Capítulo 7. "Te has equivocado de persona"

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Nadine sonreía incómoda, y disimuladamente le daba pequeños pellizcos a Justin, pero este no reaccionaba. Él no podía apartar los ojos de la hermosa joven que estaba a unos pocos metros de él, y ella también lo miraba, sin embargo, no de la misma manera. Le parecía conocido, aunque no recordaba bien en dónde lo había visto antes.

Finalmente Justin reaccionó cuando Nadine le apretó más fuerte la mano.

—Oh, yo... Lo siento —sacudió la cabeza, apartando a regañadientes la mirada de la castaña—. Me distraje un segundo. Estoy nervioso.

Sheryl, quien estaba sentada en la mesa más cercana, mostró decepción y enojo. Tenía la esperanza de que Justin se arrepintiera. Los celos la estaban matando, no obstante, intentó ocultarlos y poner su mejor cara mientras tomaba otra copa de champaña. Después de que terminara la estúpida cena de compromiso, iría a un bar a emborracharse hasta perder la conciencia y luego follaría con el primer hombre rico y solitario que se cruzara en su camino.

—Sigue hablando —Nadine le susurró al oído, y todavía sonreía para disimular su molestia.

Justin carraspeó la garganta y se acomodó la corbata. Se obligó a reaccionar o terminaría haciendo el rídiculo. O mejor dicho, dejaría en vergüenza a su prometida.

Quizás sólo estaba alucinando.

—Como seguía diciendo... Nadine es asombrosa, bella, talentosa y carismática. Una mujer con muchísimas cualidades. Ella sabe lo mucho que la quiero y es por esa razón que tomé su mano. Quiero que lleve mi apellido y sea la madre de mis hijos. Prometo hacerla muy feliz —esbozó una media sonrisa. Giró un poco la cabeza para mirar fijamente los ojos de su novia—. Te amo, cariño.

—¡Un brindis por eso! —exclamó Levy, levantándose de su asiento y elevando su copa en el aire—. ¡Te quiero, hermano!

El ojimiel soltó una pequeña carcajada y alzó su copa.

—Salud —dijeron al unísono los novios.

Después de terminar con el brindis, las personas se acercaron para felicitarlos y desearles una vida amena y feliz. Algunos lo decían por obligación y otros porque les salía del corazón. Pero las dudas no salían de su cabeza. Menos ahora que había vuelto a ver a la culpable de su insomnio.

Y lo peor de todo era que le parecía aún más hermosa sin el velo. Tenía el rostro de una diosa del Olimpo. Era despampanante.

—Hey, Justin —Levy golpeó despacio su hombro con el suyo—. ¿Por qué estás tan distraído? Creí que estarías más emocionado...

—Está aquí. La he visto con mis ojos.

Levy lo miró extrañado.

—¿A quién?

—A la bailarina del club...

—¿De qué estás hablando, Bieber? Nadie ha visto el rostro de esa mujer. Creo que estás alucinando —negó con cierta diversión en el rostro—. Lo mejor es que te olvides de eso. Te vas a casar.

—Hablé con ella, maldita sea —gruñó—. No estoy loco. La vi. Reconocí su mirada, su cuerpo, sus ojos, sus labios...

No perdió el tiempo y empezó a buscarla con la mirada entre las personas del salón. Varias personas se habían retirado a sus respectivas casas. Ya no le sería tan difícil encontrarla.

—Te sugiero que dejes de tomar alcohol. Está jodiéndote el cerebro.

—Voy a hablar con ella —dijo decidido. Levy lo detuvo poniéndole una mano en el pecho.

Olive Where stories live. Discover now