Capítulo 5: El Gran Salón

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Se hallaba entonces Rigel, junto a su Tutor, frente a la enorme y concurrida entrada del Gran Salón del Recinto. Su magna estructura, combinado con la cantidad de Rin y Maestros que paseaban, solamente en la entrada, no confortaban mucho al joven de piel pálida. Entraron, sin embargo, con paso modesto, como un Rey y su súbdito al entrar a Palacio justo antes de dar una proclama real frente al pueblo; al menos eso aparentaba ser. Pie derecho, pie izquierdo, "¿cómo es posible que esté sudando?" se oyó internamente en la mente de un chico que seguía, en cierto modo, en shock; un saludo, unas escaleras, y ese sentimiento de duda pero también de cariño, como un padre que ha de dejar por primera vez a su hijo en la escuela, acababan aquel recorrido que llevaba tiempo ya realizándose.

-¿Ya es hora? –Preguntó Rigel al final de las escaleras de granito oscuro, de pie frente una gran puerta cuadrada hecha de algo parecido al cemento pulido, mientras esperaba respuesta–

-Ha sido hora desde hace más de lo que crees –Rigel entornaba sus cejas, no entendiendo lo que decía-

-Creí que la 7ma Campanada no daría inicio hasta dentro de unos diez minutos; he llevado el tiempo en mi mente.

-Y es ella misma la que te ha cegado, Zid Aulerx –De pronto...- ¿Acaso el tiempo y la manera en que se presentan las pruebas aquí es como en los demás lugares?

-Bueno... -... Algo en la mente de Rigel lo hacía sentirse estúpido, casi como el niño que era, frente a este que ahora se despedía de él– Maldición, Klaüde... -Dijo por lo bajo, pues sabía que era una ofensa hablar de tal manera a un rango superior, y más en aquel lugar-

-No ha sido mi culpa –"Tampoco mi elección..." pensó el Maestro –

-Joder... ¿Cómo va a ser?

-Eso, discípulo mío, no me corresponde decírtelo. Mi parte aquí ya ha terminado.

-¿Qué pasará si fallo, Maestro? –Una risotada contenida, con mirada al aire y dirección al miedo, respondían, a la par que el Maestro empujaba a Rigel hacia dentro, sin saber este el significado de la frase que había pronunciado anteriormente-

-Tú nunca fallas, Rigel... -Entonces, las puertas se cerraron-

Rigel quedaba así en aquella habitación oscura, frente a un enorme semicírculo escondido tras unas cortinas de seda, color púrpura o quizás morado, que a unos 20 pasos de este no se podía detallar mucho. Notó que detrás de aquel semicírculo se erguía un extraño reloj de péndulo, el cual, por alguna razón, no se movía, ni se oía, pero que podía sentir que marcaba la hora indefinidamente, desde hace mucho tiempo. La habitación estaba repleta de estatuas, armas, utensilios y unos cuantos cuadros los cuales casi no podían verse debido a la oscuridad que abundaba allí. El piso, por su parte, estaba hecho a juego con un tablero de ajedrez, de tal manera que al ir caminando, la ilusión que generaría un efecto hipnótico sobre la mente de cualquier individuo que pisase aquel lugar. En ello, mientras aún seguía su análisis, notó Rigel una voz al final de la habitación:

-Acérquese –Dijo una voz serena, casi imperceptible, pero que se proyectaba de una forma muy irregular debido a la sequedad de aquella afirmación, lo cual hizo que Rigel avanzara hasta donde sabía que debía ir–

-Colóquese donde los cuadrados pierden su forma, y se elevan hasta el cielo –Dijo otra voz, muy cercana a la primera cuando Rigel había pasado por las cortinas, quedando así en una intimidad incómoda y aún más oscura que antes–

-¿Aquí? –Dijo Rigel posándose sobre un pequeño desnivel circular que se elevaba unos 15cm sobre el nivel del suelo–

-Nombre y tutoría, ziderano –Dijo la voz serena de la primera vez que, por la manera en que se hallaba situado, daba la impresión de ser el Presidente de aquel Consejo–

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⏰ Last updated: Mar 29, 2018 ⏰

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