SENSACIONES

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| CAPÍTULO V |

Las seis semanas de embarazo se cumplieron.

Hermione estaba estresada y comenzaba a presentar los síntomas comunes del estado. Tenía un par de mareos matutinos y padecía cambios hormonales inevitables, sin embargo, disfrutaba de la experiencia.

La chica solía preocuparse por los demás, estaba en su naturaleza. Esta vez sus preocupaciones recaían en un hombre: Severus Snape.

Su opinión respecto al tema que habían tratado semanas atrás era confuso. Por una parte, persistía el temor puesto que el hombre había mostrado una indignación total ante ella. Por otro lado, algo dentro de sí misma brincaba de orgullo, su hijo sería sorprendente... siempre lo admiró por ser quien era, lo admiraba desde segundo año al darse cuenta la clase de idiota que era el profesor Lockhart y lo sublime que podía ser el profesor Snape. Siempre mantuvo dicha percepción en silencio, no se podía dar el lujo de elogiarlo al menos una vez en público porque él, día a día le humillaba delante de todos.

Hermione Granger soportaba su sarcasmo, sus burlas, su discriminación por ser Gryffindor o por ser sangre sucia (aunque nunca tuvo la certeza de ello, pensaba que la odiaba por una de esas razones) y aun así, ella moría por su aprobación, necesitaba que ese hombre reconociera que había hecho algo bien solo para salvar su ego. No había un solo maestro que no la adorara y él no debía ser la excepción, ella era excelente en las materias que el hechicero impartía. Y ahora, al saber que ella le daría vida a su descendencia... simplemente supo repudiarla como siempre lo había hecho.

Sabía de sobra que su hijo jamás conocería "un padre" y eso no le incomodaba en un principio; ahora que entendía de quien se trataba lamentaba que su bebé jamás sería aceptado por el héroe. Tampoco podía hablarle de sus hazañas... ella no quería un padre para el pequeño... quería al pequeño para su padre.

Acariciándose el vientre reflexionó que tal vez Severus no deseaba compartir su aire, tiempo, vida, espacio ni siquiera con él mismo. Recordaba la fuerza con la que sostenía su mano en el lecho de muerte y llegó a una conclusión: Él necesitaba alguien que lo amara sin importar su pasado. Una personita tan pura que pudiese redimir sus pecados y sentirse orgulloso de él.

Y de nuevo se topó con la realidad, su bebé iba a estar mejor sin saberlo. No había cambiado para nada, después de todo ella tenía prejuicios en su contra... lo admiraba pero no quería comprenderlo ni excusarlo. Se trataba del hombre que se atrevió a entrar a la casa que estaba ocupando sin el permiso de nadie y le sugirió deshacerse de su hijo argumentando que "ni siquiera estaban hablando de un bebé."

Cuando naciera, no tenía por qué soportar la misma indiferencia que ella soportó desde los once años.

Juntó ambas cejas, enfurecida, y comenzó a conjurar hechizos de protección, nadie podía entrar al lugar a menos que ella lo permitiera. Harry tampoco entraría pues seguramente estaba del lado de Snape y le daría alguna oportunidad para acercarse a ella.

Potter tenía acceso a su propio hogar dando una clave y no aceptaba compañía. Ella decidía quién era bienvenido y quién no. 

...

—Cada vez te veo más y más cansada.

—Es normal Harry, es el embarazo. —Le contestó sin despegar la mirada de un libro de maternidad.

—Percy te ha estado trayendo muchos libros...

—Sólo cinco a la semana. —Respondió indiferente.

—¡Para mí son muchos! ¿Por qué Percy te los trae y yo no? —El chico hizo un puchero tratando de llamar la atención de su amiga.

—Porque tú no sabrías escogerme un buen libro.

Decisión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora