Día y Noche

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Había una vez...
Todos los cuentos empiezan así, con una vez y un lugar, sólo que este lugar ya no existe y el tiempo fue hace demasiado como para que los hechos sean tan reales como muchos quieren creer; así que quiero que mientras me escuches recuerdes que este es un cuento y nada más.
Ahora, había una vez, en un reino lejano un castillo abandonado. Sus altos muros cubiertos de musgo y enredaderas que habían muerto hace mucho rodeaban lo que hace mucho había sido un lugar lleno de vida y ahora el único sonido ocasional que alcanzaba a escuchar era el eco que ocasionaban las rocas al separarse de las paredes mientras el castillo se convertía lentamente en una ruina y nada más.
En el reino vecino se contaba como en aquel lugar habían vivido hace mucho un hermano y una hermana, felices como sólo ellos, las risas alegres de los chicos resonaban por todo el lugar desde la mañana hasta después de que la oscuridad llegara al final de cada jornada.
Ambos muchachos eran diferentes como la luna y el sol. Él tenía el cabello de un color tan claro que casi parecía blanco y los ojos dorados. Ella tenía el cabello de un profundo color negro y los ojos plateados.
De ambos hermanos Día era el más gracioso y sólo él podía hacer reír a la huraña Noche de aquella manera.
Sin embargo Día no sabía que cuando la oscuridad caía y el único sonido que había en el castillo eran las acompasadas respiraciones de todos los habitantes dormidos del castillo, Noche se escabullía fuera de su habitación y pasaba la guardia de cada puerta para salir al pozo del jardín y bailar con las manos estiradas hacia el cielo.
Los años pasaron sin incidente alguno, con ambos hermanos creciendo felices juntos y dónde todas las chicas de la corte querían obtener el corazón de día, caballeros de reinos vecinos que habían escuchado de la peculiar belleza de Noche llegaban al palacio para tratar de conquistar el corazón de la joven princesa, ambos sin suerte alguna porque ambos hermanos sabían que en cuanto fueran casados serían separados.
No obstante Día no sabía que en todos esos años, era que al bajar a bailar al pozo había llamado la atención de algo más que sólo caballeros galantes. Cada vez que la oscuridad caía sobre el reino una pequeña criatura que vivía en el pozo subía hasta el borde de ésta y esperaba paciente a que la princesa bajara para danzar, apenas asomado sobre el borde de piedra para no ser descubierto por la muchacha que inocente trataba de alcanzar las estrellas con las manos.
La criatura había vivido en aquel lugar durante tanto tiempo que todos los que alguna vez habían sabido de su existencia ya habían muerto, pero el seguía en aquel oscuro y húmedo agujero.
Una noche cuando la muchacha bailaba especialmente cerca del pozo la figura estiró sus brazos hacia ella alcanzando su pierna y la princesa apenas tuvo tiempo para lanzar un grito antes de ser arrastrada al interior del oscuro pozo por el encorvado ser.
Cuando Día buscó a su hermana al día siguiente no la encontró y el pánico cundió mientras todos buscaban a la princesa que no fue hallada sino muchas horas después cuando el mozo de la caballeriza fue a buscar agua para sus animales y encontró una de las zapatillas de la princesa en medio de la hierba. Supo de inmediatamente a quién pertenecía por los detalles hechos con hilo de plata, trabajo que sólo los reyes podían permitirse; aunque era un reino feliz, no era un reino rico y sus habitantes trabajaban duro. Inmediatamente se hicieron los esfuerzos por rescatar a la princesa de aquel pozo, y finalmente aquella criatura tuvo que dejarla ir soltando un aullido de queja, antes de huir a lo más profundo del pozo fuera del alcance de todos, ya que por mucho se aferrara a ella, Día, que había sido bajado con ayuda de algunos criados, tiraba más fuerte del cuerpo de su hermana.
Día lloró inconsolable sobre el el cuerpo de Noche que miraba con los ojos vacíos de toda vida hacia las estrellas que hace muchas horas trataba de alcanzar y los labios tan azules como su vestido. Los sollozos del príncipe rompieron el corazón de sus súbditos y fueron tan altos que un hada que vivía en el bosque acudió a él. Cuando Día le pidió devolver la vida a su hermana, el hada respondió que no podía hacer aquello, pero en cambio preguntó al chico si estaría dispuesto a compartir la suya con Noche. Sin dudarlo un momento Día se mostró dispuesto a aquello y el hada colocó las manos sobre los corazones de ambos chicos y cada uno desapareció en un rayo diferente de luz hacia el cielo y desde entonces cuando la oscuridad llega la luna aparece, hermosa como Noche era en vida, pero luego vuelve la luz y con ella el sol, radiante como Día cuando reía en las paredes del palacio.
Sin embargo ambos hermanos rara vez tienen la oportunidad de estar juntos en el firmamento y ese es el motivo por el que el la luna conforme pasan los días se hace más pequeña, cargada de pena, hasta desparecer por completo.

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