"Nunca debió pasar"

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Grant

Tres años antes

—¡Tu putisima madre! —grita Sarkozy. Miro a mi cigarrillo tranquilamente, sonrío y antes de que el se pueda imaginar lo que haré, lo apago en su mejilla. —¡Hijo de puta! —gime y seguidamente escupe mi zapato.

—Oh, oh Sarkozy.—arqueo las cejas.—Mala jugada.—miro mi zapato izquierdo lleno de saliva, me inclino quitándomelo y luego abriéndole bruscamente la boca, lo restriego en su lengua, provocando que proteste.—Así me gusta, que me limpien los desastres.

—Te va a encontrar la policía.—masculla. Sonrío colocándome el zapato de nuevo y terminado mi labor, dirijo mi mirada hacia él.

—Pero si eres un hombre muerto.

Sus ojos se abren grande al ver que saco el arma encontrada bajo mi chaqueta, en la cinturilla.

—No, Segal, podemos solucionar esto, tengo una hija.—sus labios comienzan a temblar, su respiración se agita y empieza a sudar.

—Típicos síntomas, no te preocupes, será rápido.—sonrío, limpio un poco la pistola para hacer esto más lento y agónico, seguidamente jalo el martillo y por último apunto la pistola a su pecho.

—Tengo dinero, Segal, vamos a arreglar esto.—empieza con el tartamudeo.

—Me pagan por matarte Sarkozy, suerte en el otro mundo y saludos a mis padres.—lo próximo que veo es una mancha de sangre en su lado izquierdo de la camisa.

Guardo mi pistola de nuevo en su lugar, saco un cigarrillo de mi bolsillo, lo enciendo dándole una gran calada y luego me coloco mis lentes negros para de salir del lugar.

—Buena persona—murmuro a mi mismo sonriendo con burla. Paso la chaqueta por encima de mi hombro y camino a la salida, pero una vez que abro la puerta, mi tranquilidad desaparece.

—¡Quieto!—grita uno de los cincuenta policías que me están apuntado.

—Esto debe ser una puta broma.

—¡No te muevas, Segal! ¡Cruza las manos sobre la cabeza!—grita otro de los policías que me han perseguido por años, camina hacia a mi sin dejar de apuntarme. Dejo caer el cigarrillo al suelo y sin soltar mi chaqueta hago lo que me dice, sigo sin poder asimilar muy bien lo que esta pasando.

—En este momento se encuentra bajo arresto por el CSIS*, tiene derecho a permanecer en silencio. Cualquier cosa que diga puede ser usada en su contra, tiene derecho a una llamada y a un abogado en tal caso que no tenga dinero para contratar uno privado, el estado le suministrara uno gratuito.—el hijo de puta habla colocándome las esposas mientras otros entran al edificio.

—¿Creías que soy imbécil, Segal?—la voz de Sarkozy suena a mis oídos, me volteo confundido de inmediato y le veo de pie con una sonrisa orgullosa. Me ha jodido.

—Pero...¿cómo?—la pregunta sale de mi boca sin pensar los derechos de arresto que me han dicho. Abre los botones de su camisa mostrando un chaleco antibalas con unas pequeñas bolsas de sangre y otras de salsa de tomate. —¿Cómo sabías que te iba a disparar en el pecho?—es totalmente ilógico.

—Soy una buena persona, lamento no poderles enviar saludos a tus padres.—no quita la puta sonrisa de su rostro.  Entonces el policía me empuja al auto sin tener la oportunidad de decir o hacer algo. Me han montado una puta trampa.

Actualidad

Visualizo una figura muy conocida de lejos, frunzo el ceño y le doy una larga calada a mi cigarrillo. Joder, lo extrañaba.

—Grant Segal.—sonríe de oreja a oreja y su voz me parece molesta. Tomo el cigarro con mis dedos apartándolo de mi boca y le miro de pies a cabeza.

—¿Acaso estoy en el infierno?—cuestiono sin expresión alguna, ríe.

—Tan demostrativo como siempre.

—¿Por qué has venido tú a mi liberación?—frunzo el ceño una vez más y suspira.

—Te guste o no, Michael me ha dejado a cargo.—se da la vuelta y empieza a caminar, levanto las cejas sorprendido por lo que acaba de decir.

—¿Ahora que falto la moda es poner a perras a cargo?—vuelve girar su cuerpo hacia mi dirección, fulminándome con la mirada.

—Me ha dejado a cargo de ti.—me echo a reír.

—No necesito niñeras y menos mascotas.

—¡Entra al puto auto y ya!—exclama molesta mientras abre las puertas del Audi. Tiro el cigarro al suelo dándole una última calada y le quito las llaves bruscamente de las manos.

—Yo manejo.—digo colocándome en el asiento del piloto. Coloca los ojos en blanco pero no protesta y da la vuelta para sentarse en el asiento del copiloto. Enciendo el auto y lo pongo en marcha a toda velocidad.

—Ah, y bienvenido a casa Segal.—dice, le miro por el rabillo del ojo y sonrío.

—Gracias.

Shades Of Cool {1}Where stories live. Discover now