6.3-Seres de la noche

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De todas las cosas que le han ocurrido en la vida, esta es sin duda la más extraña que le ha sucedido a Verónica: el espíritu de una bruja antigua ahora vive con ella dentro de su cuerpo.

La situación es tan inverosímil que por un momento cree que se ha quedado dormida por culpa del cansancio y la decepción que tiene hacia su vida, y que todo lo que ha creído experimentar en los últimos días no es más que la forma de su subconsciente de exigirle un cambio.

Sin embargo, cuando el vacío blanco se diluye se encuentra a sí misma en su habitación sumida en la penumbra. De nuevo esa sensación de haber perdido algo.

¿En qué momento dejó de ser de día?

Prende la luz de su lámpara de noche. El libro del carnero yace abierto sobre la cama junto a ella.

Lo toma entre sus manos y lo revisa por primera vez. Se toma el tiempo de ojearlo con curiosidad, de repasar su hojas con garabatos extraños y asombrarse con la delicadeza de sus grabados hechos a mano.

Podría haberlo amado. Podría haber sido uno de sus objetos favoritos si tan solo nunca hubiese atraído hacia ella la maldición éste que tenía. Pero la curiosidad es la primera y la más simple emoción de la mente humana.

¿Cómo podría salir ahora de esta situación?

Se deja caer de nuevo en la cama, vencida.

«Puede que nunca lo comprendáis, no parecéis de esos que quieran entender», comenta la voz en su cabeza.

Tal vez ella sepa cómo salir de este embrollo.

Verónica abre el cajón de su mesita de noche en busca de un objeto que pueda reflejar su imagen. Está decidida a hablar con Isibene para poder encontrar una solución a la situación en la que ambas se encuentran ahora. Si es necesario, le ayudaría a trascender para que abandone su cuerpo.

Su mano tropieza con un pequeño espejo ovalado que le había regalado su abuela cuando cumplió los quince años. Lo ha tenido guardado ahí por tanto tiempo que ya se había olvidado de su existencia. Con la ternura que le produce el recuerdo, lleva el objeto hasta su rostro e inmediatamente la niña de los bucles le devuelve la mirada.

Parece emocionada, su rostro irradia una vitalidad que no le había conocido hasta el momento.

―Habla ―ordena Verónica.

«El mundo es mucho más maravilloso de lo que conocéis» ―empieza mientras ambas se acomodan nuevamente en la cama―. «La existencia, la verdadera existencia, va mucho más allá de lo que alguna vez llegasteis a imaginar. El mundo afuera está lleno de secretos»

―¿Qué quieres decir con eso? ―pregunta Verónica acomodando su almohada.

«Hay magia en este mundo» —continúa hablando Isibene, esta vez con el rostro de la anciana—. «El hombre convive con otros seres que no puede ver, seres mágicos a quienes nosotros llamamos 'espirituales'».

―¿Quiénes son "nosotros"? ―pregunta Verónica sin entender mucho lo que le está diciendo la bruja.

«Aquellos que han dominado la senda de la espiritualidad»

―No entiendo...

La bruja ríe y se transforma en la joven de los labios carnosos.

«Quienes inician el camino de la magia son torpes y carecen de los conocimientos necesarios para hacer las cosas bien. Necesitan un guía que les ayude, que les enseñe. Solo aquellos que han dominado la senda de la espiritualidad, con ayuda de un maestro, pueden llamarse brujos realmente» ―hace una pausa, pensando en lo siguiente que va a decir―. «Por eso lo que habéis hecho ha sido un error, una estupidez. Ya veis lo que ha pasado...» ―reprocha.

―¿Cómo puedo arreglarlo? ―la interrumpe Verónica― ¿Puedo volver las cosas a como estaban antes?

«Para eso deberéis redefinir los conceptos que tenéis del mundo. Solo cuando renunciáis a la lógica humana y lográis adentraros en el mundo de lo invisible, es cuando obtendréis el conocimiento espiritual»

Verónica no entiende mucho lo que la bruja le ha estado tratando de decir, está confundida y un poco perdida en la conversación. Isibene se da cuenta.

