Capítulo 03 | Reto

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¡Eran las siete de la mañana! ¡Joder! ¿Por qué tenía que empezar mis mañanas de la peor manera posible? Era horrible.

Después de graduarme de bachillerato y de matricularme en Letras en la Universidad Estatal de Nashville, había decidido mudarme a la casa de Dave —regalo de sus padres— porque no soportaba habitar en el mismo lugar que mi madre.

Gruñendo y maldiciendo me levanté de la cama, bajé las escaleras de dos en dos dando brinquitos. Saqué una jarra con jugo de naranja del refrigerador, tarareando me preparé el desayuno.

Mientras degustaba los huevos con tocino, una pelirroja de falda y top apretados se asomó en el umbral de la cocina. El tenedor se atoró en la mitad del camino y mi entrecejo se frunció.

—¿Eres la compañera de Dave? —preguntó con voz chillona, así que afirmé con un sonido nasal. No tenía ganas de hablar, mucho menos con alguien que había conocido a David de la forma que yo nunca conocería.

En un descuido, mi pulgar se manchó de salsa, llevé el dedo hacia mi boca para quitar la mancha. La pelirroja arrugó la nariz con disgusto y asco, ¿por qué no se iba?

—¿Hay desayuno para mí? —cuestionó.

No pude contener la gracia que me causó, la risa burbujeó desde el fondo de mi garganta.

—Dile a David que lo prepare o prepáralo tú misma, princesa, las manos no solo sirven para la manicura.

El cabello despeinado de Dave apareció en la cocina en aquel instante, interrumpiendo la riña. Apretaba sus labios intentando contener la risa, seguro había escuchado nuestra conversación. Vació su cereal favorito y leche en un tazón, después de darle un trago largo directo del cartón. Sin titubear se sentó a mi lado con despreocupación.

—Ya te ibas, ¿no? Ya tienes los papeles. —Alzó una ceja a la pelirroja a modo de interrogación. Esta resopló, indignada, se dio la vuelta para dirigirse a la salida, no sin antes dar un ruidoso portazo.

Divertida por aquella escena, mordí mi labio inferior.

—La hiciste enojar —susurré entre risitas.

Dave buscó mis ojos con los suyos y clavó, despistadamente, su mirada en mis labios. Odiaba sobremanera cuando hacía aquello, me daban ganas de obligarlo a besarme, por supuesto que nunca hice nada por cumplir mis deseos.

—Yo no le pedí que viniera, Carly —dijo con la boca llena.

—«¡Deberías sentar cabeza, David Arthur Stewart! ¡No quiero morir sabiendo que mi hijo sigue siendo un mujeriego salvaje!» —imité, nunca dejaba pasar la oportunidad de decirle las palabras que Rachel, su madre, solía repetir. Soltó una carcajada ahogada.

—No estuve con ella, te cuidé toda la noche porque alguien disfrutó mucho de su cumpleaños abusando de los tragos. —Me lanzó una mirada penetrante que no supe entender, el agarre en mi corazón disminuyó un poco—. Es una compañera de Cloud y venía por unos documentos. Por cierto, los chicos vendrán, ¿tomarás unas cervezas con nosotros, cariño? —preguntó haciendo que afirmara con la cabeza.

No me agradaba la idea de que esa chica trabajara con él. Cloud era un grupo de abogados y Dave hacía sus prácticas profesionales ahí.

—Sí, pero que se vayan temprano —respondí e hice un puchero. Dave golpeteó mi recta nariz con su índice.

—«¡Diviértete un poco, Carlene! Necesito nietos algún día» —exclamó. Me moría de la vergüenza cada vez que mi madre repetía aquellas palabras, y él lo sabía. Su enunciado me provocó una mueca, la señora Sweet estaba obsesionada con presentarme buenos partidos, cosa que me molestaba hasta la médula—. ¿Sigue intentando emparejarte?

Luz de luciérnaga © (WTC #1) [EN LIBRERÍAS]Where stories live. Discover now