•Oasis•

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Era la forma en la que sus labios se mecían con lubricidad sobre los míos. Era la forma en la que sus finos dedos se introducían en mis enredaderas negras. Era la forma en la que sus verdes bosques me penetraban hasta el alma. Era la forma en la que me decía "Te quiero". Era la forma en la que sus suspiros alegres resonaban en el parque. Era la forma en la que lo amaba inconscientemente, inconscientemente.

Era la forma, era la forma...

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Estaba nublado, pero no hacía tanto frío como el día de ayer, mas había una membrana congelada al otro lado de mi ventana; suspiré sobre ella y comencé a dibujar el rostro de un gato con mi índice, trazando cada línea y temblando porque mi habitación estaba helada y yo andaba con un delgado pijama.

Dejé al gatito ahí y me sobé la parte baja de mi espalda, esa zona lumbar pero un poco más arriba... ¿Cómo explicarles? Justo en medio de la espalda, no lo sé, es como si me hubiesen apretado tanto, tanto, que ahora esa zona está muy sensible. Bufé, no me gustaba despertar con dolores, se supone que uno duerme para descansar y amanecer renovado, no para amanecer con una molestia.

Me vestí rápidamente y bajé a servirme algo. Era miércoles... Agh, que semana más larga.

Tricia no estaba y mis padres tampoco. No vi a mi papá llegar anoche ya que me fui a bañar y a dormir temprano, es extraño porque casi siempre me quedo hasta la madrugada jugando o viendo películas con Clyde en línea, pero anoche tenía mucho sueño incluso soñé... Esperen, llaman a la puerta.

Cruzo el comedor y el living para llegar a la entrada, seguían tocando insistentemente, como si estuvieran desesperados por entrar o por entregarme algún folleto. ¿Quién sabe?

—¡Voy, aguarde! —grité para que dejara la madera en paz.

Al llegar, coloco mi globo ocular en ese círculo vidrioso que me deja mirar hacia afuera y cuando trato de ajustar mi visión al blanco del exterior no logro ver a nadie. Los golpes habían cesado cuando mis pestañas rosaron esa circunferencia metálica.

Aprieto mis labios y giro la perilla para salir. No hay nadie. Les juro que escuché muchos golpes en la puerta... golpes precisos, golpes apresurados y rítmicos, uno, dos, tres, cuatro... Rápidos, fuertes. Asomo mi cabeza congelándola en el acto, mis mechones se mecieron un poco por una brisa repentina que cruzó mi rostro. Nadie, la nada absoluta, sólo un blanco vacío que rodaba mi hogar. Mierda.

Cerré la puerta y me alejé de ella sin quitarle la vista de encima, de seguro fueron unos niños traviesos queriendo asustarme. Sólo fue eso.

Volví a la cocina y comencé a hablar conmigo mismo, riéndome de mis propias bromas y suposiciones para mantenerme distraído, para no pensar más en aquello, para concentrarme en el té que me estaba haciendo, pero no funcionaba. Sentía que en cualquier momento la puerta volvería a sonar, que la madera volvería a crujir debajo de unos nudillos falsos; sentía que ese eco hueco se transmitiría por toda la casa. Iría a ver quien es y no encontraría a nadie de nuevo. Sentía que volvería a sonar pero ahora desde mi casa, desde el interior, desde arriba, desde mi cuarto, desde la misma cocina, desde mi espalda.

Bebí el té raudo, tomé mis llaves y salí por la puerta trasera, agitado y con los vellos en punta. Sí, ya, lo sé, soy demasiado asustadizo.
Pero díganme ¿ustedes no se asustarían si les tocaran la puerta estando solos y completamente vulnerables? No mientan, sé que sí.

"A tres lagunas de ti"『Creek 』Where stories live. Discover now