3. EL COMIENZO DE UNA GUERRA

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Tras completar el año y medio de estar en aquel lugar olvidado por la mano de los únicos que aportaban para cuidarlo, decidí tomar un rumbo totalmente distinto en mi vida. Intenté, como por arte de magia, convertirme en otra persona totalmente distinta. Quise ser más jovial, más alegre, más extrovertida y con más paciencia.

Todo el mundo me miraba raro. Normal, no era típico de mí ni por asomo. Intentaba aparentar normalidad, pero aparentaba de todo menos eso.

Cuando me desperté aquella mañana que cumplía por fin el año y medio, me desperté con energía y con ganas de empezar un nuevo día. Sensación que, por años, no sentía.

Me preparé un buen desayuno y me dispuse a ducharme (hay gente que lo hace al revés, pero me gusta llevar la contraria), me vestí y preparé mi bolsa para ir al trabajo.

Tengo que tener mucho cuidado con lo que dejo por ahí antes de irme de casa, Vid es muy peligroso con las cosas que no están en su sitio. Cree que puede cogerlas porque le pertenecen, no se mea encima ni nada por el estilo, pero coge cosas para morderlas y destrozarlas a su antojo.

Cuando salgo de casa, la primera sensación que recibe mi cuerpo es la cálida luz solar reflectándose en mi rostro, tan delicada y refrescante por la mañana. ¡Te da energías para empezar el día!

Saludé al cartero, saludé a un perro, incluso saludé a mi vecina de al lado, que me cae gordo desde que llegué.

Al fin, cuando me estaba acercando más a mi destino, que no era otro que el trabajo, algo hizo que me paralizase de inmediato y que mirara a mi alrededor como una lunática buscando un billete de quinientos.

A lo lejos, vi a un señor discutiendo con otra mujer. Sin pensarlo dos veces, fui corriendo hasta ellos con placa en mano.

'Disculpe caballero' aclamé con una sonrisa. '¿Podría saber qué está sucediendo aquí?' finalicé guardando la placa en mi bolsillo trasero del vaquero que llevaba puesto.

'No se preocupe señora, estamos discutiendo sobre temas económicos. Que aquí donde ve a mi mujer, se gasta todo el dinero en comprar gilipolleces para la casa, y como entenderá no es normal que haga eso teniendo facturas que pagar, ¿no cree?' terminó llevándose las manos a la espalda y sacando pecho con superioridad.

'De hecho, estoy de acuerdo con usted. Pero... ¿no es cierto que la estaba zarandeando de la muñeca? Puedo notarlo en las de su mujer. Por favor señora, ¿me permite?' nada más terminar de hablar me acerco a la señora para cogerle delicadamente la muñeca, cuando el hombre se puso en medio con agilidad y nos apartó a ambas.

'No es necesario señora agente, no se ha hecho nada. Sólo me puse nervioso, eso es todo' aclamaba.

'Entonces no será algo que un hombre como usted pueda esconder, y tener miedo de que una agente de un barrio tan humilde como éste lo vea ¿no?

Entonces el hombre se apartó centímetros de mí, sin separar ni un sólo segundo la mirada, y con la cabeza, asintió de forma permisiva el hecho de que revisara a su mujer en busca de agresiones. Me acerqué a la señora, la cogí de las muñecas delicadamente, y efectivamente, estaba en lo cierto, tenía irritaciones alrededor de toda la muñeca, tenía forma de pulsera, y por los huesos de las muñecas, quemaduras.

'Bueno, bueno... parece que lo que era nada se ha convertido en algo bastante grave, a parte de constante y agresivo' miré al hombre fugazmente. Pero él me apartó la mirada horizontalmente, no lo negaba, pero tampoco quería admitirlo.

'Está claro señorita que usted se equivoca. ¡Eso se lo habrá hecho ella solita! No sabe que se pasa el día haciendo bricolaje para adornar la casa, y utiliza máquinas que la pueden herir: una máquina de clavos, una máquina que funde pegamento... ¡eso es muy peligroso para una mujer como ella!'

