Prólogo

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Estaba aburrido.

Aunque para ser sinceros, esa no era la definición correcta.

Su mirada viajó por toda la librería hasta parar en esa caja de contenido dudoso que su abuelo le había dejado como encargo para llevarlo al correo central de la ciudad que estaba a tan solo media hora de ahí, pero aun así no tenía ganas de hacerlo porque flojera.

Gruñó y se acercó hasta la caja con una mueca de disgusto encontrándose una pequeña nota pegada sobre esta que dictaba:

Oh mi querido Hun, estás gruñéndole a la caja ahora mismo ¿verdad?

Maldición que bien lo conocía su abuelo, pensó.

No seas tan amargado mi pequeño y hazle caso a tu sabio abuelo, necesitas algo dulce en tu vida que endulce tu ser.

Dulce. Un pequeño estremecimiento recorrió todo su cuerpo y por un momento divagó dentro de su mente, pero decidido a no regresar a lo mismo, sacudió la cabeza para alejar cualquier pensamiento que le recordara a alguien en especial y siguió con la lectura.

Bueeeeeeeeeeno, dejando de lado tu cara de estreñido, te aconsejo que intentes ser más amable con los clientes o si no terminaran espantados como los últimos cinco, aunque pensándolo bien, mejor deja que Hyomin y los demás se encarguen de atenderlos.

Ya casi estaba saltando en un pie porque no tendría que hacer nada más que estar sentado vigilando la librería.

Epa, no tan rápido mocoso, no creas que te librarás de trabajar. Sé de ayuda y deja de ser tan inútil, lleva la caja al correo que no tienes otra opción.

Te ama, tu querido abuelo.

Quiso arrugar la bendita nota que su cariñoso abuelo le había dejado, pero se rindió al no poder despegarla, diablos.

Optó por sentarse sobre una de las sillas que se encontraban detrás del mostrador y cruzó los brazos esperando a que apareciera su queridísima mejor amiga-casi hermana a.k.a la nice nice body, quien se encontraba atendiendo a uno de los tantos clientes que paseaban por el lugar.

Oh, Park Hyomin, esa monga que le ganaba por 5 largos años y aun así dejaba que él la tratara como igual o incluso como alguien menor, en su defensa, ella lucía como una veinteañera cuando ya iba por los treinta. Además, el hecho de que llevara colitas, moñitos o lo que sea que se hiciera en el pelo la hacía ver igual de ridícula que las niñitas del jardín de niños, igual que esas pobres almas indefensas que caían en la garras de sus desvergonzadas madres quienes hacían esos peinados bufonescos como si fueran lo mejor del mundo. La diferencia era que a su amiga le encantaba llevar esas cosas en la cabeza hechas con sus propias manos de artesana.

¿Qué cómo era su mejor amiga-casi hermana?

Pues ella era alguien con quien no te gustaría convivir.

Todos los días llevaba esos ridículos peinados, nunca se olvidaba de colocarse esos lentes los suficientemente flojos como para rodar por el puente de su nariz cada cinco segundos, apenas y se lavaba la cara, tenía un humor de mierda, molestosa hasta más no poder, un asco en cuanto a moda, bipolar, carismática, inteligente, astuta, elocuente, graciosa, agresiva y perspicaz, una chica jodida pero contenta que era más masculina que todo su grupo favorito de nombre XEXO, sip, Hyo contaba con gustos particulares. Ella era todo eso y muchas cosas más.

Ah y no olvidemos de la cinta negra de Karate que casi siempre rodeaba su pequeña cintura.

Ambos habían quedado a cargo del negocio de sus abuelos, los viejos decidieron darse unas merecidas vacaciones y apenas ayer se enteró de ello cuando vio a la pareja de ancianos con unas maletas en las manos y sus horribles playeras veraniegas cubriendo sus arrugados cuerpos.

Something SweetWhere stories live. Discover now