo que podría hacer si se me presentaba una oportunidad como esa. Había hecho amistades poderosas, tenía contactos que podían hacerme favores sólo con hacer una llamada y en ese momento en vez de actuar me quedé en un completo shock. Bajé del podio incluso mareada, comencé a ver borroso y me dirigí a la barra. 
 
— ¿Qué pasa Meli? ¿Te sientes bien? —Preguntó Liliana acercándose a mi preocupada.

— No me digas así —Me senté en uno de los bancos y me sostuve la cabeza para relajarme. No podía creerlo, estaba perdiendo el tiempo.

— ¿Qué?

— No me digas así Liliana ¡no me digas Meli! —Casi grité más de la cuenta pero me controlé. No soportaba que nadie me dijera Meli, sólo una persona podía decirme así en el mundo— Perdón... ¿Podrías hacerme un favor?

— Claro... —Pareció confundida, y si no me equivocaba, también algo asustada.

— ¿Me avisas si llega el Sr. Georgio o el Sr. Pardo? —Asintió sin objeciones y me puse de pie— Y otra cosa, ¿Me das un tequila?

Me tomé el shot de un sólo trago y entonces volví a bailar pero esta vez en una mesa más privada. Iba a hacer lo que estuviera en mis manos para averiguar quién era ese hombre y para quien trabajaba. Esa noche bailé como una puta diosa, quería su atención, si mi plan A no funcionaba al menos tendría un plan B.
Estaba nerviosa, me sudaban las manos y me temblaba el cuerpo con la adrenalina.
El hombre se acercó más a la mesa donde me encontraba y su mirada fija en mi me llenaba de una furia muy parecida a la que había vivido el último día en el que fui una chica feliz y normal.

Por suerte no tuve que reprimir mi odio mucho tiempo ya que Georgio llegó, mi salvación. Cesé mis movimientos al término de la canción y me dirigí a él en cuanto se sentó en su espacio reservado, venía acompañado de dos guardaespaldas. Georgio, era un hombre relleno y viejo que siempre usaba ropa casual, sus visitas eran muy continuas y yo era su chica favorita. Me había encargado de analizar lo que pedía cada persona durante todo mi tiempo en el bar; y Georgio y Pardo siempre eran recurrentes a gastar cantidades extremas de dinero en una sola noche. Era por eso que los había vuelto adictos a mi, yo era su favorita y eso me daba ciertos beneficios.

Al verme sonrío grotesco con su dentadura incompleta. Le sonreí de regreso y me senté sobre él cruzando una pierna provocativa.

— Amelia, nena. ¿A qué debo tan cariñosa bienvenida?

— Me gusta consentir a mis clientes preferidos —Le besé el cuello y jugué un poco con mis manos en sus piernas.

— En ese caso me alegraría mucho si me dieras un privado esta noche ¿no he llegado muy tarde? —Sonreí y lo besé en los labios. Sabía a humo y whisky.

— Nadie me ha solicitado esta noche para privados, la verdad es que no he podido bailar mucho como principal —Fingí una cara de preocupación.

— ¿Y eso porqué? Eres la más bella flor de este jardín bella Amelia. Deberías ser la principal todas las noches.

— Hay un hombre que me ha estado acosando estos días —Mucho tiempo antes me resultaba impresionante el hecho de poder fingir el llanto, con los años aprendí que fingir cualquier emoción era tan fácil como decir hola.

— ¿Un hombre? —Pareció en verdad interesando en saber.

— Si —Me limpié las primeras lágrimas— Me ha estado siguiendo a mi casa y viene todas las noches. Hoy bailé en mesas alejadas pero no deja de seguirme...

— ¿Quién es? —Era impresionante como aún hablando de algo que parecía serio, él siguiera manoseando.

— El hombre rubio, en la barra —Fingí controlarme y Georgio lo analizó desde lejos— Si me hicieras el favor de quitármelo de encima podría darte un par de privados gratis... Y si me consiguieras el nombre de para quien trabaja consideraría más...

— Tu oferta parece tentadora, pero ¿Para qué querrías saber tu para quien trabaja? ¿No basta con quitártelo de encima? Tal vez haga esto él solo...

— Es que tal vez no ¿Qué pasa si mandan a más? Al menos me gustaría saber quien quiere hacerme daño —Lo miré suplicante mientras pensaba.

— Bien, lo haré, pero ¿qué tal si por ahora nos vamos a un privado gratis? —Me besó el cuello y con las manos me recorrió todo sin decencia. No cabía de la emoción, por fin había dado un paso pequeño, aunque fuera diminuto, hacia las respuestas que me atormentaban noche tras noche.

— Tendrás privados gratis toda la semana como muestra de mi agradecimiento —Me puse de pie con él sonriendo idiotizado y nos dirigimos a los cuartos que rentaba Mery.

Yo siempre sabía como agradecer bien a un hombre su ayuda, había aprendido mucho y esa noche tuvo la suerte de que por primera vez estaba de buen humor y no fingiendo.



Baia baia baia baia...
Em alo, soy la escritora...
Creo que esta cosa es mucho menos basura que lo que había escrito hace como dos siglos :v
En serio esto al menos es decente 😂
Aunque lo escribí en el celular así que debe tener como unas quince faltas de ortografía que cambiaré después en ediciones finales...
Eso es todo, espero les guste... Shao.
(Desaparece)

🌸~RAM~🌸

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