Capítulo 2: Psicosis

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-Los Presentando, acérquense, por favor –Dijo una voz grave, pero a la vez joven, desde el otro lado del muro de la Zona de los Restantes; nombre bonito para llamar a la Sala de Espera de los Presentando.

En aquella ocasión, habían quedado únicamente 16 individuos luego de todo el Proceso de Integración; alto número, en consideración con la última ocasión, en la cual, habían quedado solo 4. Había un aire de expectativa y misterio por parte del Consejo en aquella oportunidad, debido a dos nombres que habían superado cada etapa con una facilidad sumamente fascinante, como se oía decir por los pasillos del Gran Muro, en forma de susurro, mientras bajaban sus enormes escaleras internas hasta las Zonas de Integración del Recinto, cerca de la Entrada Principal. Sí, bajaban, lenta y casi secretamente, las 7 personas, posiblemente, más sabias de todo el planeta, a encontrarse con estos, quienes, con algo de ayuda, tal vez pudieren llegar a superarlos en algún momento.

"Sí, tal vez..." Se les oía decir a algunos mientras seguían bajando, con un aire desanimado y casi lúgubre, por aquellas infinitas escaleras de mármol y cemento. Sabían que muy pocos habían resultado ser dignos con el pasar del tiempo, y aun menos habían logrado los objetivos que se les esperaba cumplieren. El Recinto Sacro de la Sabiduría había sido fundado hace tantos años que, incluso entre ellos mismos, se contaban diversas historias y leyendas sobre el cómo habían sido los Procesos de Integración en años anteriores, cómo se había fundado la mayor casa de enseñanza del mundo y los objetivos, casi perdidos, de esta. Una fundación con el último y único fin de proteger y salvaguardar la sabiduría y el recuerdo del hombre sobre la faz de la tierra, cuando este ya no pudiere garantizar su estadía sobre esta.

"Proteger y servir..." Repetían algunos en su mente el lema del Recinto, cuando, cercanos a la Zona, no encontraban palabras ni lenguaje que explicaran aquella ansiedad y expectativa, tan olvidada ya, que les inundaba el corazón; ¿o acaso sería el alma? No era una sensación normal, tampoco era aquella que sintieron cuando los Templados brindaron su primer ataque a la humanidad, ni cuando los Señores de la Nada decidieron hacer acto presente durante la Primera Barrida; era similar, demasiada coincidencia, pensaban algunos, al darse cuenta de esto. Sin embargo, qué más daba, eran El Consejo, los Jefes del Recinto, los seres más poderosos en el mundo, y estos, unos simples críos que buscaban igualarlos; "¿o no...?"

"Será acaso..." Pensó la Maestra Lingüista al mirar a su compatriota vocero, centrado en la figura de un solo hombre que entraba con el mayor aire de desdén que había visto desde hace tanto tiempo. "No... Pero, tal vez..." Escuchó atentamente el sonido de la mirada silenciada de su compatriota, quien, advirtiendo que sería ella la descubridora de su sentimiento, había logrado aprender las actitudes del Lenguaje de las Ventanas necesarias para no revelarle este sino solo a ella. "Espero..." Dijo en el susurro más bondadoso y en paz que jamás se hubiera oído en la faz de la tierra, y en toda su vida; era, después de todo, la Maestra Lingüista, cómo no sentirse en paz con la persona que sabía todo sobre el reposo del alma: Las Palabras.

"Ummm... No" "Tampoco..." "Si esto es lo que hay para ofrecer, me retiro, compañeros" Se oía decir, nombre tras nombre, por parte de los Maestros, quienes habían comenzado a seleccionar a sus apadrinados; o bueno, a desecharlos. Era, sin duda alguna, la elección más sencilla que se había realizado en mucho tiempo: Ninguno de ellos valía la pena. De 16 que habían ingresado desde la Zona de los Restantes, tan solo quedaban 2...

-Será un honor tenerte como apadrinada, cariño. Acompáñame hacia la salida –Se oyó decir casi al terminar. Una mirada indirecta, casi perdida, dirigida hacia su compatriota, determinaban que el Proceso de Integración de ese trimestre llegaba a su fin con un solo nombre restante:

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