IX

480 43 27
                                    

...

A penas sus ojos se abrieron una pesadez en su cabeza se hizo presente como si el día anterior hubiese sido parte de una parranda de magnitud universal, con los ojos entrecerrados dio un corto vistazo por sus alrededores aún perturbado por los pocos rayos de sol que se escabullían por los espacios de los tablones que habían en la humilde casucha.

Suspiró con sequedad, poco a poco iba recordando lo acontecido y seguido de ello la sofocación de haber actuado de esa forma con el músico de cuarta, Ernesto.

- Ayay...- Se quejó el esqueleto, no tenía dónde ir sin que lo llenaran de preguntas como si fuesen unos paparazzis.
No sabía por dónde empezar, pero tenía que enfrentarlo.
- Que va...- Murmuró para si mismo, no podía huir.

Al incorporarse en un paso lento se despidió de la casa, siendo aún significativo para el Rivera, cuando se topo con sus antiguos amigos no tardaron en recibirlo y saludarlo cariñosamente.

- ¡Primo Héctor, tantos amaneceres sin verte! - Exclamó una de las señoritas con una botella en mano.

- ¿No viste que ahora es una celebridad? Seguro ya viene a hacernos caridad. - Comentó una de huesos anchos que trató de hablar bajo sólo que eso resultó bastante chillón.

- A no si cierto.

Héctor sin embargo seguía siendo el mismo hombre humilde y cálido de siempre, un poco mas cursilón a causa de su mujer. Pero no dudó en saludar a los que llamaban su atención.

- ¡Primo! Que vienes a visitar a la chusma ahorita, milagro, nos olvidaste ¿eh? - Apareció un esqueleto con un gran sombrero y con una gran sonrisa, este era otro de sus amigos, uno que había hecho mientras era olvidado.

Héctor sonrió tímidamente agitando su mano. - ¡Nono, obvio no Diego! ay es que Imelda no me da tiempo y que toda la prensa me sigue día y noche, ya sabe mi cuate. - Dijo avergonzado.

- Ya... - Dijo sospechoso. - ¿y qué le hicistes para escaparte ahorita?

No sabía sí confiarle su historia de Ernesto y él, pero podía contar con Diego, estaba tan loco como una cabra aunque temía oír su opinión al respecto.
- No... ya sabes, cosas de mujeres, Imelda amaneció con los tirifilos. Quería que ayudara a hacer zapatos, pero ni modo, yo no sé nada. - Se encogió de hombros, no tenía una mejor mentira y como todos sabían el querido Héctor era pésimo mintiendo ya sea por la culpa o por los nervios del momento.

El otro esqueleto entrecerró los ojos. - Ya, esta bueno.

Apretó su mandíbula tenso, de verdad necesitaba desahogarse y en este momento sólo Diego estaba a su lado.

— Dieguito... Amigo mío, siento como una pulga me estuviese picando la nuca... Lo que quiero decir, es que, necesito ayuda... Sé que tu eres experto en el tema y yo no... — Diego le miro de reojo con una sonrisa traviesas.
— ¿cuál sería aquel asunto del que tu no tengas idea compadrito? — se río mientras arreglaba su bigote.

Ojalá pudiera tener el contacto con su tataranieto Miguel así nada de esto sería tan vergonzoso como lo que diría ahora, seguro los muchachos de su actualidad no ven... Esos actuares como lo fue percibido en su época.
— aaaah, pues verás, cómo es que puedo pronunciarlo — sabe que al ser un esqueleto no podía mostrar el color rojizo en sus mejillas, pero podía sentir como cada hueso en su cara permanecían una extraña calidez, un bochorno que le costó el entendimiento de su habla— Tu eras,eh,f-fuiste... Y te llevaron a este mundo p-por serrr.... — tosió nerviosamente.

Diego sintió lástima, y a la vez se estaba muriendo de risa por dentro.
— Ser joto.

— L-la palabra con JOTA.

Héctor se cubrió con sus manos esqueleticas y se río como si el aire se le hubiera acabado. — eso... Eso...

Diego miró sus dedos limpiandose estas, con una sonrisa triunfante. — chales, yo creía que tu eras el experto en eso por atragantarte con un chorizo.— explotó en risas, casi malévolas.

— ¡Oye! Tú sabes que eso no fue así...— quería que la tierra se lo tragase, pero eso para un esqueleto no es una salida ideal.

Diego se acercó a Héctor al terminar de limpiarse las lágrimas de la risa, tenía una mirada de ternura y cierta tristeza. — ¿Has finalmente descubierto algo que no querías?

Héctor se tiró a una tabla para que esta funcionase como una banca, estaba agotado mentalmente; Ernesto chupó su energía con la última información entregada. No es que él fuese homofóbico...No, él mismo dudó de su sexualidad al pasar por la pubertad y ver a Ernesto cambiarse la ropa, y poder admirar su pecho y abdomen... ¡SOLO FUE ESO! Pero cuando conoció a imelda su corazón, supo, reconoció que sólo sería para esa mujer.
— Ernesto de la Cruz me dijo que me asesinó porque estaba enamorado de mí.

—Pues se veía venir, su persona de macho parecía que quería compensar algo muy en el fondo... —analizó Diego.— Espera ¿¡Desde cuando estas hablando con ése!? Hector mi amigo, mi compadre, ese vato vale verga... Aléjate de él lo más pronto que puedas.

👻👻👻👻👻👻👻👻👻👻👻👻👻👻👻 no es el comeback más profesional pero volví en serio omg y tengo ganas de seguir escribiendo.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Oct 03, 2022 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Acordes desorientados. [Ernector]Where stories live. Discover now