5. PRIMER DÍA DE ANALIZACIÓN

15 1 0
                                    


Por la noche, intenté escondérselo a Carolina, pero la muy astuta me miraba con intriga, y se reía, como sabiendo que realmente estaba escondiendo algo que no podría esconder por mucho tiempo. Yo de todas formas lo intentaba, y la verdad es que me sirvió por lo menos una semana.

Por las noches me pegaba al ordenador, a buscar información sobre la brujería, todos los significados de los objetos que se supone que ligan almas a ellos, para poder maltratarlos a través del mismo.

La verdad es que era raro de cojones, rituales casi rozando la locura, sangre, pelos, vamos ADN humano, o no. Era muy tétrico todo, pero averigüe algo bastante valioso. Se ve que si juntas varios de estos objetos ligados a alguna persona, potencias o empeoras el hechizo o magia negra que le hayas hecho, pero creo que eso ya estaba claro desde el principio, pero lo que no se sabía es que puedes elegir qué le pase, haciendo una pequeña pausa tras cada rezo, para nombrar a la víctima y la crueldad que quieras que le suceda.

Me quedé maravillada, dentro de lo maléfico, pero asombrada en mi shock. Ésta parte de la historia no me la esperaba, nunca antes había visto algo así, ni que se hiciera algo tan intencionado y descarado, pero quién querría hacer tanto daño? ¿O quizás no usó ningún "potenciador" de ésos.

Me quedé mirando el contenido de la caja por cinco minutos, parecía estar hecha con delicadeza. Habían manchas alrededor de los objetos, los quité todos y los embolsé en grandes bolsas herméticas de plástico, después revisé profundamente las manchas, intentando adivinar qué podrían ser. Observé atentamente su forma y color, incluso intenté olerlas (sé que suena raro, pero puedes acercarte a una idea por su olor).

Parecían lágrimas, pues tenían todas diferentes formas y estaban como salpicadas, a parte, habían marcas de las huellas de los dedos, no podía distinguir qué manos eran, si izquierda o derecha, aunque las manchas parecían algún tipo de grasa, no sabía con exactitud de qué era. Pero podía averiguarlo muy fácilmente, sólo necesitaba coger una muestra con palillos de los oídos.

Tras investigar intensamente en mi laboratorio sobre ésas muestras, pude averiguar que pertenecían a varias personas: dos chicas y un chico. Bastante jóvenes todos, pero suficientemente adultos como para saber en qué se están metiendo, y sobretodo enviarlo a mí comisaría.

Intenté averiguar nombres, pero la tecnología con la que contaba no bastaba para trabajo de tal calibre. Así que decidí esperar el momento, mientras investigaba otros contenidos del paquete.

Antes de que pudiese continuar, analizando más detenidamente los objetos, Carolina irrumpió en mi despacho sin llamar, alarmada y asustada.

'¡Por dios Clara tienes que venir! ¡Es urgente de narices! ¡Necesito tu ayuda!' Gritaba desesperadamente.

Yo, como me consideraba una persona bastante empática, intenté dejar las cosas en un sitio no muy tentador, y marché con ella hacia su objetivo, que no era menos que el garaje principal.

'¿Ha ocurrido algo aquí?, ¿Se te ha caído algo y te has hecho daño... la has liado?' La miro bastante confusa, puesto que no veía nada fuera de su sitio.

'Por favor, mira bien en aquella esquina del fondo, a la derecha.' Me empujó hacia aquella dirección, brusca. Como si yo fuera a ser su salvadora en lo que fuera que hubiese ahí. Simplemente me acerqué, puesto que no temía encontrarme nada más que una cucaracha o un nido de arañas asquerosas.

Pero era mucho mayor de lo que me pensaba... un perro muerto.

'¡¿Pero qué coño?!' Me alejé. '¿Qué me estás contando? ¡Esto no puede ser posible!' Me alejé aún más, hasta el punto de darme de espaldas contra el picaporte que separaba mi garaje de la cocina.

'Te lo dije, no sé que está pasando, ayúdame a quitarlo de aquí por favor, no puedo verlo así.' Empezó a jadear, fuera de sí, sin control, con miedo y muy desorientada. La abracé y la miré, estuvimos un segundo mirando ambas los ojos llorosos de la otra, diciéndonos con la mirada que eso no era casualidad, ambas lo sabíamos.

'No te preocupes, ¿de acuerdo?' Me sequé las lágrimas con las manos.

'Esto ha sido una gilipollez, no podemos ponernos así por esto, ¿de acuerdo? Habrá entrado aquí, sería un perro abandonado, no nos dimos cuenta y plas. No tuvo porqué ser necesariamente intencionado ¿estamos? Es una locura simplemente.' Intenté tranquilizarla, mientras me llevaba las manos a la cabeza, pensante, en como vamos a sacarlo de aquí sin llamar mucho la atención'

'Vamos a coger cada una, una bolsa de plástico, y lo meteremos por ambos extremos. Así nos aseguramos de que esté totalmente cubierto, y después, lo metemos en una bolsa grande de basura, para que no se vea en absoluto, ¿lo has entendido?

Asintió, cabizbaja, y me siguió hasta la cocina. Cogimos un par de bolsas de plástico pequeñas, fuimos al garaje y comenzamos nuestro plan.

Me encargué de ser la persona que diera el primer paso, ya que la veía bastante traumatizada y en shock, y ya era mucho pedirle un favor como ése.

Cogí al animal por un extremo de una pata trasera y lo fui metiendo poco a poco en la bolsa, acto seguido, metí la bolsa hasta la mitad del cuerpo.

'Tranquila, yo te ayudaré, sólo sujétame las bolsas, ¿puedes?' La sonreí, distrayéndola al menos un segundo de aquel caos.

Cogí la bolsa que ella me estaba sujetando, y empecé a meter la cabeza del cuadrúpedo, hasta llegar exactamente dónde terminaba la otra. Hice dos nudos con los extremos de ambas, y después, agarré la bolsa gigante de plástico negro, y metí al animal entero en ella, finalmente; cerré la bolsa y la llevamos al coche.

'A ver, esto no sé como va a salir, pero espero que esté la suerte de nuestra parte y colabore.' Me puse el cinturón y ordené a Carolina que lo hiciera también, puesto que no iba a correr el riesgo de que nos parasen, teniendo un animal muerto en mi coche.

Conducí hasta el pueblo natal de mi madre, en el que sólo habitaban doscientas personas, y fuimos a un descampado bastante grande, en el que había una fosa de al menos diez metros de altura.

'No hay duda de que ni lo intentarán.' Digo muy convencida en cuanto me asomo un poco por la fosa.

'¿No crees que es muy cruel? A la par de sospechoso que hagamos algo así. Simplemente podríamos notificar a la policía, o a la protectora de animales. Nos quitaríamos de riesgos, y no viviríamos con el miedo de que llamen a la puerta en busca de una pareja que ha tirado un perro en una cuneta.' Dijo algo indignada mientras miraba el coche.

'En primer lugar señorita, no somos pareja.' La sonreí. 'Y en segundo lugar, no me importa en absoluto quitarme de preocupaciones porque siempre tengo, el caso es que no quiero papeleos, ni tener que explicar lo mismo cincuenta veces, para que me sirva lo mismo, nada.' Le expliqué bastante convencida y segura de mi opinión, puesto que no iba a cambiarla por mucho que me convenciese.

Al final hicimos lo planeado, sacamos al perro del coche, y entre las dos lo tiramos a la fosa. Tras finalizar el plan, nos tomamos un minuto de silencio por él. Que aunque hayamos tenido que darle un final tan penoso, al menos que vea que valoramos su alma, y lo que fue su vida.

De camino a casa estuvimos ambas en silencio, sin poner la radio, sin comentar el paisaje, ni siquiera el plan, nada...

Existía un ambiente nuevo, fresco pero a la vez pútrido y absurdo. Obtuvimos más confianza tras haber compartido un acto horrible, en el que, a parte de reforzar nuestra amistad, supimos que dejó laguna en ella, y era irreparable...

LA HISTORIA TERMINALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora