Capítulo 4: Calma...

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-Definitivamente con usted nunca se sabe, Zid Aulerx –Dijo tomándolo por el hombro y haciéndolo caminar hacia el fondo del nivel del Mirador donde se encontraban– ¿Ves eso? Ese inmenso edificio de paredes grises y ventanales enormes de un lado, es allí donde residen los más grandes Maestros, el Gran Salón, sede principal de este gran Recinto –Dijo mirándolo a los ojos de la forma más seria y templada posible– y donde has de presentar tu Scöh.  Admírala ahora que te parecerá impresionante, ya que, un día, tú mismo al igual que yo, vivirás dentro de uno de sus aposentos, y formarás parte de "El Consejo de Sabios" de este sagrado lugar, pasando no solo a ser parte de las leyendas sobre este, sino a conocer más allá de estas, y acercarte un poco más a lo que creemos que es la verdad; confía en mí cuando te digo que lo admires, porque cuando has vivido tanto como yo, te das cuenta que a veces no le dedicas el tiempo necesario a ciertas cosas en la manera en que lo merecen.

El Maestro Klaüde hablaba con un aire de melancolía que hasta el mismo Rigel podía sentir; como si su Maestro, de repente, hubiere decidido irse lentamente, como los primeros pasos de un recién nacido, callados y tranquilos, rumbo a los parajes del Reino de los Recuerdos. Sin duda alguna, la pieza de arquitectura que representaba el Gran Salón era tan majestuosa como ver el amanecer, aunque frío y gris por el color y la manera en que sus muros se erguían, y cuyo Sol no era más que aquella amplia Cúpula dorada y oscura, bañada en bronce y reforzada con algunos rubíes que se veían a lo lejos destellar; sí, era sin duda algo impresionante, sin embargo, ¿era aquello suficiente para hacer que su Tutor, el gran Maestro Klaüde del Gremio Alfa, se perdiera así de repente?

Rigel daba un suspiro interno, tal y como le habían enseñado hace tanto tiempo, haciendo que sus pulmones, y su mente, se relajaran completamente luego de aquel extraño momento en que su maestro parecía haberle dado un cierto tipo de regaño, o quizás un ataque de locura, pero que parecía haber terminado ya. Sintió cómo el aire frío que provenía de quién sabe cuál dirección acariciaba su piel, o las partes en que aquel maldito uniforme le permitía que acariciara, y cómo alborotaba su pelo de repente, haciendo que el joven zider tuviese que arreglarlo hacia atrás, con la sutileza de un mago que sabe exactamente dónde colocar sus manos para que el truco, por ese simple detalle que ha de marcar la más grande diferencia, parezca aun más grande y místico. Acomodaba sus lentes y arremangaba su camisa con una rudeza casi imperceptible, al nivel de la sangradura, cuando notó que sus manos estaban demasiado sueltas para entonces: "Mierda... Mi cuaderno" Se lamentó por lo bajo, sabiendo que había perdido quizás un tercio o más de todo aquel apunte que le pudiese ayudar, no solo en la Pruv, sino en lo que seguiría de investigación.

Continuó normal, a pesar de que su serenidad ya no estaba tan imperturbable como siempre, pero sabiendo que al menos podría bajar rápido de aquel lugar, buscarlo de nuevo en la Fuente Circular, y subir lo más rápido posible, sin llegar pareciendo un pordiosero sumamente lleno de sudor y diversos olores a la Sala del Silencio, donde habría de presentar la Scöh; sin embargo, ¿qué era realmente aquel lugar donde se hallaba?, pensó. El Mirador, ciertamente, también era otra "atracción" interesante de aquella ciudadela: Tres niveles, de un aproximado de 3 metros de alto cada uno, con escaleras a los lados que funcionaban tanto para subir como para bajar por cada uno de ellos, a la vez que se tenía una pequeña entrada con forma de arco y dos Rin's que custodiaban cada una de las entradas, constituían a rasgos generales aquella pieza que parecía más una atalaya solitaria de gran tamaño que otra cosa, y que a pesar de que al subir hasta el primer nivel se tomaba casi 5 minutos a paso regular, valía totalmente la pena por estar al mismo nivel, o al menos eso analizaba Rigel para entonces, que el gran Campanario de Fuego. Sin embargo, nunca había estado tan alto, ya que, el tercero de los niveles está destinado únicamente para los Maestros, dejando entonces solo 2 para los demás rangos que habrían de compartir lugar entre ellos; no tan reducido como había pensado Rigel.

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