Capítulo 7: Vamos A Por Él

608 68 2
                                    

La sangre cae por su nariz, un hilo rojizo que serpentea por sus labios para acabar en sus labios y caer de su barbilla hasta el suelo. Sus ojos están fijos en mí, frunciendo el ceño mientras estamos sentados a cada lado de la cocina, sin acercarnos por la mesa rota y la sartén del suelo.

Desde que Marth se ha ido huyendo de nosotros y pronunciando las palabras que no nos esperábamos, la mirada de Ricky ha estado más fuerte de lo normal. Sus ojos están llorosos, pero no llora. ¿Por qué razón?

-Todo esto es por tu culpa -sentencia, escupiendo la sangre de sus labios-. Si no hubieras aparecido por aquí, si no hubieras hecho nada de adolescente, no estaríamos así, no habría pasado nada de esto.

-Me culpas por algo que tú mismo has creado -muestra los dientes-. Tú comenzaste la pelea.

-Tú también seguiste este juego.

-¿Crees que pelear es un juego? -mi voz es sombría, me gustaría que no fuera así.

-Nada de esto es un juego. Marth ha suspendido la boda por el recuerdo de la adolescencia, por haberse acostado contigo -mira la puerta por la que salió nuestro chico preferido-. Por creer que me quedo con él por pena. ¡Por algo me declaré! ¡Por algo le he pedido matrimonio! ¡Porque sé que no lo volverá a hacer! Ya se arrepiente demasiado como para tener un segundo recuerdo de tal magnitud.

-Es duro, lo sé -agacho la cabeza.

-Tú no lo entiendes. Seguro que no has tenido una relación tan seria como la nuestra -es como si se estuviera pavoneando delante de mí. Me irrita-. Ya da igual -se levanta, mostrando las venas de sus brazos aún en alerta-. Hay que buscarle.

-Concuerdo contigo -me levanto también-, pero no sabemos dónde podría estar.

-Tengo una ligera idea, pero no podemos perder el tiempo así como así.

-Sé de alguien que le conoce mejor que nosotros, alguien que ha estado en su mente por mucho tiempo antes que tú.

Se queda pensando mientras fija su mirada furtiva en mí. Suspira, vencido.

-Llámalo.

Agarro el móvil y marco el número, esperando por un minuto hasta que por fin contesta.

-¿Farren? Creía que volverías en vez de llamarme.

-Necesitamos tu ayuda.

-¿"Necesitamos"?

-Sí, una larga historia -no quiero contarlo ahora-. Es una emergencia. ¿Sabes dónde podría ir Marth cuando está muy triste?

-¿Qué has hecho?

-Repito, una larga historia. ¿Sabes dónde? -se escucha un suspiro al otro lado.

-Sé de un par de lugares a los que iría al llorar, un par de lugares que le quitarían las lágrimas al recordar buenos momentos.

-¿Qué lugares?

-El primero sería su casa, al mirar por la ventana. Tengo entendido que esos días eran buenos en su adolescencia.

-Descartado -murmura Ricky a mi lado-, le he hecho daño.

-Me lo imaginaba -Hansel vuelve a suspirar-. El segundo sería esta casa, tal vez haya vivido cosas acá con mucho cariño. Aunque, pensándolo mejor, lo descarto, ya que el presente de Ricky le ha hecho daño. Y supongo que tú también, Farren -no respondo, mi silencio vale más que mil palabras-. Está bien. Deja que piense un poco más.

-Todo el tiempo que quieras, no tenemos prisa -sarcasmo en mí, muy poco frecuente.

-Tengo un último lugar, pero dudo que esté ahí.

-¡Dilo de una vez! Me pones de los nervios -grita Ricky, lo aparto y aprieta el puño.

-El instituto.

Ricky y yo nos miramos, extrañados de que diga tal lugar.

-¿Por qué? -pregunto.

-En la adolescencia, Marth ha sido totalmente feliz conociendo a sus nuevos amigos y a todo tipo de personas. Es la edad en la que superó obstáculos y dejó que su mente se abriera al pensamiento para liberar la verdad. Fue cuando hizo pública su homosexualidad, cuando tuvo a su segundo novio, cuando te conoció a ti, donde sus mejores amigos estuvieron a su lado en lo peor, cuando hizo realidad su sueño de ser cantante... Tantas cosas en esa edad que es imposible mirar al instituto y no pensar en ello.

-Entonces tenemos que ir al instituto. Gracias, Hansel.

-Por Marth, lo que sea -y corto la llamada.

-Vamos -nos encaminamos a la puerta, pero Ricky me detiene-. ¿Qué pasa?

-Se ha llevado mi coche.

-Tengo mi moto -nos acercamos a ella y me subo para encender el motor, el cual ruge como un gato a punto de pelear-. ¿Subes o tienes miedo?

-Me estaba mentalizando. No he dormido nada.

-Me da completamente igual. Sube ahora mismo o me voy sin ti.

-Vale, vale. No te sulfures porque yo soy el novio.

-Y yo tu único modo de transporte. ¡Ahora sube! -sin esperar ni un segundo más, pasa un pie por encima y se sienta detrás de mí.

-Solo espero que los vecinos no se quejen después del ruido.

-Los vecinos no importan en este momento -le doy al acelerador y nos movemos con rapidez. Al final se agarra a mí como Marth la primera vez que confió en mí en esta bestia-. ¡Los vecinos me importan una mierda! -grito para que me oigan.

La velocidad que pillo hace que Ricky se agarre más fuerte por el miedo de derrapar y tener un accidente de tráfico. Lo que no sabe, es que participé en varios eventos y que soy un experto en vehículos a dos ruedas.

Marth, por favor, no nos alejes de tu vida.

Te Quiero VerOù les histoires vivent. Découvrez maintenant