«Dejadme enseñároslo» ―dice finalmente.

Isibene cierra los ojos concentrando toda su atención en algo que se halla adentro del cuerpo de Verónica, haciéndole sentir un cosquilleo en el estómago. Después de eso una presión que le causa un poco de dolor y la sensación de que algo se ha destapado dentro de él. Un torrente de energía empieza a fluir por todo su cuerpo.

Verónica percibe como el lugar se carga poco a poco de algo que siempre estuvo ahí pero que no había sentido antes: un misterio que brota de los rincones de su habitación, como una planta que germina en lo invisible.

Criaturas etéreas emergen de los poros del silencio. No lo ve, pero lo siente: la tierra palpita.

«En sus inicios la magia es muy básica» ―continúa Isibene―. «Funciona como un intercambio, un compromiso entre dos partes: dar algo a cambio de recibir algo» —explica―. «Es toda la lógica detrás de eso que se conoce como 'pacto'»

Un trueno se escucha en la lejanía, pronto empezará a llover.

Al mirar por el cristal de la ventana, Verónica puede percibir el cielo nublado. Aún en la oscuridad de la noche distingue las nubes oscuras y bajas. Cierra los ojos y trata de sentir el aroma del viento, ese aroma peculiar que se produce por la humedad.

Después de un rato así, Isibene retoma su explicación.

«Quien no ha alcanzado los niveles máximos de espiritualidad no podrá realizar magia por sí mismo» ―su rostro cambia de nuevo al de la anciana―. «Por lo que, para poder obtenerla, tendrá que pedirle prestado a los espirituales su poder. En la medida en la que avancéis en los conocimientos arcanos dependeréis menos en los intermediarios y más en vuestra capacidad para canalizar la energía del cosmos».

Otro trueno, esta vez acompañado del chapoteo de las primeras gotas. La tormenta acaba de empezar; el viento aúlla en la soledad de la noche.

Pequeños pasos de seres diminutos se mezclan con las voces de la lluvia. Se materializan como nubes imperceptibles de polvo, agazapadas en la habitación bajo la protección de un velo invisible.

Verónica siente como Isibene toma de nuevo el libro del carnero. Ambas lo acarician con suavidad, pasando sus dedos por la encuadernación.

«Este libro es poderoso» ―explica Isibene―. «Contiene un sello muy antiguo que nos une a él»

―¿A él? ―pregunta Verónica antes de recordar la visión que había tenido ese día― ¿Al Buziraco?

Las sombras de la noche parecen tomar vida, se escurren entre las cornisas y como aves revoloteaban la habitación en busca de un lugar para posarse.

Isibene no responde, en vez de eso usa el cuerpo de Verónica para dejar el libro en la mesita de noche.

«Desde el día que hice el pacto él ha estado obligado a servirme como demonio familiar» ―dice finalmente, después de observar por un rato las gotas que escurren por la ventana―. «Solo tenemos que llamarlo para que acuda. Ya lo habéis conocido, la noche que realizasteis el hechizo»

La luz de un trueno rompe el cielo y Verónica percibe una multitud de ojos que la observan en la oscuridad.

«El mundo ha cambiado desde el día que decidí vengar a mi madre» ―Isbene pone la mano en el vidrio tratando de seguir con dedo el recorrido de una gota de lluvia que acaba de caer en él― «Ha pasado mucho tiempo desde ese momento».

La gota llega hasta el final de la ventana y ambas le pierden el rastro.

Isibene suspira.

«Pude conocerlo todo por medio de vuestros recuerdos: los mismos hombres han enmendado los errores del pasado. No vale la pena buscar venganza ahora. En esta época ya no existe un enemigo contra el que luchar» ―su rostro cambia nuevamente a la niña de bucles― «He decidido usarlo a él para que nos separe. Pero antes de que lo hagamos tenéis que cuidar el libro con vuestra vida, pues lo que suceda con él sucederá con nosotras».

La danza del carnero [Tomo I: Grimorio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora