Capítulo 8: Espacio.

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—Entonces, ¿te gusta «El manantial»?

Observó el rostro de Raven fijamente, porque estaba increíblemente preciosa bajo el cielo estrellado. Y, Dios, era una ñoña, pero era muy cierto.

—Sí, tengo una psicóloga nueva que parece que me entiende mejor que ninguna antes, y te tengo a ti.

La última frase se obligó a decirla, porque quería ser valiente, armándose del valor que había agrupado una hora atrás antes de salir del internado. Para impresionarla.

Raven sonrió de lado sin dejar de mirarla a los ojos y le hizo una pregunta que consiguió que riera.

—¿Porque soy supergenial?

Soltó el agarre de su mano, aunque confesaba que le encantaba sentir sus dedos entrelazados, y golpeó suavemente su cadera, por creída —aunque obviamente era supergenial—. No se esperó que Raven apoyara su mano sobre la suya y la mantuviese en su cadera y tras mirar el gesto, enfocó el marrón de sus ojos, que la observaba fijamente.

Uf, es que estaban muy cerca y otra vez la taquicardia anticipatoria, esa que le gritaba que tenía que suceder ya o no iba a poder sobrevivir más. Porque si dejaba pasar otra ocasión donde pudiera besarla no se lo iba a perdonar.

Raven la miraba seria y notó que su respiración se agitaba. Después sintió que acariciaba su mano con el pulgar y la vio cerrar los ojos. ¿Querría...? Dios.

Es que era el momento perfecto. Se habían escapado juntas y Raven, una vez más, había preferido quedarse con ella que con sus amigas y la había llevado a un manantial, donde estaban a solas, porque se preocupó en que no le diera un ataque de ansiedad por el momento. Porque sí, se había hecho la valiente, pero por dentro estaba muerta de miedo. No quería que la pillaran allí, pero en esos instantes se le habían olvidado esos pensamientos de rechazo, de que las pudieran ver... tan solo estaban ellas dos.

Bajó la mirada hasta sus labios, tan tentadores, tan llamativos...

«Bésala, joder».

Se inclinó hacia delante y no esperó que estuviera tan cerca. Mierda, era patética, pero, joder, sus labios estaban unidos. O medio unidos, porque no había acertado de lleno. Ay, Dios, qué vergüenza, qué caca de primer beso.

Casi gritó cuando Raven movió los labios y, con una suave embestida, consiguió que cubrieran completamente los suyos.

«Respira, Alex, es un beso».

Un beso con Raven Reyes, joder.

Disfrutó de la sensación que le otorgaba el poder sentirla contra su boca, y notó sus dedos temblar sobre su mano. ¿Raven estaba nerviosa?

Ay, era tierna y sexi. Un dos por uno que le volvía loca.

Raven se separó levemente de ella, y ya echaba de menos sus labios. Le sonrió, aunque no pudo encontrarse con el marrón de su mirada, y decidió abrazarla para intentar calmarla. Cerró los ojos, sintiendo la calidez de la piel de su cuello contra la nariz. Y encima tenía que oler tan bien. Aunque provocaba otras cosas en ella.

Se relajó entre sus brazos, y pensó en si podría besarla de nuevo, porque deseaba hacerlo, y mucho. Sintió sus manos acariciándole la espalda y se estremeció contra su cuerpo, y quiso devolverle las caricias, pero, Dios, quería acariciarle la boca. Con la suya.

Salió de su escondite y decidió mirarla fijamente, Raven aún mantenía los ojos cerrados. Sonrió ligeramente y subió la mano hasta su rostro para acariciarle la cara con lentitud con la yema de su índice. Tenía la piel más suave del universo, más incluso que Harriet, y eso que pensaba de siempre que sería insuperable.

¿Jugamos al escondite?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora