Podía sentir su mirada quemándome aun cubierta, completamente, por las sabanas. Cada célula de mi cuerpo temblaba por aquel par de ojos que me observaban sin parpadear, pocas veces lo había sentido, siempre se manifestaba de diferentes maneras, ya sea haciendo ruido o mostrándome alguna parte de su cuerpo, nunca completamente.
Tan solo tenía siete años, mi mamá decía que era producto de mi imaginación y me lo repetía a mi misma nunca llegando a creerlo. Mi mente no podía ser tan desgraciada como para jugarme de a malas, ¿verdad?
Mientras más lo ignoraba, más terreno alcanzaba. Porque mi miedo crecía tanto como su sombra.
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Después de tanto tiempo sigue apareciendo, ya no era una niña y aquello sólo me hacía más inquieta, era algo más que imaginación. Una de las tantas tardes en las que me ponía a analizar el abandono de mi padre, me encontraba abrazando mis rodillas, llorando por un imbécil que sólo buscaba putas y alcohol.
Algo tocó mi hombro y estaba tan hundida que decidí ignorar aquello, pero el toqueteo se volvió intenso. Sentí que unos brazos se envolvían en mi cintura logrando exaltarme, no volteé cuando escuché una voz tan profunda, ronca y llena de misterio.
"Voltea," demandó y yo negué. "No te estoy preguntando."
No quería voltear, no quería ver el rostro de quien llevaba atormentándome por casi doce años, pero no fue necesario, porque en un parpadear un chico que parecía ser de mi edad apareció acuclillado frente a mí.
"¿Q-quién eres?," una sonrisa que fácilmente podía ser confundida como adorable adorno su lindo rostro.
"¿Quién eres?," pregunté más decidida.
"Tengo muchos nombres, pero tú puedes llamarme Yoongi."
Actualmente...
Adolorida me acomodé en mi cama sobando uno de mis costados, las luces estaban apagadas y podía sentir su mirada sobre mi. Era curioso y estaba segura de que había presenciado aquella escena, más de una vez.
"Puedes salir, nadie va a morderte."
Lo vi salir de mi armario apretando sus puños, estaba molesto, lo supe cuando comenzó a gritar blasfemias dirigidas a mi padrastro. Después de años de soltería mi mamá decidió que me había dedicado suficiente tiempo y necesitaba vivir su juventud, casándose con un puto abusador que sólo estaba con ella porque lo mantenía y a mí, que era su hija, no me daba ni para el autobús. Nos mudamos a su casa y por supuesto que Yoongi vino, con la excusa de que nunca encontraría una compañía tan espectacular como lo era él.
Todo aquello me había llevado a independizarme, buscar un trabajo y empezar a ahorrar para un propio y decente departamento teniendo que soportar los golpes que me proporcionaba aquel malnacido por llegar tarde al hacer horas extras.