Regresó la mirada a mí, firme como una estatua. Volvió a adoptar la postura de hombre sofisticado y culto, y continuó mirándome por segundos silenciosos, pero que eran juzgadores en ambos.

'De todas formas ésta mujer se viene conmigo a la comisaría, que de hecho, iba a entrar a trabajar ahora mismo' la agarré fuertemente del antebrazo y me la llevé conmigo.

El hombre intentó detenerme, pero hizo poco, no mostró mucho interés en que no me la llevara para denunciarlo, como si no tuviese miedo, como si supiese que ella realmente no iba a contar nada de nada.

Aquella señora de tristes ojos marrones me miró profundamente, intentando agradecerme con la mirada que la salvara de aquella turbia situación.

En cuánto llegamos a la comisaría, fuimos derechitas a mi despacho. Quería que le denunciase enseguida, no sería que la cosa se enfriara y que se apenara de él o cualquier otra locura que para mí era.

'De acuerdo, señora perdone. Me tiene que decir su nombre y su DNI por favor' intento decirle buscándole la mirada mientras ella miraba a todos lados desde su sito, como buscado a alguien. De todas formas lo intenté de nuevo.

'Disculpe, señora. Necesito tramitar la denuncia, y necesito que colabore' aclamo con un tono bastante más serio y grave, para que lo notase en el pecho.

'Sí, sí. Discúlpeme, tengo mucho miedo de que regrese mi marido a por mí' terminó mirándome con los ojos llorosos y con toda la cara arrugada, de la contención de toda la tristeza que en su cuerpo residía en ese momento.

'Cálmese señora, usted está a salvo aquí. No me apartaré de ella ni un sólo segundo, mi deber es volcarme en situaciones como ésta' alcé la mano para coger la suya suavemente y calmarla. En ese momento nos miramos y algo extraño sucedió, vi algo a través de sus ojos que jamás había vuelto a ver desde... desde que Jorge se marchó de casa aquel día...

Me quedé en shock, no sabía que hacer. Quité la mano bruscamente y volví a escribir en el ordenador hechos y perjuicios de la denuncia, lo que había visto vamos.

'Señora, por favor me dice su nombre de una vez' sin mirarla me quedé seria. Mirando al ordenador.

'Mi nombre es Carolina Sanderson, y mi DNI es 0D74583245F. Siento haberle ocasionado tantas molestias' agachó la cabeza y empezó a juguetear con sus dedos.

'¿Y algún número de contacto por favor?' tecleé sus últimos dígitos del DNI y la volví a mirar.

'Sí claro... podría darle mi número de teléfono móvil, pero me gustaría aclararle un pequeño percance señorita agente. Verá, mi marido suele mirarme bastante el teléfono cuando estoy a su lado, y cuando me voy a dormir suele hacer que va al baño para revisar mi teléfono en busca de alguna infidelidad inexistente' se reafirmó y me miró atentamente buscando una respuesta.

'Dígame a qué horas puedo comunicarme con usted'

'Por favor de nueve de la mañana a dos de la tarde y de cinco de la tarde a diez de la noche. Son las horas puntas para poder hablar tranquilamente sin que me estén vigilando'

Concluimos la conversación con la firma de la denuncia. Nos estrechamos firmemente la mano, y de repente, se tiró a mis brazos, en busca de consuelo y cariño. Yo la abracé, la verdad, y me alegro de haberlo hecho, parecía que lo necesitaba seriamente.

Minutos después, se apartó, y se fue.

De regreso en autobús a casa estuve pensando muy consecuentemente en los hechos ocasionados ese día. Esa mirada intensa, que hizo que todo mi mundo se paralizase por completo, solamente con ésa mirada desconocida

Os prometo que no puedo describir con palabras exactas todos mis sentimientos encontrados en ese justo momento en el que nuestras miradas tocaron otro fondo que el sólo mirarse.

Quería dejarlo pasar, me daba demasiado miedo averiguar qué podría ocasionarme el relacionarme demasiado con esa señorita.

LA HISTORIA TERMINALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora