CAPITULO 4

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-Hoy viene a la casa la señorita Alma, yo no la he conocido en persona, vino dos veces en el transcurso del año, lamentablemente yo no estuve presente porque no me dejaron que me quedara, me echaron por así decirlo, vinieron muchos camareros y cocineros, las dos veces pueden creerlo.

Pero hoy es el día y no me echaron, rogué a María para que me dejaran quedar pero con la condición de que use un estúpido uniforme que no es para nada mi estilo y que no haga nada incorrecto por supuesto. A quien quiero engañar, tuve que depilarme y fue terrible, pero todo el dolor y las lágrimas valen la pena por conocer a la tal Alma, me intriga como será, más bien me intriga la mujer que puede soportar a tamaño idiota y por lo que he escuchado es un persona increíble, no como las otras ricachonas que han venido aquí, amigas de la señora Karen mayormente.

Mientras estoy tratando de cambiarme en la minúscula despensa, recuerdo que no tengo zapatos adecuados para esta mierda.

-¿María?- me escabullo en su encuentro.

Para variar estoy media desnuda y merodeando la cocina.

-Ana, ¿ qué haces?- Mackenzie, que susto.

-Mack, que susto de muerte me diste.

-¿Qué rayos haces medio desnuda en la cocina?- Toche.

Si la verdad, que loca estaría en medio de la cocina desnuda. Es una pregunta ingeniosa y la respuesta es................

-Me olvide de traer unos zapatos que me quede con este uniforme.

Le digo ofreciéndole la mejor de mis sinceras sonrisas.

-Ya- dice acercandose a mí y agarrándome por la muñeca-tengo un par, vamos arriba.

-Espera, voy media desnuda.

Es inútil porque ya estoy subiendo las escaleras y dirigiéndonos a su habitación. Rezó para que la señora no me vea o don Steven, si fuera así quedaría despedida en un segundo. Pero la operación fantasma salió a la perfección.

La enorme habitación de Mack ya no me sorprende, varias veces a la semana vengo aquí a limpiarla, por supuesto la primera vez casi se tuerce mi mandíbula de lo abierta que estaba. Un momento de deslumbre.

-Tengo un par de tacones pero conociéndote como te vistes no sé si te gustaran- me da una mirada sobre su hombro, me conoce bien. Con Mack hablamos bastante cuando va a la cocina a comer, me agrada, es muy directa y atrevida, bastante para una chica de 17 años. Bueno no la juzgo, yo era peor que ella a esa edad, así también me fue por mi estúpida actitud, pero la diferencia entre nosotras es que fue criada por una madre estricta como la señora Melania, aunque no lo aparente así es ella. Que por mi parte ni mi hermana ni yo tuvimos ese ejemplo, papá hacia lo que podía, básicamente crecimos solas desde que mamá murió.

-Son escandalosamente horribles- omito, los deja en el piso y otra vez se pierde en el enorme armario de pared que tiene.

-Mira estas, son valerianas, cómodas y súper planas, pruébatelas.

Siguiendo su pedido, lo hago y bingo, me quedan y son muy cómodas. Acomodo el vestido y subo el cierre. Una vez lista me dispongo a salir.

-Gracias, Mack has salvado mi vida.

-¿No pensaras salir con ese feo moño?

¿Umh? Bueno no me parecía necesario arreglarme ni nada, no soy de maquillarme mucho, con suerte suelo ponerme un corrector de ojeras.

-No te dejare salir así, eres muy guapa y sin maquillaje te ves solo como una lápida- me agarra y me arrastra hacia su enorme tocador, formado por un espejo gigante y una mesita llena de cremas, toallitas, colines, maquillaje, esmaltes, etc. Una autentica Boutique en casa. Observo como sus manos se mueves habilidosamente sobre mi rostro, limpiando, exfoliando y nutriendo con varias cremas. Es muy buena en esto. Una vez colocando lo último, un brillo labial, se aparta y me miro al espejo, me aterre un poco al verme así, es la falta de costumbre seguramente. Aun así el maquillaje no es para nada cargado y me hace lucir más....... como decirlo, bonita. Nunca me he considerado una belleza, mi hermana lo es, yo simplemente soy normal, del montón, nada espacial. Soy de talla normal, con un pelo lacio negro hasta debajo de mis hombros. Lo único en común que tenemos con mi hermana son los ojos de mi madre, de un verde bastante claro. Mi madre nos solía decir que parecíamos princesas árabes con un aire de misterio que guardaban nuestros ojos.

-Te ves genial, Anabelle- le ofrezco una sonrisa tímida.

-Gracias, Mack, eres increíble.

Salgo de su habitación y me dirijo escalera abajo, en la cocina ya está María junto a dos hombres de delantal, cocinando. El olor inunda mis fosas nasales y mis papilas gustativas empiezan a producir saliva. Debo cerrar la boca antes de salivar el piso de la cocina y provocar un innecesario accidente.

-Ana, ven aquí- me dirijo hacia ella. Me da una mirada y asiente dándome su aprobación. Me explica que otra chica mas estará conmigo esta noche, las tres no haremos cargo del servicio, no es necesario mas personal porque solo son siete persona, la invitada de honor viene esta vez sola.

Mientras los chef estaban en plena acción, arreglamos los últimos detalles junto con Jenny, la otra moza. Charlamos un poco de cosas triviales, me cuenta que ha trabajado muchas veces para este tipo de eventos y tiene mucha experiencia en ello.

Gracias a Jenny, todo parece estar saliendo bien, el timbre sonó hace unos veinte minutos y estamos esperando a que la señora de la orden, que no tarda mucho en aparecer. María les indica a los chef para que emplaten, lo hacen a la velocidad de la luz. Una vez todo listo Jenny me dice la forma correcta en cómo debemos llevar los platos, esto me está estresando un poco, soy muy torpe con estas cosas.

-Anabelle, no lo arruines- me advierte María. Le doy un asentimiento de cabeza y salimos a la batalla.

Lo primero que veo al pasar el elegante marco de roble que separa a la cocina del lujoso comedor es una cabellera rubia como el sol con ondas elegantemente posicionadas, esta de espaldas .Me intriga saber sobre la dama misteriosa, bueno no es tan misteriosa, se su nombre.

-Así que cuando ese magnate italiano supo quién era la artista, de inmediato se avergonzó por lo que dijo. Se puso de todos colores el pobre, fue mí culpa por haber usado un seudónimo.

Unas carcajadas al unísono se hicieron escuchar, por supuesto unas muy delicadas y elegantes, no como yo cuando estoy con John y nos burlamos incansablemente imitando a la señora Márquez(pobre mujer víctima de nuestra de maldad).

Me acerco al igual que Jenny lo hice y deposito con extremado profesionalismo los platos, primero a Adam, a quien brevemente miro y su ceño fruncido me llama la atención. Prosigo con Mackenzie y finalizo con el pequeño Tomás. La señorita Alma es todo un diamante, si un mujerón con su vestido y maquillaje impecable.

La noche siguió sin inconvenientes, y al parecer María estuvo bastante satisfecha por mi labor.

SOLO TÚWhere stories live. Discover now