Capítulo 12. "Si juegas con fuego... Terminarás bailando en el infierno"

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La emoción y los nervios recorrían cada fibra de su cuerpo. No sabía si lo que llevaba puesto era adecuado para la cena; jamás se tardó tanto cambiándose ni mucho menos tratando de verse bien para alguien. Estaba tratando de esmerarse y no lo negaba. Al final, se decidió por una camisa blanca, pantalones negros y un par de tenis del mismo color para tener un aire más informal. Se peinó el cabello como todo un estilista profesional, usó su mejor perfume y en su muñeca izquierda llevaba puesto su reloj Rolex. Lucía impecable. Tal cual como quería verse. Si decidió invitarlos a cenar era porque quería hablar con él.

Y si tenía suerte, le conformaría sus sospechas.

Ciertamente le sorprendió mucho que Olive los invitara a cenar en su casa. A Nadine también le sorprendió pero no le pareció sospechoso como a él. Estaba feliz porque iba a poder verla otra vez y sin el velo negro de por medio. Justin no la conocía de nada pero increíblemente le transmitía una paz que no podía explicar con palabras. En todo el camino se imaginó todos los hechos que podrían transcurrir durante la cena.

Todos ellos involucraban tenerla jodidamente cerca de su cuerpo.

—Cariño, es aquí —dijo Nadine con voz suave.

Asintió con la cabeza sin decir y se estacionó en un lugar seguro.

—Pensé que tus tíos vivían cerca.

—No, sólo mis padres están cerca. Los demás viven un poco retirados de la ciudad —arrugó la nariz, mirando con cierto desagrado el suburbio—. Es tan aburrido aquí. Siempre lo odié.

Desde la ventana de su habitación, Olive observaba fijamente a Justin y a Nadine que caminaban hacia la entrada de su casa. El ojimiel levantó la cabeza y sus miradas se cruzaron por unos segundos hasta que ella se alejó. Una pequeña sonrisa apareció en el rostro de Justin.

—¡Oh, bienvenidos! —exclamó Mielle Bornes, la madre de Olive. Era una mujer muy guapa y amistosa—. Siéntanse como en su casa.

—Hola, tía.

—Hola, cariño —le dedicó una sonrisa cálida.

—Buenas noches —saludó Kaden Bornes. El padre de Olive también se veía gentil y simpático, Justin no dudó en darle un apretón de manos y sonreírle amistosamente—. Tú eres Justin, ¿cierto?

—Sí, señor —rió despacio—. Nos presentaron en la cena.

—Ah, claro. Ya lo recuerdo —carcajeó. Se acercó a Nadine y le besó la mejilla—. Que guapa estás, niña. ¿Cómo están tus padres?

—Ellos están... bien —concluyó con una falsa sonrisa en el rostro. Una muy bien fingida, por supuesto.

—Muy bien, pasen al comedor. La cena está servida.

Mielle se hizo a un lado, colándose al lado de su esposo para dejarlos pasar. Nadine empezó a conversar de su boda con su tía y su tío político mientras se adentraban en la enorme sala. Justin se quedaba atrás mientras observaba minuciosamente el lugar y se preguntaba por Olive.

—Buenas noches, Justin —dijo esa sensual voz detrás de él—. Los estaba esperando.

Justin se mordió el labio inferior para no sonreír como un idiota y lentamente giró su cuerpo hasta quedar cara a cara. La examinó de arriba abajo con la mirada y le encantó que no llevara nada de maquillaje. Traía una falda un poco holgada, una camiseta blanca y un par de botas negras. Esa ropa le daba un aire aún más juvenil e inocente.

Pero su mirada era todo menos inocente.

—Buenas noches, Olive —murmuró, estirando su mano hacia ella sin apartar la mirada de sus ojos—. Es buena verte otra vez... Y tan pronto.

Olive Where stories live. Discover now