Capítulo 7.

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Yoongi tenía los audífonos puestos escuchando una canción de su rapero favorito mientras contaba las burbujas que el niño en frente suyo soplaba y soplaba sin tener intenciones de parar.

Él debería estar en Magic Shop ahora, junto a Jungkook y su madre, como habían quedado en el desayuno.

Debería, porque está sentado en el parque de su casa comiendo su chocolate favorito, el mismo que había dejado de comer por un buen tiempo pero al que no había podido resistirse en comprar cuando lo vio en la tienda de dulces camino a la plaza.

"Un buen dulce alegra el corazón" su papá decía constantemente.

Cuando tenía 10 años compraba cantidad de dulces al salir de la escuela, llevándose los gritos de la señora Jeon al ver todos los desperdicios que dejaba tirados sobre el suelo de su alcoba.

Él recordaba ser feliz.

Feliz en todas sus letras.

Feliz sin los estúpidos prejuicios y estereotipos de la sociedad.

Solía comprar caramelos de menta para Jungkook también y el pequeño conejito, como decía Yoongi por su parecido con ese tierno animalito, comía sin rechistar y a veces, cuando el mayor estaba de buen humor, también le daba un poco de chocolate a escondidas de sus padres.

Yoongi nunca había tenido la figura esbelta y prolija de su madre. Tampoco es como si lo odiara, porque sinceramente a él nunca le importó. Su familia lo amaba, él amaba a su familia. Era perfecto.

Pero lo que Yoongi no sabía era que no podía amar a alguien, no sin antes aprender a amarse a sí mismo.

Y lo descubrió en un día gris.

Un chico nuevo en Daegu. Su nombre era Mark.

10 años. 12 años. 1 día y el alma inocente del pequeño y un poco grande Yoongi se fue al traste.

Yoongi no era tonto. Sabía que no era normal sonreír por inercia al ver a su amigo sonreír hasta que se le formaran líneas finas en los costados de sus ojos.

Estaba mal pensar en lo lindo que sería abrazarlo y besar aquellas mejillas coloradas de un color rojizo por el frío cuando el chiquillo se quejaba del clima en época de invierno.

Pero no podía evitarlo.

Él supo eso en todo momento, pero nada importa cuando tienes 10 y chocolates para regalar en un San Valentín.

Recuerda con claridad las palabras que su en ese entonces amigo le escupió con indiferencia cuando le abrió su corazón.

"¿En serio crees que me fijaría en alguien como tú?" había dicho, mirándolo con asco. "Mírate, tus mejillas son enormes y tu barriga sobresale siempre que usas polos pegados." mencionó con asco impregnado en sus palabras. "Lo siento, Yoongi. Me gustarías si fueras un poco más delgado. Serías más bonito así." 

Había muchas cosas que Yoongi odiaba a los 10. Odiaba tener que comer brócolis los domingos porque su padre decía que las verduras nunca debían faltar en su vida. Odiaba que hayan sacado de la televisión su serie animada favorita solo porque no había tenido una buena acogida en el público infantil.

Pero no habría algo que superara al odio que sintió hacia sí mismo cuando entendió que quizá Mark tenía razón.

Ese día, cuando regresó a casa sin dulces para compartir con su hermano, hizo lo peor que alguien triste y con el corazón roto puede hacer.

Alejarse.

Evadió con éxito las preguntas de Jungkook cuando preguntó si estaba bien, a su madre cuando le reclamó el no bajar a cenar a tiempo y a su padre cuando le pidió hablar un momento a solas con él. Le dolió negarse a dejarlos entrar para reconfortarlo en ese momento, pero lo que más le dolía era el por qué nunca nadie le había dicho la verdad sobre su peso.

Fatiful Jimin » YoonminWhere stories live. Discover now