IV

1.7K 155 46
                                    

...

- Espera... Porfavor...- Estaba derrotado, se doblegó a su ex-amigo para suplicarle su tiempo, se humilló porque no podía quedarse de nuevo solo allí con esa soledad abismal que con cada segundo le robaba un poco de su sanidad o al menos eso creía pues lograba sacar su verdadero remordimiento y un sentimiento insoportable de melancolía.

Escuchó como el contrario detuvó en seco, él también estaba dubitativo ¿en qué se había metido?

Suspiró. - ¿M-Me lo dirás? - Preguntó atemorizado el muchacho.

- No es como si de verdad pudiera Héctor...- Confesó por primera vez al otro, no se sentía seguro, era la primera vez en siglos que no abría sus sentimientos de forma honesta con nadie, y claro, debía ser con él.

Volvió a apoyarse contra esa maldita campana. - Necesito tiempo para pensarlo... Dame tiempo, por...porfavor.- Dijo casi hasta con pesar, sin duda le costaba el mundo ser sincero incluso con sus palabras.

Miró aquél orificio intentando ver algo, pero todo era muy difuso. Ansiaba ver a alguien después de tanta desolación.

- ¿cómo podré saber si no me estas mintiendo? - Habló con impotencia, ¿es que acaso lo intentaba manipular con esas palabras lastimeras? - ¿cómo puedo confiar en ti Ernesto...?- Estaba cansado, exhausto, como si lo hubieran drenado.

Se sintió indefenso, casi como si hubiera dejado su propio corazon a la deriva sin coraza alguna. - No debes si no quieres, sólo escuchame pero... dame tiempo para pensarlo, meditarlo... sólo no me dejes...- Esta vez, sentía un nudo que no tardaría en salir si pronunciaba alguna palabra más.

Héctor estaba sin aliento, podía percibir como Ernesto se estaba desmonorando cada vez más rápido, volvió a sentirse culpable... si no hubiera venido, no hubiera causado más infortunio en su vida...o muerte. Se sintió como en un callejón sin salida.

Y necesitaba huír.

- V-Volveré mañana. - Y claro, para el hombre esas palabras no tenían significado alguno, el pasar del tiempo no tenía sentido y muchas veces parecía más largo de lo que debiese ser.

-Porfavornoquieroestarsolo.- sentía como si hubiera vomitado, deseaba contacto para calmar su ansiedad.

Héctor se fue tan rápido que no le dio tiempo de Ernesto a responder, lo que fue un alivio realmente aunque éste no lo supo hasta que el silencio lo volvió a abrazar.

¿Los esqueletos podían llorar? Podría parecer que sí, cuando De la Cruz soltó ese alarido tan desgarrador que aquéllas gotitas no paraban de salir de su cuencas, golpeó la campana haciendo crugir sus propios huesos. Lloraba por su propia ineptitud, por no controlar esas emociones, por Héctor, por su indiferencia, su estupidez, por sus acciones tan ridículas... por el pasado.

Ernesto dejó de luchar, dándose cuenta en la situación que se encontraba.

(...)

Y voló junto a Pepita, sabiendo que no había hecho lo correcto pues a los segundos de irse escucho a la lejanía estruendo cerca de dónde estaba el mayor.

Apoyó su cara en el lomo de la alebrije tratando de calmarse sin embargo la presencia de Ernesto en su mente no disminuía, y el maldito estaba más presente que nunca.

- ¡Ah! Esto es perfecto, más que perfecto.- Pegó un salto al exclamar. - Si no es esto, es lo otro.- Y su propio subconsciente lo arrinconaba a la culpa, dejándolo sin opciones pues si no lo iba a ver iba sentirse culpable, tan así como cuando va a ver al desgraciado.

Pero eso ya no importaba, cuando vio a Imelda parada en la entrada de la casa, con un semblante imponente y furioso por como cruzaba sus brazos y daba pisotones sobre el suelo.

Oh no.

- ¡Hector!...- Habló con los dientes apretados, sí, muy furiosa. ¿tanto se había tardado?

- Imelda...- Dijo con una inocente sonrisita extendienso sus brazos para darle un abrazo, tal vez eso la iba a tranquilizar.

Pero no fue así.
- ¡A ver tú! ¿¡Qué crees qué haces chingada madre!? - Su esposa le golpeó con un papel hasta alejarlo de ella.

- Pero qué pasa... Ime- -Seguía con su no tan convincente papel de inocencia.

- ¡Ah y para más remate te me haces el que no sabe nada!- Imelda mostró a Héctor la razón de su furia, y allí supo que la había arruinado.

Era el diario.

- ¿Me haces el favor de explicarme lo que significa esto? Ahora MISMO. ¡Y no te me escapes! - Apuntó a Héctor.

- Ah, pues, nadita... sólo lo leía. Y de casualidad eso...esta ahí...
- Tragó seco, estaba perdido, ya comenzaba a sentirse mareado, ay, ya se iba a desmayar.

- Claro... ¿porqué esto está remarcado? ¿Porqué Ernesto?...- Preguntó Imelda esta vez viéndose evidentemente preocupada. - No me mientas Héctor.-

Héctor calló, era su esposa, no quería mentirle. Sí lo hacía la iba a lastimar y eso era lo que menos quería.

🍄🍄🍄

AQUÍ NO HAY TANTO SUSPENSO EEEH

hkjgj no sé quien me da más pena:(
Lloremos

Acordes desorientados. [Ernector]Where stories live. Discover now