{•EL ESPEJO•}

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La belleza es importante y deseada aún cuando lo niegan. Digas lo que digas, es cierto, la deseas.
¿Quién no quiere ser apuesto?
¿Quién no quiere ser dueña de la más absoluta belleza? Y es que además el ser bello, abre caminos, puertas,como quieras llamarle, el punto es que tienes más oportunidades. Tendrías amistades, realmente no muy honestas, realmente no muy verdaderas pero lo cierto es que jamás estarías sólo. Hombres y mujeres desearían ser tu compañía aún cuando tan solo sería por una noche. Y es que tal vez esté exagerando, pero, y nuevamente seamos sinceros, algo de verdad hay en esto.

Crecí viendo y admirando la belleza y sutileza de mi familia, y me refiero a sus rostros y cuerpos, aquellos que eran perfectos o eso aparentaban. Tíos y tías tan apuestos, primas y primos tan elegantes, y mis padres por supuesto, tan inseparablemente bellos. Algunos pensarán que esto se hizo a propósito o el porqué todos estaban destinados a pertenecer a una familia tan peculiarmente bella; para mí, sigue siendo un enigma.

Claro que después estaba yo, flacucha y sin gracia alguna. Mi cara no había heredado algo de mis padres que fuera digno de admirar; era aburrida, normal. Sin nada que llamara la atención aparte de mis sobresalientes dientes amarillos. Mi cabello, castaño y largo tan opaco como el césped en verano, seco y feo. Ninguna ropa me quedaba bien, ni siquiera los zapatos o una simple pulsera en mi muñeca tenían gracia en mí, pero, había algo. Algo que lograba eliminar un poco la fealdad y era el carisma y bondad. Aquél amor incondicional hacia todo aquél que por supuesto, se lo mereciera. El respeto y timidez que podía llenar a cualquiera de ternura, mezclado tal vez con un poco de lastima; no era así a propósito, no era así por que quería. Más bien, solo era algo que la vida me había otorgado al no hacerme bella, así aquellos que se tomaban el tiempo de conocerme, no me despreciarían tan rápidamente.

Sin embargo, aún cuando poseía esa forma de ser, los fines de semana cuando toda la familia se reunía para alagarse entre ellos, resultaba ser un infierno y un sentimiento que me hacía sentir culpable abarcaba mi pecho.

Todos tan perfectos, hablando entre ellos. Fingiendo agradarse, fingiendo amor a la familia, la verdad, solo se reunían para envidiarse unos a otros; engañarse en sus caras y para cuándo llegaban a sus respectivas casas burlarse de aquellos que para ellos habían hecho el ridículo.

A mí, me dejaban de lado, no tenían nada que envidiar aunque si juzgar, pero de aquello ya se aburrieron. Mis primas de vez en cuando se acercaban a mi, me enseñaban sus vestidos que les quedaba ridículamente bellos. Sus zapatillas elegantes, sus cabellos dorados perfectamente peinados y por último cuando terminaban de enseñar su vestuario, batían las pestañas para que la atención cayera en sus preciosos ojos azules, después de eso me miraban y decían :

— Tú te ves muy bien de salud, Stephanie. — pero ni siquiera eso era cierto.

Al llegar el verano y con ello las vacaciones toda la familia decidió visitar a la tía Marissa, aquella mujer de la que nunca había oído hablar pero que ahora era el único tema de conversación entre mis otras tías.
Al llegar y ver su cara, su porte, y su flacucho cuerpo, supe de inmediato que mi aspecto físico era similar al de ella y sin duda también lo notó.

Su gran casa parecía albergar muchas cantidades de secretos y sin duda alguna la tía Marissa sabía cómo esconderlos. Pero a mí, que dejó de interesarme las aburridas conversaciones adultas o la forma en la que se engañaban todos, comencé a investigar aquello que me intrigaba tanto y llamaba mi atención en aquél lugar. Lo encontré, encontré muchas cosas, cosas que aquí no podría contar muy bien.

Caminé en los alrededores de la gran casa y nada encontré, decidí entrar y caminar por los pasillos. En las paredes habían cuadros de pinturas que sin duda te harían pensar. En algunas salas los candelabros iluminaban con intensidad y adornos sobresalían en el lugar. Sin duda la tía Marissa y su esposo Dandier tenían un muy buen gusto. Y, sí, seguro que piensas o por lo menos pensabas que al ser ella fea no tendría esposo, pero ya ves que equivocados estábamos. Me impresionó más ver que aquél hombre era todo menos feo, era impresionante y apuesto. Alto, sin duda fuerte, ojos de un intenso color verde, piel blanca y prácticamente perfecta, cabello negro y muy bien mudado. ¡Ay! Pero que suertuda, tía Marissa.

Para el tercer día en casa de tía Marissa y con casi (o eso quería pensar) la mayor parte de la casa recorrida, me encontré con una nueva habitación, una que para cualquiera parecería aburrida pero que para mí, parecía estar hecha de cristales, empujándome a tocarlos. Al entrar en ella y para mi sorpresa ahí se encontraba Marissa, de pie frente a un gran espejo. Vestía su mejor ropa y su cabello lo llevaba suelto y precioso, me dije a mi misma que algún día lo tendría así. Al acercarme más a ella pude ver su reflejo en el espejo, aquél que me dejó perpleja; y a pesar de que ella había advertido mi presencia no se movió, ni me echó, que era lo que había esperado pues había sin duda interrumpido algo; sin embargo tomó mi mano y tiró hasta ponerme frente al espejo.

Ahí el reflejo de las dos superaba a toda nuestra familia. Increíble belleza, una belleza indescriptible, una terrible ternura, una bella sabiduría, unas apasionadas figuras, unas bellas damas; sin duda muy bellas.

No creí que aquella fuera yo y tampoco creí que aquella fuera ella. Tampoco creía lo que aquella me decía, sin embargo no lo olvidaría jamás.

— Esa eres tú — dijo en un susurro y continuó después hablando más fuerte y claro — Esa soy yo. Esa es tu verdadera belleza, aquella que llevas dentro, aquella que te hace única.

» Si alguna otra mujer u hombre de nuestra familia, se acercara aquí con su arrogancia y viera su reflejo en este espejo, saldría huyendo del horroroso mounstro que vería reflejado. Pues éste espejo, es especial, no tanto como tú o yo, pero tiene un valor importante. En él se reflejará aquello que en verdad eres; verá a través de ti hasta encontrar lo que eres y sin tapujos te mostrará lo que llevas dentro de ti, así sea tan horrendo que te dejará sin poder dormir.

— ¿Es mágico, entonces? — susurré.

— Me gusta pensar que lo es. No quiero creer que es tan peligroso como presiento.

Y a pesar de eso y de lo que pasó después, comprendí, gracias a las palabras de mi tía y de mi bello reflejo en el espejo que la verdadera belleza viene de adentro, de nuestro ser. Viene de como quieras ser y de cómo quieras vivir, viene de la elección que decidas hacer respecto a lo que digan tus sentimientos o más bien acciones, de tu bondad y bien tratar. Mi familia envejecerá y serán feos por dentro y eso los hará feos por fuera, no habrá ni una pizca de vida en ellos gracias a sus corazones envidiosos y maliciosos.

Comprendí también que Dandier el apuesto esposo de tía Marissa, encontró la belleza que en ella se escondía, se enamoró de su ser, de su maravillosa personalidad de su perseverancia y amabilidad, de la forma en la que perdonó a su familia cuando antes le habían hecho daño, se enamoró de todo aquello que en ella era una verdadera belleza.

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                                     I.L.P.A
     

Historias de fantasía ©Where stories live. Discover now