Al amor de mi vida.

¿Cómo podía?

"Tommy..."

"Dyl." Hablé antes de que él termine. "Dime que me amas, ¿Puedes? Por favor, quiero que me digas que me amas mucho, amor. Lo necesito." Pasaron unos largos segundos en los que no escuché su voz, hasta que, después de un largo suspiro de su parte, él contestó:

"Sabes que eres el amor de mi vida y que te amo más cada día, mi pequeño." Iba a agradecerle, cuando continuó. "Sé que algo pasa. Lo sé, lo siento en mi pecho porque eres tú y pienso que sé cuándo te duele, pero no quiero forzarte a hablarme de algo que no deseas decir." Negué con la cabeza, encogiéndome más en mi lugar. "Cuando vuelva... Hablemos, ¿Si? Tú y yo, Tommy, porque ya no estás solo. Ya no tienes que enfrentarte a las cosas de este modo, ahora estoy contigo, podemos hacer lo que sea, pero juntos. ¿De acuerdo?"

"De acuerdo." Afirmé al segundo siguiente, relajándome un poco. Dylan siempre lograba eso, incluso sin su presencia, él sabría qué decir para tranquilizar a mi omega, a mí, para enamorarme más con palabras tan simples y dulces. Su seguridad, su entrega, su amor, definitivamente el alfa más perfecto del mundo. "Cuando vuelvas... Te contaré todo, Dyl."

(...)

Durante la noche y gracias a todas las horas de insomnio, por fin decidí qué hacer. Hablaría con Francis. Sabía que no estaba listo para enfrentar tal cantidad de malos recuerdos y menos sin Dylan acompañándome, no iba a forzar a mi omega a revivir aquellos malos momentos, no hasta que tuviera a mi alfa presente, acompañándome en ello.

Simplemente le sería completamente sincero, él, a pesar de su imponente autoridad, siempre se mostró ante mí como un alfa decente, así que si le decía la verdad o al menos lo más importante, no me obligaría a hacer la sesión fotográfica de Daniel, ni mucho menos a estar en el edificio durante su tiempo ahí. Claro, cabía la posibilidad de que Francis se enoje, comience a gritarme por ser tan cobarde y me despida pero... Al demonio, un empleo nunca valdría más que mi estabilidad.

Cuando divisé a mi jefe, este estaba rodeado de personas, betas u omegas le hablaban a la vez de cosas diferentes y él sorprendentemente los podía escuchar a todos. No era una de mis cualidades, pero era bien sabido que muchos de nosotros nacíamos con una habilidad para diferentes cosas, claro que nada como lanzar rayos por los ojos, pero cosas pequeñas como el sentir una enfermedad o la capacidad de organizar tus pensamientos a la velocidad de la luz tal cual un estratega ejemplar eran cualidades de muchos omega o alfas, respecti- vamente.

Mi cualidad se podría decir que era el tener la mejor suerte del mundo. Sí, porque conocí a mi alma gemela, algo tarde, pero tan perfecto como solo él puede serlo.

Sin divagar más, caminé hasta Francis y él me observó por un par de segundos, sabía las preguntas silenciosas que debía hacerme, como por qué falté dos días o el porqué de mi escena cuando vi a Daniel, ya que no dudaba que Kitty le haya contado todo con lujo de detalles. Él continuó en silencio de igual forma, volviendo a la cantidad de personas que le hablaban.

"Francis." Dije, suavemente. Alzó la mirada por esos segundos, esperando que yo continúe. "Tengo que hablarte de algo importante, pero... En privado." Los más de seis pares de ojos de las demás personas me miraron, para después volver a enfocarse en él.

"Debes esperar Thomas, tengo que lanzar la revista mañana por la mañana y estoy concluyendo con los detalles." Asentí. "En unos minutos me desocupo y te buscaré, ¿De acuerdo? Igual pienso que tenemos que hablar."

THE PERFECT OMEGA  적응! ー dylmas. Where stories live. Discover now