10.2 -Secuestro

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Como si se tratara de un sueño Amalia puede ver luces amarillas que se mueven rápidamente en la oscuridad. Su mente está adormecida, algo atontada.

No puede entender qué sucede.

¿Qué hace o en dónde está? No importa, el mareo no la deja pensar. Es como si hubiese dado muchas vueltas sobre su propio eje y luego se hubiese detenido.

Intenta moverse pero su cuerpo no le responde.

¿Qué ha pasado?

Imágenes sin sentido vienen a su mente: Transmilenio, sus compañeros de trabajo, la luna y ¡el carro negro de placas extranjeras!

Una luz se enciende en su cabeza permitiéndole comprender la situación en la que se encuentra: está siendo secuestrada.

En ese momento se encuentra dentro del auto misterioso dirigiéndose a quién sabe dónde con quién sabe qué propósito.

¿De qué se trata todo esto? ¿A dónde la llevan esos extraños?

Su cuerpo sigue sin responderle y eso la hace sentir vulnerable.

¡Dios! ¿En qué se ha metido?

El carro dobla una esquina y empieza a disminuir la velocidad. Parece que ya está llegando a su destino. La mente de Amalia se siente cada vez más lúcida.

¿Qué va a hacer cuando vuelva completamente en sí? ¿Será capaz de luchar si se presenta la oportunidad?

Mira por la ventana del carro.

La torre Colpatria se acerca en la medida en que ellos avanzaban. Las luces que cubren la fachada del edificio brillan intermitentes cambiando de colores.

Nunca la había visto así, de noche. Era verdad que la había visto por la ventana del carro familiar en más de una ocasión, pero jamás se había acercado tanto. Ahora que la distinguía con cuidado se da cuenta que el edificio le causaba una mezcla entre fascinación y pavor.

El auto aminora la velocidad hasta detenerse, ya llegaron.

Los hombres descienden del vehículo y la ayudan a bajar. El cuerpo de Amalia responde poco a poco, pero su cabeza continúa mareada por lo que le cuesta trabajo mantenerse en pie por sí sola.

Con tristeza se da cuenta que no tiene las fuerzas necesarias para luchar contra sus captores.

La meten en lo que parece ser una bodega. No le extraña que adentro esté desocupada. El silencio reina en el lugar; un silencio fantasmagórico, de ultratumba.

Llaman a un ascensor destartalado y éste se abre inmediatamente.

Entran.

Las puertas se cierran y uno de ellos aprieta un botón: piso diecinueve.

Un estremecimiento agita la máquina antes de que empiece a andar. Mientras sube choca contra las paredes que la retienen sacudiendo a quienes se encuentran en su interior. La sensación de vacío no tarda en hacerse notar, Amalia odia esa sensación.

Las puertas del ascensor se abren y los hombres la empujan para que salga. El corredor es mucho más pequeño y oscuro de lo que esperaba. El olor a orines es fuertísimo.

Llegan a lo que parece ser su destino: una habitación en obra gris sin una sola ventana. La empujan para que entre y cierran la puerta, dejando todo a oscuras.

La danza del carnero [Tomo I: Grimorio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora