Capítulo 2: Un Pastel De Recuerdos

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—¡Buenos días, jefe! —me recibe mi mejor empleada en la puerta que aún no está abierta—. ¿Qué tal la mañana? —su sonrisa es radiante, al igual que los pasteles que crea con su imaginación.

—Bien —respondo solamente, intentando sonreír, pero no puedo.

—Siempre tan serio —una leve risa.

Cuando me doy la vuelta, se asusta. Alzo la mano y espera algo malo, pero se lleva un par de golpes suaves en la cabeza, acariciando su cabello moreno largo recogido en un moño. Cuando abre esos ojos verdes, se sorprende que la esté acariciando.

—Si no soy serio en el trabajo, ¿quién lo será?

—Sí... Cierto —se sonroja, al final recupera la compostura y me anima a pesar de ganarme el título de jefe duro—. ¡Hagamos que la gente sonría con el sabor de nuestra tienda! —una leve risa de mi parte por decir tal cosa—. Es un avance.

—Como sea —subo la persiana metálica y abro la puerta para que la empleada, llamada Sara, entre y se prepare—. Hora de trabajar.

Mientras pasa el tiempo, los dos restantes llegan y se preparan para poner el cartel de "abierto" en la puerta y dejar que la gente entre. El horno ya hace de las suyas. El olor que desprende llega hasta nuestras fosas nasales y nos entra hambre. En un par de horas almorzaremos para saciar nuestro apetito por un momento.

Entro a la cocina y me pongo a preparar más masa y a hacer magdalenas caseras, las cuales son las más pedidas a estas horas por la hora del desayuno. Tenemos dos cafeterías a los lados, por lo que somos su proveedor número uno en entrega y calidad.

Poco a poco, vamos siendo más reconocidos y más gente viene para saborear nuestros famosos cupcakes hechas por Sara, quien le pone todo su corazón para que tengan el mejor sabor. No quiere compartir con nosotros su secreto, pero bueno, mientras disfrute con su trabajo es más que suficiente.

—¡Farren! —aparece otra de mis empleadas llamada Medaka—. Hay un pedido.

Se acerca a mí con sus ojos achinados por donde asoman dos orbes color café. Su cabello negro como la oscuridad absoluta está atado en un moño y su sonrisa es muy acogedora. He tenido suerte al tener tales empleados a mi cargo.

—¿De qué se trata?

—Un pastel con estas medidas y que tenga estas características —cuando se pone seria, habla muy formal, al igual que con un lenguaje coloquial.

—Pues me pongo a ello.

—Si quiere, puedo darle la tarea a Billy. Como ha dicho, no tiene nada que hacer, y usted tiene la tarea de preparar la tarta de bodas de su amigo.

—Tranquila, es fácil. Terminaré pronto. Eso sí, dile a Billy que haga dos muñecos. Dos novios para la tarta de boda.

—Claro —una leve reverencia y se va.

Es hora de hacer una tarta en la que ponga "te quiero, mamá" de sabor chocolate y fresa. Será muy fácil, ya que las medidas no son del otro mundo.

Ya con el bizcocho para la tarta en el horno, espero a que termine y, de mientras, me pongo a hacer más magdalenas. Como no, se han acabado en una hora, por lo que tengo que hacer más para la cafetería de al lado, el cual es mi favorito por el café que sirven, por el aroma que me envuelve todos los días. No sé cómo no he ido esta mañana a tomar una pequeña taza.

Minutos después, el bizcocho está terminado y lo saco del horno para empezar el trabajo.

Mientras lo hago, varios recuerdos pasan por mi mente. Esa pequeña niña que varios días sonrió conmigo se hace presente en una pequeña figura fantasma que se pasea por mi alrededor.

¿Tanta falta me hace que la veo de pequeña? En cierto modo es un poco raro pensar eso, pero es cierto que echo de menos esos momentos con ella.

Venga, Farren. Tengo unos cuantos colores que mi padre ha comprado —me mira fijamente.

Miro alrededor. Nadie cerca. Al final dejo lo que tengo en manos, que le falta un par de retoques, y me acerco a la pequeña niña.

—¿Qué colores? —pregunto, extrañado por esa joven melodía vocal.

Estos que acabo de utilizar. Mira —señala con el dedo un dibujo que hay en un montón de magdalenas bien alineadas para crear la silueta de una persona.

—¿Quién es esta persona? —no responde de inmediato, ¿siquiera he visto a una persona así en mi vida? Se me hace familiar su rostro, pero aun así es imposible que mi mente recree algo así.

Una mujer de cabello castaño rizado y ojos ámbar imposible de no identificar. ¡¿Por qué mi mente ha dibujado esto?!

Es el yo de ahora —me sonríe, esto ya da miedo.

No me da tiempo a contestar cuando de repente desaparece como la arena movido por el polvo por una voz.

—Farren —me doy la vuelta y es Medaka, con un rostro extraño—, ¿con quién hablabas?

—Esto... —no puedo decir nada, sino me tomarán por loco—. Conmigo mismo. Estaba discutiendo unas cosas.

—Estás loco —pero al menos no sabe la verdadera razón—. Como sea, la clienta del pastel ha venido, ya que has dicho que lo terminarías pronto la he llamado para que lo recoja.

—Ahora se lo llevo —y se va de mi vista.

Tengo que terminar el trabajo y ya tendré tiempo de mentalizarme.

Termino el pastel que estaba haciendo, los últimos preparativos, las palabras que querían que se pusieran y lo guardo en una caja para protegerlo de suciedad externa.

Cuando salgo al mostrador para entregar la tarta por mis propias manos, la imagen me llega como un flash de cámara.

Cabello castaño rizado con ojos ámbar que hace un momento mi cerebro llegó a crear por un segundo sin tener idea de que me encontraría con ella en unos segundos.

Dejo la tarta en el mostrador y se lo entrego sin decir nada.

—¡Muchas gracias! ¿Cuánto le debo? —al parecer mis ojos no son suficientes para que me reconozca, o a lo mejor soy yo que estoy paranoico.

No, imposible. ¡Es ella! Esa luz que me transmitió es la misma que de pequeña. ¡No puede ser demasiada casualidad! ¡Esto no es una novela!

—Eh... Perdona. ¿Te llamas Alexandra?

—Sí, pero me gusta más que me llamen Alex. ¿Cómo sabe mi nombre?

—Porque yo... Yo soy tu amigo de la infancia —esa sonrisa que tenía por un momento en la cara se ha borrado al instante—. Soy Farren.

Te Quiero VerWhere stories live. Discover now