Un precio justo (La muerte de Ella Herondale)

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El dolor hacía todo irreal a su alrededor, apenas podía moverse y sus gritos eran ahogados contra la almohada, pero no llamaría a nadie; fuera lo que fuera pasaría por aquello sola, sin preocupar a nadie, sin tener que sentir sobre ella miras de pena e impotencia. 

Sólo podía imaginar qué era lo que le ocurría, adivinándolo por lo poco que había leído a escondidas en los libros que su padre les había prohibido de la biblioteca. 

Cuando su padre le había dicho, siendo aun pequeña que podía leer lo que quisiera, menos los libros que mantenía en un pequeño apartado había despertado su infantil curiosidad. 

La chica había tenido desde siempre esa curiosidad, sabía ocultarla para no ser reñida por sus padres, pero todo a su alrededor llamaba su atención, sobretodo aquello que nadie sabía explicarle o las cosas que le prohibían.

La curiosidad y la intrepidez, otra de las cosas que caracterizaba a la joven, juntas nunca habían hecho bien a nadie.

A partir de esos libros había adquirido algunos conocimientos sobre el mundo de las sombras y sabía lo que los demonios podían hacer, y también que muchas veces nadie podía salvar a alguien que había sido herido por uno.

Así que ahí estaba ella, retorciéndose llena de dolor, llevando una mano al lugar en su costado dónde el demonio la había pinchado con aquel peligroso aguijón que tenía al final de su cola, ahogando sollozos de dolor, esperando por el final del dolor o de todo.

Supo desde el momento en que había visto aquella criatura azul que posiblemente no saldría viva de la biblioteca, pero prefirió poner su vida por la de Will.No le importó siquiera cuando escuchó al demonio decir "Empezaré con ella", refiriéndose claramente a ella misma. Mientras su hermano viviera no importaba nada más.

Ella no se arrepentía de nada, con tal de salvar a cualquiera de sus hermanos ella hubiera soportado todo el dolor del mundo si fuese necesario; y puesto que aquel se acercaba a lo que ella imaginaba como el peor dolor del mundo el precio se le hacía justo.

Y cuando el dolor se hizo insoportable Ella se desvaneció en la inconsciencia.

Soñó con la pradera y las colinas que había tras su casa, dónde había visto jugar a Cecily cuando volvía a su habitación fingiendo encontrarse bien. La niña no se había enterado de nada mientras chillaba de alegría entre risas persiguiendo las mariposas y tirándose colina abajo ensuciando su bonito vestido. Una sonrisa cariñosa acudió a los labios de Ella al imaginar la reacción de su madre al ver las ropas de la niña manchadas de nuevo.

Cecily nunca había sido como ella. Ella era educada ante todo, siempre cortés con todos, y discreta, nunca reía más alto de lo debido frente a nadie. Era valiente y a veces encontraba a la niña mirándola admirada. Había aprovechado todo lo que su madre tenía que enseñarle sobre ser una dama y había aprendido todo lo demás en los libros, tanto que algunos vecinos la llamaban "la pequeña damita" cuando era una niña aún. Su hermana menor en cambio prefería pasarse el día corriendo, tropezando con las piedras que estaban ocultas entre la hierba, rasgar los preciosos vestidos en sus aventuras imaginarias. Era todo lo intrépida que una niña podía ser y cuando se aburría de hacerlo sola obligaba a sus dos hermanos a acompañarla. Cecily no dudaba antes de dar una muestra de afecto, siempre tenía un abrazo listo para todos, mientras que ella no solía demostrar su cariño de esa tan explosiva. William era casi siempre igual de cariñoso que Cezy, igual de activo y juguetón que la pequeña niña, y ella los amaba más que nada.

En su inconsciencia empezaron a acudir sueños a ella; enseñarle a leer a sus hermanos mientras los sentaba en su regazo con un libro, llamar riendo a su hermano para que se sumara a los juegos de Cezy y ella, patinar y hacer muñecos de nieve en el lago cercano a su hogar, leer un libro bajo las sombras de un árbol mientras mantenía un ojo atento en sus hermanos, siempre cuidando que no fueran a hacerse daño y saltar en pie de inmediato cuando uno de ellos caía, evitar con una sonrisa la respuesta a la eterna inquietud de su hermano sobre aquella noche y el pato. 

Recuerdos y memorias, todos eran preciosos momentos que de no volvería a vivir, muchas cosas vendrían cuando ella ya se hubiera marchado y no podría hacer nada, ya no podría proteger a sus hermanos ante los peligros que sabía que se harían mayores para los inocentes niños que aun eran; tenía tantas cosas que aun quería decirles a ambos y sin embargo ya no tendría la oportunidad de hacerlo.

Lentamente los rayos de las primeras horas de la mañana empezaron a colarse por la ventana cuyas cortinas había olvidado cerrar la mañana anterior, fue entonces cuando de los labios de Ella Herondale escapó su último aliento con un sonido agónico.

Historias cortasWhere stories live. Discover now