Capítulo 18

138 30 5
                                    

-18-

Tras los primeros instantes de pánico, Bret fue el primero en reaccionar debidamente, sus brillantes ojos escanearon la sala hasta que vio que a cierta distancia del ascensor había una manguera de incendios, Bret rompió el cristal de seguridad con el codo y empezó a tirar, en ese momento Zia y Heges comprendieron lo que estaba haciendo y entre los tres consiguieron desenrollar la pesada manguera. Avisaron a Urel de que se pegase a la pared lo máximo posible y lanzaron esa cuerda improvisada por el hueco del ascensor.

- ¡Es demasiado corta! - gritó Urel - ¡no llego, y no puedo ponerme de pie!
- ¡Inténtalo! está extendida al máximo.
- Zia, soy médico, tengo la tibia y el peroné fracturados y a punto de desgarrar el músculo.
- ¡Inténtalo! - Heges daba vueltas y se frotaba las manos cada vez más nervioso - ¡Inténtalo hermanito, o me tiro a buscarte!

Zia, exasperada, sacó la navaja suiza que siempre llevaba en el bolsillo derecho del pantalón, tenía 35 funcionalidades, era una de las más completas del mercado, tijeras, lima, regla, destornillador, abrebotellas... y como no, navaja, había pertenecido a Emer; situada junto a la base antincendios intentó cortar la manguera, el filo era bastante decente, ella misma se encargaba de ponerlo a punto cada cierto tiempo.

Empezó a cortar a un ritmo constante pero el tejido con el que estaba hecha era demasiado grueso, algo así como plástico y tela entretejidos, probó con el cuchillo de sierra pero al retroceder los picos se quedaban enganchados; estaba empezando a desesperarse, un sudor frío le recorría la espalda al tiempo que pensaba en los chicos, aún no se habían dado cuenta de lo que tramaba pero cuando lo hicieran pondrían en ella todas sus esperanzas. La capa exterior comenzó a deshilacharse, aunque era un trabajo arduo en unos minutos lo tendría.

- ¿Que haces Zia? - preguntó Heges al divisarla por el rabillo del ojo en una de sus vueltas - ¡Oh, gran idea! Espera que te ayudo.
- No es tan fácil como parece, la manguera es muy dura.
- Déjame la navaja un segundo, tu estás cansada y frustrada, te puedes hacer daño.
- Bueno... - Zia le tendió la navaja - a ver que sabes hacer.

Heges intentaba cortar lo que podría ser el salvavidas de su hermano con todas sus fuerzas, tiró la navaja al suelo e intentó rasgarlo con las manos, pero tampoco era capaz de hacer nada. Mientras tanto, Bret, daba vueltas a la situación ajeno a los esfuerzos de cortar esa manguera de sus compañeros, había terminado sentándose con las piernas colgando por el gran agujero que se había tragado a Urel, quien estaba sentado en una esquina mirando su pierna cada vez más hinchada, todos sabían que debían seguir adelante, pero habían avanzado demasiado poco como para dejar a alguien atrás.

- Zia - dijo Bret levantándose - ¿recuerdas si hubo algunas obras aquí hace un año?
- Si, creo que si.
- Dejad lo que estáis haciendo - Zia y Heges le miraron extrañados - tengo la solución.
- ¿¡En serio?! ¿Y cual es? - gritó Urel desde abajo.
- Bueno, solo respóndeme a una cosa, ¿sabes nadar?

Todos en la ciudad recordarían el 31 de marzo de hacía dos años, muchas empresas habían estado apunto de irse a la quiebra, ese día se había aprobado definitivamente una ley muy controversial por el gasto y las dificultades logísticas que suponía, la "Ordenanza municipal n° 2511" exigiría a los edificios de más de 30 plantas cambiar todo su sistema antincendios y entre otras cosas sustituir los extintores de polvo químico seco por mangueras conectadas a la toma de agua general, es decir, la misma que usarían los bomberos; se había descubierto que el "púrpura K" que se utilizaba normalmente era muy peligroso de producir y en grandes cantidades, como al apagar un incendio, podía entrar en las vías respiratorias y matarte más rápido que el propio humo generado por el fuego.

Tras contar hasta tres Heges accionó la manguera mientras Zia y Bret la sujetaban, tenía más presión de la esperada e intentaban dirigirla al lado derecho, tratando de evitar la esquina donde, encogido, se encontraba Urel. Desde un punto de vista lógico, había muchas posibilidades de que esa locura no funcionase; no sabían como de impermeable era toda la mezcla de escombros y distintos materiales que allí había, ni si el agua iba a encontrar alguna fisura por donde colarse.

Había pasado media hora desde que empezaron a llegar el agujero y al contacto con el agua fría que ya cubría hasta la rodilla la pierna de Urel dejó de doler tanto, tras otra media hora y ya le llegaba por las caderas, era difícil mantener el equilibrio y ya no podía permanecer sentado. Pasadas dos horas el agua le llegaba por el cuello, era ahora o nunca, ¿podría mantenerse a flote con la pierna así?

- ¡Corta Zia! - gritó Bret.
- ¡Voy!
- Urel, ahora tienes que intentar moverte, no podemos arriesgarnos a seguir llenando esto y que te ahoges - Bret miraba a Urel que parecía cada vez más asustado.
- Tengo los músculos entumecidos - contestó Urel - no creo que pueda.
- ¡Tienes que poder! - Heges miraba a su hermano con lágrimas en los ojos.

Urel se lanzó hacia alante sin pensar en lo que hacía, el agua estaba helada y enseguida notó como le engullía por completo, abrió los ojos y sólo vió oscuridad, sus extremidades no respondían y se estaba quedando sin aire. Su irresponsable salto le había llevado a una zona más baja donde no hacía pie, empezó a notar como se hundía en la negrura y el silencio.

Abrió los ojos asustado cuando sintió como algo, mojado y blando, le agarraba por debajo de los brazos, incapaz de saber que era intentó poner resistencia pero tal y como estaba a duras penas era capaz de moverse y menos desembarazarse de aquel ser que le rodeaba. Una sensación como si miles de brazos le intentaran sujetar nublaba su mente, así debía de sentirse un pirata cuando el Kraken le capturaba, casi era capaz de sentir las ventosas en su piel, el miedo era tal que se desmayó sabiendo que en unos segundos terminaría por morir ahogado en ese pequeño mar de ciudad.

Number 8 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora