Antes de irse, la madrastra le dio sus últimas órdenes a Hanayo.

- Quiero que este lugar este reluciente a mi llegada. Si descubro que no cumpliste con alguna de tus tareas, lo pagarás caro.

- C-Como usted diga, madre.

- Más te vale que lo hayas entendido. Ahora me retiro; una de tus hermanas se volverá princesa al final de la noche.

Las tres mujeres se fueron.

Completamente sola y sin nada más que hacer, Hanayo se dedicó a realizar las labores domésticas. Mientras lo hacía, canturreaba una vieja canción que le había enseñado su padre hacía mucho.

- De verdad quisiera ir al baile y conocer a la princesa. ¿Por qué tengo que quedarme aquí? –se preguntó con tristeza.

- Yo puedo ayudarte con tu deseo.

- ¿Eh?

Una voz cantarina desconocida para Hanayo se dejó oír en la casa.

- ¿Quién anda ahí? –preguntó con algo de temor.

- Tranquila, no soy ninguna amenaza.

Un brillo purpúreo, seguido de un grueso humo del mismo color, dio paso a una figura femenina. Una chica joven con cabello morado atado en dos coletas y vestida llamativamente se hacía presente para sorpresa de la castaña, quien no podía hablar de lo impresionada que estaba.

- El viaje fue algo agitado, pero ya estoy aquí.

- ¡¿Q-q-q-quién eres tú?!

La extraña soltó una risita.

- Tranquila, tranquila, dije que no soy una amenaza. Me llamo Nozomi y soy tu hada madrina.

- ¿H-hada madrina?

- Así es, Hanayo-chan. Me enteré de que te han hecho sufrir mucho y que ahora mismo tienes un gran deseo en tu corazón. ¿No es así?

Tras un largo silencio, finalmente hubo una respuesta:

- Sí...

Hanayo se notaba triste.

- ¿Tiene que ver con cierto baile?

- Sí. Quiero ir y conocer a la princesa Rin..., pero mi madrastra me lo prohibió y me obligó a hacer los quehaceres.

- Y por lo que veo, son muchos. Mejor te echo una mano para que llegues a tiempo al baile.

- Pero yo...

- Sin peros. Irás sí o sí.

Nozomi hizo aparecer una varita mágica en su mano.

- Esto será rápido.

Con unos ligeros movimientos de muñeca, el hada se encargó de que cada rincón de la casa quedara reluciente y cada pieza de ropa quedara lavada y planchada.

- Listo, ya terminé.

- Increíble...

- No tanto, con mis poderes estas cosas son fáciles. Ahora a lo que vine: hay que prepararte para el baile.

- Pero yo no puedo ir, y menos así... Mírame cómo estoy vestida –replicó con vergüenza.

- Eso es sencillo de cambiar.

- Pero... soy una chica demasiado común.

- También puedo cambiar eso. Soy un hada; puedo hacer casi cualquier cosa.

Hanayo guardó silencio.

- Tú solo confía en mí, Hanayo-chan. Unos cuantos movimientos de varita y te verás casi tan linda como mi novia.

KayocientaWhere stories live. Discover now