VOLAR

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| CAPÍTULO XXIV |

Hermione:

Las sábanas estaban frías. No estaba segura si era satín o seda, únicamente podía asegurar que no había dormido tan cómoda jamás.

Hacía un buen rato que permanecía despierta, con los ojos cerrados. Disfrutando de las almohadas, disfrutando de sentirme en paz conmigo, con él, con todos. Aedus comenzó a llorar en algún punto de la noche, tardé apenas un minuto en reaccionar... estaba a punto de levantarme y atender a mi pequeño bebé, pero no hizo falta. Severus reaccionó antes que yo; tan veloz que me asustaba. Creí que dormía...

Lo vi incorporarse cautelosamente, seguramente creía que seguía durmiendo. Tomó a nuestro hijo acunándolo en sus brazos. Aedus parecía una diminuta criatura cuando estaba cerca de su padre. Como era costumbre, yo dejaba preparado un par de biberones; él tomó uno de ellos y le alimentó. Parecía como si hubiese hecho antes... como si supiera cuidar bebés desde siempre. Cada día me impresionaba más. Cuando lo tomó por primera vez, creí que no sabía cómo cuidar de un niño, me asustaba que pudiese hacerle daño.

...

Severus sugirió que durmiéramos en la misma habitación. Yo acepté sin vacilar. Él no iba a insistirme si me negaba y yo no podía darme el lujo de desperdiciar cualquier momento a su lado. Al finalizar el verano, no sabía que sería de nosotros.

Al caer la noche, le esperé. Cenamos en silencio en el gran comedor que poseía la mansión Prince, era un lugar precioso... tan grande. Sentía una distancia terrible entre nosotros. Cuando hablábamos se producía un eco sonoro, tal vez por ello pasamos la mayoría del tiempo callados. Si hubiésemos ido a pasar el verano en su hogar o en la antigua casa de sus padres, quizá conversaríamos más... quizá pareceríamos una pareja común.

—Estoy revisando antiguas cosas que dejaron los elfos en los sótanos. Sube a la habitación, yo llegaré después.

Asentí.

—¿Necesitas ayuda?

—No. Quédate con Aedus, no tardaré.

Y seguramente no tardó.

Me quedé dormida inmediatamente después de dejar a nuestro hijo en la cuna. No podía dejar de repetir que la cama era el lugar más cómodo del universo.

...

Cada mañana, le besaba. No podía creer que estaba despertando junto a él. Severus correspondía mis besos. Yo le abrazaba expresando cuanto le quería, seguramente él lo sabía, aun así, si pudiese quedarme a su lado, no dejaría de hacerle notar mis sentimientos.

Con el pasar de los días, fuimos hablando más. Ya no nos importaba el eco. De hecho, parecía que había desaparecido. Lo que esa antigua casona necesitaba, era la presencia de una familia.

Aedus se sentía bastante cómodo. Parecía que sabía que todo le pertenecía, que había nacido para habitar esta mansión, que había nacido para ser un Prince.

Draco nos visitó en un par de ocasiones, cada día traía más regalos para Aedus.

¡Le quería muchísimo!

Él mismo me hacía notar que mi pequeño bebé sería un digno descendiente de una noble familia.

...

—Draco... Yo no soy como ustedes. Ni siquiera soy una mestiza. —Le decía.

—¿Te han dicho que te desacreditas mucho? ¡Eres una heroína! ¡Y mi padrino también! ¿No se sentirá orgulloso Aedus de ser hijo suyo? ¿No se sentirá orgulloso de estar rodeado de los miembros de la orden? Si fuese hijo mío... seguramente se avergonzaría.

Decisión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora