Capítulo 21: "Experiencia"

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Nuestro encuentro con los videojuegos había sido corto, bueno, por lo menos para mí, o al menos eso me parecía. Sin embargo, era necesario tomarnos una pausa, después de todo, tampoco estaba muy de buenos ánimos que digamos. ¿Pero qué estaba diciendo? ¿Yo? ¿Sin ánimos? ¿Y justo estando en una cita con Lili? ¡Diablos!

—Perdóname Lili, no quería hacerte pasar un mal momento —me disculpé con ella, y naturalmente me vio extrañada.

—No sé a qué te refieres con que me hiciste pasar un mal momento, sólo perdimos la partida, eso es todo, no es nada grave —me sonrió, y luego la vi disfrutar de su batido de fresa, yo en cambio, degustaba uno de chocolate.

—Sí, pero si no me hubiera distraído hubiéramos ganado —refuté.

—No te preocupes, podemos volver a intentarlo. Esta vez yo pagaré —me aseguró, sin embargo, yo me negué.

—Sí dejo que pagues no sería un caballero —ella naturalmente se sonrojo y me contestó:

—Pero creo que lo equitativo no tiene nada de malo, pues es parte de la modernidad —me anunció.

—Bueno, quizás tengas razón. Pero en esta ocasión al menos déjame pagar a mí, ya que yo te he invitado. La próxima vez lo haré de la manera que deseas —vi cómo se encogió en su lugar, y acto seguido mantenía sus mejillas con ese tierno rubor.

—Está bien —aceptó por esta vez, y en lo que me puse a beber mi batido, ella me hizo la siguiente pregunta:

—¿Hay algo que te preocupe Dalton?

—No, ¿por qué lo dices? —dejé un poco de lado lo que estaba tomando para escucharla.

—En el juego, cambiaste la expresión de tal manera, que nunca me imaginé verte así alguna vez. Parecía como si te hubieras hundido en alguna especie de recuerdo tortuoso —yo ante eso sonreí suavemente; al parecer ella era más perspicaz de lo que podría imaginar. En esta cita estaba aprendiendo cada vez más acerca de Lili, por lo tanto, entendía que era diferente a seguirla. Su presencia contrastaba con su lejanía, e indudablemente se sentía más mágico.

—Bueno, no te mentiré. Recordé a un amigo con el cual me juntaba. Él también solía jugar conmigo a ese juego de zombis; ahora mismo estamos peleados —le hice saber.

—Sé que no es de mi incumbencia, no obstante, quisiera saber por qué están peleados —me dijo preocupada. Mi amada como siempre estaba buscando ayudar a los demás, sin embargo, en esta ocasión era diferente, pues se trataba de mí. Saber ese simple detalle hizo que me ruborizara y mirara a otro lado, de ahí el por qué me rasqué la mejilla pensando bien lo que le diría, pues sabía que no podía plantarle la idea del verdadero motivo, el cual era seguirla como todo un acosador—. Bueno, como veras, él piensa que mi forma de actuar no es correcta —le aclaré; no estaba mintiéndole, es más, esa era la verdad.

—¿Qué tiene de malo tu forma de actuar? Yo creo que eres muy amable, caballeroso y de lo poco que te conozco, creo que eres una buena persona —las palabras de ella no dejaban de embelesarme, pero más que nada, era su dueña la que lo hacía. Sus expresiones eran únicas, perfectas, y esa vestimenta la hacía parecer una princesa. Es verdad que no poseía uno de esos estilos pintorescos de esos años, aun así, para mí no dejaba de ser de la realeza.

—Gracias Lili. Sé que él me comprenderá algún día, o al menos eso espero —me reí un poco, y ella me vio con algo de desconcierto. Había dejado en claro que no quería seguir extendiendo el tema, más que nada era porque no podía entrar en más detalles.

—Entiendo. Sí necesitas algún consejo, sabes que puedes llamarme —me aseguró mostrando una expresión llena de determinación; sin dudas era una persona muy segura de sí misma.

—Claro, te lo haré saber. Por cierto, ¿aún te siguen llegando mis correos? —le pregunté, y después me puse a hacer ruido al beber de la pajilla.

—Sí, me siguen llegando —bajó un poco la voz después de decir eso, por lo que parecía que en verdad estaba avergonzada. Yo esperaba que hiciera algún comentario al respecto, no obstante, por lo visto estaba pidiendo mucho. Quizás no sabía exactamente qué decirme, de todas formas, al menos me enteré de que le caían.

—¿Qué hiciste con la carta que estaba rota? —la volví a interrogar. Por mi parte me había quedado con la duda, y me intrigaba si era capaz de tirarla. Observé que en cuanto dije esto, ella se puso nerviosa, e incluso, quiso cambiar de tema al instante, por lo que de repente, con una gran sonrisa aplaudió.

—¿Qué tal si vamos a pasear por los negocios un rato? —me insistió varias veces, lo cual me hizo entre cerrar los ojos con algo de duda, debido a que no era grato que hiciera eso para desviar la conversación, aunque ante su firme proceder terminé por aceptar.

—Está bien —dejamos los vasos vacíos en esa pequeña mesa de café y nos fuimos a recorrer las tiendas.

Llegamos a entrar a una juguetería, incluyendo también una casa de ropa en la cual había muchas chicas. En ese lugar me miraron mucho las muchachas y alguna que otra se me acercó, aunque cuando lo hacían mostraba claramente una expresión de desagrado e inmediatamente se alejaban.

—Creo que mejor deberíamos ir a otro lugar —me sugirió ella, y yo simplemente asentí.

—¿A dónde quieres ir ahora? —salimos de la tienda tranquilamente, y yo aún me encontraba cargando las flores. Para cuando me di cuenta, ya estaba empezando a caer la noche.

—Creo que ya se está haciendo tarde, así que este será el último lugar al que iremos, ¿estás de acuerdo?

—Claro —le respondí, y dejé que ella me guiara. Al principio el camino no parecía llevar a un sitió extraño, no obstante, era algo más lejos de lo normal, y tenía la impresión de poseer una idea de qué clase de rumbo estábamos tomando—. ¿Estás segura de ir hacia allá? —ya no podía evitar sentir ansiedad al respecto, y lo peor era que creía que ese sendero que estábamos recorriendo llevaba nada más y nada menos que al campo santo de la ciudad.

—Sí, porque vamos al cementerio.

—¿Qué? ¿Por qué quieres ir al cementerio? —me detuve en mi marcha, pues no entendía cuál era su finalidad.

Estaba ahora desconcertado frente a lo que ocurría; mi idea de una cita no era ir al cementerio, sin embargo, estaba pasando, así que quizás Lili era más especial de lo que yo mismo podría imaginar, de ahí ella se detuvo casi a mi par y me respondió.

—Creo que en ese lugar habrá alguien a quien le guste esas flores —se giró mostrándome una sonrisa; ¿lo decía enserio? No obstante, yo no podía sentirme tranquilo ante esa propuesta, pero... ¿qué iba a hacer con las flores si no quería que las arrojara? Miré el ramo en mi mano, y luego a mi amada.

—Está bien, luego me explicarás con más detalle —le indiqué y, empezamos a trasladarnos con más ritmo hacia nuestra siguiente parada: el campo santo.

—Está bien, luego me explicarás con más detalle —le indiqué y, empezamos a trasladarnos con más ritmo hacia nuestra siguiente parada: el campo santo

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Soy un temerario mi amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora