{•EL CABALLERO ARMADO•}

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En un lejano pueblo donde habitaban nobles personas gobernadas por un poderoso y generoso rey, una ave roja de gran tamaño se posó en un árbol, observando atentamente el tranquilo pueblo. Dió un gran grito con su enorme pico y al instante dos aves más lo acompañaron.

Comenzaron a hablar entre ellas en un suave e inquietante susurro y riendo echaron a volar. Volaban sin parar sobre el gran castillo del rey, susurrando y riendo y así estuvieron durante dos días.

El Rey advirtió aquello, las aves lo intimidaban de gran manera y ya sin poder soportarlo, mandó a dos de sus caballeros a buscar esas aves por todo el pueblo y así, echarlas del reino.

- Busquen a esas aves charlatanas y saquenlas de aquí, ¡Tratenlas mal, si es necesario! Y no las dejen entrar jamás, vigilen los cielos si es posible.

Y así, los dos caballeros buscaron a las tres aves, pero no dieron con ninguna, aquellas chismosas se habían ido a posar en otro árbol, de otro pueblo y de otro reino.

En aquél otro pueblo los habitantes no eran tan amables, todos discutían, peleaban y desconfiaban entre ellos. El rey ya no sabía que más hacer por su pueblo, no sabía cómo calmar el alboroto pues todo ese asunto se le había ido de las manos, no sabía que era aquello que lo causaba. De pronto, al igual que el otro rey, divisó a tres aves volando sobre su castillo, aquello no le molestó y sin más lo ignoró.

Al día siguiente el pueblo y las personas que en el habitaban, estaban al borde de la locura y el rey aún más desesperado después de intentar con desesperación calmar al pueblo, subió a la torre más alta pues quería pensar a solas y lejos del bullicio. Al llegar vió a las tres aves reposando en una estatua cerca de la ventana. Intrigado por su peculiar tamaño y sus colores tan llamativos, se acercó con cautela, temiendo espantarlas.

Sin embargo y para asombro del rey escuchó como aquellas tenían una conversación.

- Ayer estuve en el otro pueblo, del otro reino. - comentó una con una sonrisa traviesa.

- Yo igual estuve ahí y escuché algo que estoy seguro, enojaría al rey. - dijo otro viendo de disimuladamente al rey y este al escuchar su mención se acercó más.

- ¡Cuéntanos, cuéntanos! Esto merece ser escuchado - dijo esta vez la tercera ave y el rey casi que asomó la cabeza.

- De acuerdo, de acuerdo, muy bien. - rieron las tres.

- La semana pasada estuve volando cerca del castillo del otro pueblo y escuché como los pueblerinos se mofaban de los pueblerinos de éste pueblo - rió y al rey le pareció que hablaban muy extraño.

- ¡Yo! Yo estuve descansando en un árbol del jardín del otro reino y cuando el otro rey pasó junto a mí acompañado de una bella dama, le escuché decir que el rey de este pueblo es un tonto - se burlaron - dijo que era un estúpido sin remedio alguno, y-y - volvió a reír - además dijo que su esposa, la reina, era una vaca fea y gorda.

- ¡Oh, oh! También dijo que atacarían al rey de este pueblo y que al ser tan tonto, ni se daría cuenta - rieron aún más fuerte y para ese entonces el rey ya estaba rojo de la furia.

- ¡Claro! - pensó el rey - con razón todos estaban tan alterados, habían escuchado lo que las aves decían y se molestaron por que yo no hacía nada, ¡Y tan buenos que fuimos con ellos!

El rey encolerizado escribió una carta para el otro rey, anunciándole que para la mañana iría a acabar con su reinado.

- A ver quién es el tonto.

El otro rey, alarmado, le escribió una carta en respuesta, pidiendo porfavor le explicara tal amenaza.

Mi querido rey amigo, estoy seguro de que esto no es más que una equivocación. No hay mejor forma de arreglarlo escuchando y hablando, por favor le pido me conceda hacerlo.


Esa fue una de las peticiones del otro rey.
Sin embargo, no recibió respuesta y como cualquier otro rey dispuesto a defender a su gente, y preparó a su ejército.

A la mañana siguiente ambos reyes con sus caballeros se toparon frente a frente en el único pedazo de tierra que dividía sus reinos.

El poderoso y generoso rey del primer pueblo pidió las razones por las que comenzar una guerra, pero en cambio recibió amenazas y miradas cargadas de odio, el otro rey se disponía a atacar.

El rey del primer reino observó como en algunos árboles se posaban aquellas aveces chismosas, riendo a carcajadas y chocando las alas y las colas a modo de saludo, disfrutando el lío que sus chismes habían provocado. Y así, el primer rey, muy molesto, ordenó atacar no al otro rey, si no, a las horribles aves.

- ¡Chismosas! Repugnantes aves charlatanas. ¡Fuera de aquí, fuera, problemáticas bestias! - y volviéndose hacia el otro rey le dijo lo siguiente:

- Enojate conmigo si así quieres, pero, ¡escucha, oh rey ignorante! No sirve de nada que corras con todas tus fuerzas empuñando tu mejor y afilada espada. Pues seré yo el que tenga razón cuando te diga que ni tú, ni yo, somos el enemigo, es más, me atrevo a decir, somos iguales y por lo tanto no querría lastimarte.

» Somos tu y yo, caballero armado, contra el mundo; contra el mal que de alguna forma nos une para combatirlo. Así que toma mi mano y ayúdame a combatir a aquél mal volador.

Historias de fantasía ©Where stories live. Discover now