El aula de Encantamientos

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Pasaron los días y llegó el fin de semana. Hermione no había visto a Draco desde aquella vez frente a la Casa de los Gritos. Ambos habían estado ocupados y ya no se paseaban por los pasillos. La primera semana de clases había dejado muchos deberes para Hermione, se sentaba regularmente en la Sala Común junto a Harry y Ron, y se pasaban horas enteras terminando los deberes y conversando. Harry seguía obsesionado en descubrir que hacía Lucius Malfoy en Hogsmeade, pero a Hermione, en cambio, no le interesaba. Aún conservaba en su mente la viva imagen del beso con Draco, no podía sacársela de la cabeza, parecía grabada a fuego. Todavía no lograba entender como era que le había gustado, y peor aún, quería que se repitiera. Decidió no cavilar más sobre el asunto y dejarse llevar.

Tuvo la oportunidad en la tarde del domingo. Se había despedido de sus amigos en la Sala Común (donde Harry y Ron estaban jugando al ajedrez mágico con Neville) y había salido al exterior a leer. Cuando salió del castillo se encaminó hacia el lago con su libro bajo el brazo, bordeó el mismo y encontró un buen sitio bajo un haya. Apoyó su espalda en la gruesa corteza del árbol y abrió el libro. Alrededor de media hora después sintió pasos a su espalda y se dio vuelta. Draco se acercaba caminando con las manos en los bolsillos de los pantalones, la camisa afuera y la corbata desanudada, miraba el suelo con la cabeza gacha. Hermione por impulso se paró y cerró el libro. ¿Qué le diría?, todo aquello era muy incómodo, pero no tuvo tiempo de pensar su respuesta, porque Draco tomó otra dirección y la pasó de largo. Hermione lo vio dirigirse a las orillas del lago. Parecía que Draco iba a nadar en él, porque se quitó la corbata, los zapatos, las medias, luego el pantalón (debajo tenía el bañador) y por último la camisa. Hermione no pudo evitar proferir un pequeño suspiro, la espalda del muchacho, extremadamente pálida, relucía bajo la potente luz del sol, se marcaban sus pectorales y cada línea de su cuerpo se contrajo cuando el muchacho se lanzó al lago de cabeza. Hermione lo observó salir a la superficie y comenzar a nadar crol, pronto se dio cuenta que permanecía parada, se volvió a sentar y abrió el libro, pero su mente ya no podía enfocarse en lo que leía. Cada un minuto levantaba la vista y verificaba que Draco siguiera allí. Media hora después vio a Draco salir del agua empapado y juntar su ropa, se colocó la camisa sobre la espalda mojada y abrochó un par de botones, luego se calzó los pantalones las medias y los zapatos y se echó la corbata al hombro.

Antes de lo que Hermione imaginaba, Draco ya estaba cerca de ella, tenía que hacer algo, no podía dejar pasar esa oportunidad. Cerró el libro con decisión y se paró justo a tiempo, Draco estaba a unos palmos de distancia cuando la vio.

-Hola- saludó Hermione con las mejillas levemente ruborizadas. El corazón le palpitaba bajo la camisa.

-Hola- correspondió el saludo Draco. Pequeñas gotas de agua le brotaban de las puntas de su pelo y caían sobre la camisa completamente mojada.

Era una situación incómoda, ninguno de los dos sabía qué hacer. Estaba claro que tampoco ninguno de los dos había olvidado lo sucedido cuatro días antes.

-Con respecto a lo de…- comenzó a decir Hermione.

-Hoy a la noche, en el aula de Encantamientos a las dos- le interrumpió el muchacho.

-¿Qué?- Hermione estaba desconcertada, ¿de qué hablaba?

-Si quieres encontrarte conmigo ve, te estaré esperando- dicho esto sacudió levemente la cabeza, provocando que gruesas gotas de agua salieran esparcidas por el aire, y siguió su camino. Parecía que dejar plantada a Hermione se le estaba haciendo una costumbre. La chica sonrió para sí, no supo muy bien por qué el corazón le latía tan fuerte y porqué estaba tan feliz, pero aún así cerró el libro con la sonrisa permanente en su rostro y se encamino hacia el castillo.

Era de madrugada y Hermione todavía no sabía cómo iba a hacer para salir de la Sala Común sin levantar sospechas. Harry y Ron (que se habían cansado de jugar ajedrez mágico toda la tarde) se encontraban despatarrados en las butacas intercambiándose Garageas Bertie Bott de todos los sabores y jugando a ver quién encontraba el gusto más extraño. Neville estaba en el centro del círculo de butacas sentado en el suelo y con un libro de botánica sobre la mesita pegado a las narices, y Ginny sacaba brillo a la Saeta de Harry con el Equipo de Mantenimiento de Escobas del muchacho.

En el lado oscuroWhere stories live. Discover now