En algún momento de mi tormenta de pensamientos y sentimientos encontrados, el sueño le ganó al insomnio y dormí unas cortas horas. Una película de imágenes pasadas me asaltó en la negrura de mi sueño. Era un recuerdo que venía a mi mente desde lo más profundo de mi memoria.

Era el día siguiente a esa noche que me había perdido en el bosque y mi pie había resultado herido.

Helen y Nicholas me habían abrasado durante un tiempo largo y tendido.

— ¡Pensé que había perdido a mi mejor amiga! — Helen Holly se había prendado a mi cuello desde hacía más de un cuarto de hora, mientras lloraba y me llenaba la pijama de mocos y lágrimas. Yo la abrasaba y lloraba como una niña pequeña. Soy de esas personas que lloran por ver a otros llorar.

Mis padres estaban en camino y la sola idea de verlos me aterraba. Me esperaba la más grande reprimenda jamás contada, sobre todo por parte de mi madre.

Pero había algo que había cambiado luego de esa noche, algo no era lo mismo en nuestro grupo de amigos. Y ese algo era una cosa que nunca creí que sucedería. Mis sentimientos por Marcus habían menguado levemente, ahora cuando volteaba para encararlo con la vista, ya no me atacaba un sentimiento de ira y odio contundente, todo lo contrario, una sonrisa involuntaria se presentaba en mis labios, y se alzaban como estímulo por la simple razón de descubrirlo mirándome. Era extraño y hería mi orgullo, pero creía que ya no lo odiaba tanto como antes. Incluso habíamos intercambiado unas palabras en una conversación normal, sin yo insultarlo y él sin jugarme ninguna broma. Este podía ser el comienzo de una buena amistad. Y sería el fin para uno de mis problemas: ya no estaría ocupada odiándolo.

Unas horas después, de que yo contara lo sucedido como si me hubiera perdido en la jungla del África, y de que Marcus se pintara a él mismo como un héroe, llegaron mis padres, y debo confesar que nunca sentí tanto miedo en mi vida.

Cerré los ojos con fuerza para escuchar el grito de mi madre e incluso preparé la mejilla por si las dudas, pero lo que sucedió no fue nada de lo que me esperaba.

Unos brazos se ciñeron a mi cuerpo con fuerza, tanta fuerza que me obstruyó el tránsito del oxigeno a los pulmones. Me removí en el lugar buscando una mejor posición que me permitiera respirar con normalidad. Y fue cuando recuperé el aliento, que supe lo que pasaba, mi madre estaba abrazada a mi cuerpo, llorando con alivio. Detrás mi padre nos miraba con el rostro enrojecido, pero como todo un hombre retenía las lágrimas.

— No vuelvas a asuntarme así — me dijo mi madre como pudo entre su respiración entre cortada. Yo le correspondí el abrazo con fuerza, y esta vez mi padre se unió. Podía sentir como la mano protectora de aquel hombre acariciaba mi cabeza con cariño. Acompañé a mi madre en el llanto, lo de llorona lo había sacado de ella. Después de todo había tenido mucho miedo, y cada vez que recordaba cómo me perdí y me herí no podía detener la horda de lágrimas que se avecinaban detrás de mis ojos.

― Gracias por cuidar de mi bebé ― esta vez era mi padre dirigiéndose a Marcus, quien algo sonrojado por la situación extendió la mano esperando un apretón de manos, pero eso no sucedió, mi padre le pasó el brazo por el cuello y lo apretujo en un gesto amistoso. Yo también estaba tan sonrojada como Marcus, pero no sabía decir si la causa había sido nuestro momentáneo pero incomodo intercambio de miradas, o que mi padre me haya llamado bebé ― La abuela de Helen nos contó que saliste a buscarla en la noche.

― Será un buen yerno ― decía esta vez mi progenitora con ilusión en su mirada.

― ¡Mamá! ― la regañé tan avergonzada que debí ocultar mi rostro entre mis palmas, y entre mis dedos pude ver como Marcus sonreí emocionado, al parecer le agradaba la idea de que ya tuviera la aprobación de mis padres, a pesar de que todavía no tenía siquiera la mía ― ¡No somos novios!

― Pues deberían, nunca vas a encontrar otro hombre que te cuide como te cuidó Marcus anoche.

― Déjalos, cariño, son muy jóvenes por ahora ― ese era mi padre saliendo a mi rescate, o eso creí ― No apresures las cosas, su relación se tiene que dar naturalmente.

No podía creer lo que decían mis padres. No hay nada más vergonzoso que un padre intentando hacer de Cupido.

Helen parecía divertida por la situación, en cambio Nicholas miraba a Marcus con el ceño fruncido, enviándole una mirada asesina. Nicholas siempre fue muy sobreprotector, a pesar de ser solo amigos, era tan celoso como un hermano e incluso más que mi padre. Su actitud a veces me confundía, porque no sabía definir si sus celos eran simple preocupación fraternal o podría ser algo más. Yo apostaba por lo segundo, esos celos siempre encendían en mí las esperanzas que solían vacilar con el tiempo.

― Prometo que seré un buen esposo ― ¡Oh, por Dios!, no puedo creer que Marcus haya dicho eso.

― Entonces, sé que estaría dejando a mi bebé en buenas manos ― dijo mi mamá, y mi padre la secundó con un hábil asentimiento de cabeza. ¡Esto es una pesadilla!

― ¡Eso nunca pasará! ― aclaré enojada, pero sólo causé risas entre los adultos y una mirada ilusionada de parte del pecoso Marcus.

Pensé que, después de los problemas que había causado, las vacaciones se habían terminado, pero la abuela de Helen había convencido a mis padres de quedarse unos días más y no suspender las vacaciones que habíamos planeado con tanto esmero y anticipación.

Los siguientes días fueron realmente divertidos, fuimos al lago varias veces, solo que esta vez nos acompañaban mis padres y la abuela de Helen, temían que volviera a perderme por ahí. Incluso Benjamín nos acompañó en una oportunidad, trayendo con él a un ternerito de tres meses.

― Ella es Babas ― nos presentaba con su nueva mascota.

― ¿Por qué se llama así? ― preguntó Helen intrigada. Ella conocía a Benjamín desde muy pequeños, y sabía que era bastante excéntrico a lo que refería a sus mascotas.

― Porque cuando llevaba tres días de nacida me vomitó la mamadera en el cabello.

― ¿Y eso que tiene que ver con Babas? ― preguntó Helen esta vez aun más confundida.

― Qué nombrarla Vómito quedaría muy grosero y asqueroso, así que opté por Babas, las dos cosas salen por la boca.

Estuvimos riéndonos de su historia el resto de la tarde mientras jugábamos con Babas y nos bañábamos en la laguna.

Desperté con una sonrisa en el rostro. Había sido un buen recuerdo. Miré el reloj en la pared. Era temprano, muy temprano. Era perfecto para llevar a cabo el plan que había estado maquinando para estas vacaciones.

Me senté en mi cama y me aseguré que Helen y Lea estuvieran dormidas. Efectivamente, lo estaban. Me levanté procurando hacer el menor ruido posible, mi corazón se paralizó cuando un débil maullido cortó el silencio. Reloj estaba durmiendo en mi cama, y al sentarme lo desperté. El minino me miró molesto, ya que al remover las sabanas que cubrían mi cuerpo, lo destapé a él también como consecuencia. Acaricié la cabeza de Reloj susurrando una canción de cuna hasta que me aseguré que se volvió a dormir. Luego caminé unos pasos y rebusqué en mi maleta lo que precisaba, y una vez que lo tomé, me dirigí al baño caminando en punta de pie. Antes de entrar volví la cabeza en dirección a donde dormía Lea. Respiraba suavemente, tenía el rostro algo hinchado, y a pesar de eso se seguía viendo tierna y frágil. Dejé que en mis labios se entornara una sonrisa cínica, me causaba un impuro placer imaginarme lo que haría a continuación, y ver la cara de Lea cuando lo descubriera.

― Vas a saber, princesita, lo que es rivalizar con Diana Bonho ― hablé para mis adentros, conteniendo una carcajada. Por un momento pensé que me estaba convirtiendo en una villana, pero luego de analizarlo lo supe de inmediato. Era la villana de esta historia, y la idea de saberlo no me desagradaba del todo.       

FLASHBACKOnde as histórias ganham vida. Descobre agora